viernes, 11 de diciembre de 2020

Escribir (II)

No estás escribiendo nada, me dices. Sin pestañear, sin pensar en la dureza de tus palabras. Claro que estoy escribiendo, te contesto. 


Te ríes. ¿Por qué te ríes? te pregunto. ¿Qué te parece tan gracioso? Te vuelves a reír y sientes que dices la verdad. Te hablo de mi blog, de las últimas entradas, de mis historias a medias, de todo lo que tengo guardado en los borradores de mi correo, de mi cuaderno en la mesilla. Pones cara de no creerte nada y te vuelves a reír. Me dices que sí, que mucho cuaderno mono, que precioso el boli swarovski, que llevo mil años escribiendo las mismas historias en el blog, que aquel ex es más ficción que las series malas que veo en la tablet. La tablet, me reprochas, nunca la quisiste porque el teclado era importantísimo y ahora es lo que más enciendes. ¿Qué escribes con ella, eh? Me dices desafiante. ¿Por qué no escribes por las noches en lugar de perder el tiempo? ¿Por qué no sueltas todo lo que llevas dentro?


Te digo que lo intento, que mil veces por la calle imagino historias y las escribo en mi cabeza. Que tengo el relato perfecto que quiero dedicar a mi madre y que sólo me falta un empujón. Te recuerdo que mi novela sigue pendiente, que alguna vez tuvo un protagonista y que lo perdí pero lo volveré a encontrar. 


Me miras y te sigo sin convencer. Ya, ya lo sé, no sirve la excusa de este año imposible porque llevo ya varios años así, que parece que no arranco, que me guardo más de lo que debería, que me arrepiento de cada día que pasa que no escribo una palabra, que duele cuando escribo pero que duele más cuando no lo hago. 


No te ríes, ahora parece que me miras con preocupación. No, no me digas que me estoy traicionando, no lo digas. Sólo voy más despacio. Tengo claro que escribir es como respirar y que lo necesito, que da igual que publique algún día o no lo haga, que alguien me lea o que todo se pierda en el infinito. No importa. Lo necesito y me lo estás recordando. Todavía hay esperanza, ¿verdad?


¿Sigo siendo la misma? Me recuerdas que no es la pregunta correcta. Que claro que no soy la misma, que no me engañe, que he cambiado, he crecido y nunca fue un problema. Me dices que recuerde Vértigo, que piense si al mirarme en el espejo me reconozco. 


Y me doy cuenta que claro que lo hago, que si mi reflejo del espejo es capaz de regañarme por no escribir, de preocuparse si pierdo mi camino y de estar pendiente de mí es porque no lo estoy haciendo tan mal.


Dejo de mirarme en el espejo y me siento a escribir un rato.  Todo se ve mejor.


Vértigo



martes, 17 de noviembre de 2020

Casado y con dos niñas

Está tratando de entenderle. Le tiene enfrente y busca señales que no aparecen. No puede ser mala gente, se repite una y otra vez. Para ella simplemente es un compañero de trabajo, casado y con dos niñas, recién mudado a Madrid que trata de hacer amigos. Tiene sentido. 


Ha llegado en un momento raro, no hay cañas los jueves, ni cafés los lunes comentando el fin de semana, no hay ambiente en el trabajo. Cada uno se sienta delante de su ordenador en casa y hace su jornada eterna. Con suerte, en alguna videollamada pueden comentar el último partido de fútbol o hablar de alguna película. Pero no se llegan a conocer, es difícil conectar, parece imposible hacer amigos.


Ella entiende la situación, se cambió de trabajo estos meses y también siente que no está integrada en el equipo. Pero tiene a todo su mundo en Madrid, aunque preferiría que fuera diferente, sabe que puede esperar a conocer más a la gente de la oficina. Apaga el ordenador y puede volver a su vida. Aunque él tenga a su familia, puede suponer que siente un vacío, que quiera hablar con sus compañeros sobre algo más que el último informe. 


Él ya le había dicho varias veces de quedar a comer un sábado. Ella, siempre con su sonrisa, le decía que claro, que así conocería a su mujer y a sus hijas. Él parecía seguir con la idea de los dos solos. Al final, aceptó, porque podía o quería entenderle. Suponía que quería conocerla, que buscaba una amiga, alguien con quien hablar saliendo de su rutina. 


Ahora le tiene enfrente y no sabe por dónde empezar. Está tratando de entenderle pero quiere que él también la entienda a ella. Quiere que entienda que sólo ha aceptado la comida como amigos, que ni ha pensado que él podría querer algo más, que esa teoría le parecía tan tonta que ni se le pasó por la cabeza. Siempre tan insegura, siempre creyendo que no le puede gustar a nadie. Pero ahora él la está mirando a los ojos y duda sobre sus intenciones.


Y no quiere pensarlo. Mira la carta y hace un chiste malo. No puede aceptar que la situación es la que parece, que sus amigos tenían razón cuando la avisaron, que ha sido demasiado ingenua. Vuelve a pensar que quiere entenderle y que quiere que la entienda. 


Respira despacio y coge fuerzas. Se dice que las cartas sobre la mesa puede ser lo mejor, que no quiere confusiones, no quiere dar esperanzas, no quiere complicar su vida, su trabajo, con algo que tiene claro, y que si alguien se confunde será él en su cabeza pero no será por su culpa. Respira de nuevo y empieza su discurso, que siempre le ha dolido tanto, pero que decir en alto le sigue viniendo bien. 


Le cuenta su historia, que está divorciada, que le hicieron daño, que la destrozaron, que jugaron con ella, que una tercera persona participó, que le ha costado mucho superarlo, que sigue luchando y que sigue pensando que hay buena gente y que ella nunca engañaría ni participaría en un engaño. Aunque parezca un discurso, es la verdad, su verdad. 


Le mira y busca en sus ojos qué está pensando. Pero no lo descubre. Parece que la entiende, le dice que quiere que sigan quedando y ella se confunde. Pero piensa que quizás su discurso no era necesario, que él no buscaba nada y que todo será sencillo.


Siguen con la comida, con las risas, parece que están construyendo una amistad. Le dice que le parece que ella tiene un muro y que no hay quien lo atraviese. Le duele oírlo, sabe que lo ha tenido pero piensa que ya no, que está más abierta, que no está cerrada al amor, al que algún día vendrá. Se queda pensando. Y él la mira de nuevo despacio. Por su cabeza puede estar pasando cualquier cosa. Por el de ella sólo pasa la preocupación de no estar lista, el miedo a que aparezca la persona correcta y ella no se de cuenta. Respira de nuevo y trata de no agobiarse, poco a poco se dice, como ya se ha dicho muchas veces. El mundo está tan loco que lleva meses que ni se ha planteado que alguien pueda aparecer, así que se repite que calma. 


Metida en sus pensamientos mientras comía el postre el postre, al salir de ellos se dio cuenta que él la estaba observando. Normal pensó, puede que fuera un silencio incómodo aunque ella no se diera cuenta. Hace otro chiste malo y la conversación vuelve. Él parece más serio esta vez. Empieza a contarle que su matrimonio no funciona, que están juntos por las niñas, que no hay relación ya, que no hay amor. Parece que alarga el brazo buscando su mano. Ella no sabe qué pensar, no le entiende, no entiende nada. Pero reacciona apartando la mano, diciéndole que lo siente, que las relaciones son complicadas. Y cambia de tema, no quiere saber más. 


Hablan del trabajo, de las reuniones de la siguiente semana, de los futuros proyectos. Hablan sin hablar. Ella con su cabeza fría, pensando que quizás la comida ha sido un error. Se siente culpable, aunque no tenga culpa de nada. Por la cabeza de él quién sabe qué estará pasando pero dice que habrá que repetir. Ella contesta que por supuesto, pero que a la próxima se unirán más compañeros de la oficina. 


Se despiden con dos besos y un "hasta el lunes, que nos vemos virtualmente". Él vuelve a su casa, donde le espera su mujer y sus peques y no sabemos qué piensa. Ella de camino a casa se siente confundida, se siente perdida. Parece que todo duele un poquito más, parece que todo es más triste. Llega a casa y respira de nuevo. Se mira en el espejo y aunque sigue sin ver lo guapa que es, por un segundo se siente orgullosa de si misma. Se siente fuerte por haber sobrevivido a un divorcio doloroso, se siente coherente al no querer ser la amante, ni de él ni de nadie, se siente feliz al saber que está siendo la persona que quiere ser.


Vértigo


jueves, 15 de octubre de 2020

¿Todo está permitido?

 ¿Todo está permitido?


En el año más imposible parece que nos podemos tomar ciertas licencias. Parece que tenemos que decir más "te quieros", que debemos decir más veces que no, que tenemos que seleccionar más la gente a la que convertimos en "contactos estrechos". Parece una obligación vivir al límite, sentir cada sensación como si fuera la última, sonreír constantemente aunque no se nos vea, estar agradecidos y decir que seremos más fuertes. 


Y asumir más errores, arriesgar como nunca. Como decía, tomarnos ciertas licencias amparándonos en que este año "todo vale y no hay que esperar". 


En estos pensamientos se encontraba ella delante del ordenador. Abriendo y cerrando el correo electrónico. Mirando las noticias y cogiendo el móvil. Estaba aceptando que sí, ella estaba siguiendo lo previsto, se sentía más intensa que nunca, lloraba con más facilidad, enviaba más mensajes con corazones, echaba de menos hasta a quien ya había olvidado, todo dolía y nada lo hacía como antes. 


Septiembre, su tradicional mes maldito, ya había pasado sin ningún sobresalto igual que los últimos años. Le empezaba a parecer raro seguir teniéndole miedo, cuando la vida ya le había demostrado que cualquier mes podía ser mágico u horrible. Este año es la prueba de que no sabemos nada. Aun así, pensaba en septiembre y pensaba en él. Le sigue pareciendo curioso acordarse de él el mes que rompieron en lugar del mes en el que se conocieron o en el que se enamoraron. Quizás porque se enamoraron a fuego lento y no sabría decir cuándo fue, pero podría decir cuando se besaron por primera vez. Sigue recordándole en septiembre.


Ahora que ya ha pasado y mira en el calendario que octubre también avanza rápido, abre y cierra el correo electrónico dudando si seguir sus impulsos o apagar el ordenador. Todo está permitido se dice una y otra vez, siempre podrá decir que es este año tonto, si se equivoca nada será tan grave, se podrá justificar, se podrá sentir menos mal si la respuesta no es la esperada. Aunque ni ha pensado todavía cuál será la pregunta.  


Cierra el correo de nuevo pero no apaga el ordenador. Se levanta y se marcha hasta la cocina, bebe agua y come un par de gominolas. Un poco de azúcar nunca viene mal, se dice. Mejor no pensar en la báscula y en todo lo que ha ido cambiando estos años. Se acuerda del rubio de bote y los vestidos rosas, cuando creó un personaje imposible pero tampoco quiere pensar en eso, todo fue después de él. Han pasado tantas cosas después de él que hacerle un resumen le parece una locura.


Vuelve a su sitio con la idea de resumen en su mente. La palabra resumen retumba en su cabeza. Le apetece. Olvidando totalmente los estos meses extraños, empezar un correo electrónico hablando de su vida los últimos... ¿Diez años? ¿Quince años? No recuerda la última vez que se vieron, supone que fue en un cumpleaños de la única amiga común que les queda, en el que se darían dos besos, se dirían hola y poco más. Han intercambiado algún correo, ella no podía evitar enviarle los relatos que la premiaban en concursos y él no ha querido evitar enviarle algún artículo de moebius y preguntarle por regalos de bodas. Pero eran siempre correos cortos y correctos y como mucho uno al año, en el que no se decían realmente nada. 


Piensa cuánto hace que rompieron, más de diez años seguro, pero cree que no llegará a quince años, sabe que puede tratar de recordar pero prefiere no saber los años exactos. Desde entonces debería empezar a contarle en su correo eterno. ¿Es posible resumir diez años de su vida? Seguramente sí, se acuerda de cuando escribió aquel relato que se titulaba "Tengo 20 años" y él fue el primero en leerlo. Fueron sus primeros años de vida plasmados en unos folios. Solía pensar que él se había terminado de enamorar al leerlo y que ella al escribirlo cambió la percepción que tenía de él sin darse cuenta. Piensa que fue bonito, todo fue bonito se dice. Todo menos el final. ¿Existen los finales bonitos? Desde la distancia que da el tiempo piensa que deberían haber hecho las cosas de otra manera. Los dos, ya no le culpa como lo hacía antes ni se castiga a sí misma por no haber sabido comportarse. Se equivocaron los dos.


Hubo un tiempo que le dio mil vueltas al final, después a su historia y ya lleva un tiempo pensando en cambiar el final, en poder convertir aquel punto final en un punto y coma como los que a él le gustaba poner. Está cansada de preguntarse si podrían ser amigos, si podrían volver a compartir historias, si podrían seguir entendiéndose sólo con mirarse, si podrían estar ahí el uno para el otro. También está cansada de escribir relatos sobre él, sobre su relación, sobre su ruptura, de haberle dado más protagonismo del que debería. Se dice que ya ha pasado tanto tiempo que puede que esté distorsionando la historia, que simplemente fueron amigos que intentaron ser algo más y no funcionó. Y ya. Y no hay nada más que contar, ni nada sobre lo que hablar, ni nada que recuperar.


Sonríe al pensar que le ha estado utilizando, que como ya ha dicho alguna vez se ha convertido en recurso literario y que ahora su recuerdo le parece más un fantasma que una realidad. Repasa mentalmente momentos juntos con música de fondo como si fueran los protagonistas de La La Land y todo encaja. Se ríe y se siente tonta. Mira el reloj. ¿Cuánto tiempo lleva sentada dándole vueltas? Demasiado se dice. Pero se repite que este año todo está permitido, que si quiere que vuelvan a ser amigos es ahora o nunca. Se ríe al darse cuenta de lo dramática que está siendo de nuevo. Puede que se encuentren por casualidad y hablen y sea sencillo. Más sencillo que enviar un correo resumiendo diez años. ¿Resumir diez años? Se vuelve a sentir tonta, ¿cómo se le ha podido ocurrir semejante idea? Ahora le parece una tontería. Todo le parece sin sentido. No son amigos y no pasa nada, cada uno tiene su vida y así está bien se dice. La vida no es una película aunque este año parezca una de miedo.


Apaga el ordenador y sigue sentada unos instantes. Sabe que cuando se levante dejará de pensar en él y no volverá a hacerlo hasta dentro de unos meses o quizás hasta septiembre del año que viene. Se repite que todo está permitido y piensa que debe dedicar esa intensidad que siente a la gente que sigue en su vida, a los que siguen a su lado, a los que llevan mil años y a los que acaban de llegar, a los que le están demostrando que no van a irse. Coge el móvil y envía mensajes con besos. Se levanta y mentalmente le dice adiós, porque sabe que en el pasado es donde debe estar. Va al salón y besa a su chico, que está ordenando las fotos del último viaje, le dice que le quiere y él ni se inmuta. Le vuelve a besar y le dice que para cenar quiere vino, que hay que celebrar que septiembre pasó y siguen juntos. 


Quizás en la otra punta de Madrid él mire también su ordenador y dude si escribirle. Quizás él también eche de menos a la que fue su mejor amiga.  O puede que simplemente juegue con sus hijos en el salón mientras trata de olvidar lo que pasa fuera este año. 


Puede que todo esté permitido. También que ellos sigan con su vida. Sin encontrarse, sin culparse, sólo siendo vagos recuerdos del pasado. 




Vértigo


miércoles, 23 de septiembre de 2020

Ismael Serrano

13 de septiembre de 2020

Mallorca Live Festival


¿Crees en las casualidades?


El verano más imposible en el que nos movemos de isla en isla improvisando la vida, Ismael Serrano actúa en Mallorca justo cuando estamos allí. ¿Cómo no ir? Compramos las entradas y rebusco el pintalabios rojo en el bolso. 


Llego entre nerviosa y rara, no me lo esperaba pero es la magia que necesitaba. Nos sientan, nos miramos, sonrío. Aparece Isma en el escenario y por unos momentos olvido todo lo malo. Te canto al oído mientras él canta y siento que sólo actúa para nosotros. Es la banda sonora de mi vida y ahora lo es de nuestro instante. 


Parece nervioso, pero yo también lo estoy. Parece diferente, quizás como todos. Canta Vértigo y te agarro fuerte de la mano, envío un whatsapp a mi compañera eterna de conciertos de Isma y siento tanta emoción que creo que podremos con todo.


Siguen las canciones y yo no quiero que el concierto se acabe nunca. Te beso y me entiendes. Me besas y sé que me quieres. Nos miramos de nuevo y todo parece perfecto. 


Termina el concierto demasiado pronto pero voy flotando. Camino del hotel vuelvo a acercar los pies a tierra y nos creemos críticos musicales.


Me preguntas mi opinión, me dices que cómo es que no hizo ninguna referencia a Mallorca, que por qué parecía ausente, que el sonido fue estupendo y que crees que se confundió alguna vez con la guitarra. Te recuerdo que he ido a infinitos conciertos suyos, que éste es el segundo fuera de Madrid (el primero fue en Torrijos) y que, aunque me ha encantado ha sido diferente.


No sentí que conectara con el público, ¿culpa suya o culpa nuestra? ¿O simplemente la sensación sin sentido que sólo lo hacía con nosotros? Los camareros pasando, la gente comiendo, bebiendo, la distancia entre la gente (necesaria). 


No llegó ni a dos horas, no cantó canciones que siempre canta (¿faltó al menos un bis más con Vine del norte?), no le vi tan emocionado como esperaba, aunque ya lo estaba yo por él. 


Quizás sus conciertos en Madrid son más especiales, quizás tuviera un mal día o lo tenía yo, quizás es tan humano como todos y a todos este año nos está pasando factura, quizás le pedí demasiado... y aunque me dio muchísimo no era justo exigirle que arreglara estos meses en una noche. 


Me preguntas si me ha gustado ir y te contesto que por supuesto, que vacaciones e Isma son una combinación perfecta, que Isma me ha llenado de energía como siempre y que ha sido una casualidad mágica. 


Vértigo


sábado, 8 de agosto de 2020

Extraño

Sale de casa y todo le sigue pareciendo extraño. Aunque no es que se lo parezca, es que es extraño. Recuerda cuando no podía salir de casa y sonríe al recordarlo. No lo reconocerá en público, no se lo dirá a nadie, puede que ni ella misma lo acepte pero no estaba tan mal estando encerrada. Pensarlo le hace sentir mal, sentirse cruel, las circunstancias por las que estaba encerrada eran tan horribles que encontrarle el lado bueno le hace sentirse mala persona. 


Pero si consigue separarlo todo y pensar simplemente en estar en casa, no lo recuerda tan duro. Por supuesto que echaba de menos a sus familiares y sus mejores amigos, aunque en cierta manera hablaba tanto con ellos que a veces parecían más cerca que en el día a día normal. También pensaba en los planes, en los conciertos, en los paseos por Madrid, en los viajes, en el sol, en las conversaciones mirándose a los ojos, en ir escuchando música por la calle y estar metida en sus pensamientos.


Estando en casa encontró su rutina, su estructura, su orden. A veces le habían dicho que era cuadriculada y ella se decía que le gustaba improvisar, que era espontánea como los personajes de películas que se dejan llevar. Quizás le sirvió para comprobar que no, que tenerlo todo controlado le venía bien. Puede que fuera porque mientras el mundo se derrumbaba fuera tener todo bajo control en casa le daba cierta seguridad, aunque todo fuera tan frágil. 


Madrugaba para empezar pronto a teletrabajar, paraba para comer, seguía por la tarde y después hacía ejercicio, clases que buscaba por internet. Una serie o first dates, una videollamada, una cena ligera y a dormir. Su rutina de lunes a viernes a mediodía, comiendo sano, sintiéndose que se cuidaba, hasta echándose más crema que nunca. Las uñas pintadas siempre y los labios de vez en cuando. 


El fin de semana se permitía las pequeñas locuras. Vino y ya daba igual si la comida era sana o no, siempre que fuera divertida. Pelis malas, que las pelis buenas que siempre le habían gustado ya no le apetecían. Mil años diciendo que le gustaban los dramas, que no le gustaba reírse y se encontró poniendo en google "comedias de netflix". 


Semana tras semana su rutina era así y en cierta manera se sentía bien. Claro que tenía suerte de tenerle a él a su lado, porque por mucho que estructurara la vida para no pensar demasiado, acababa viendo las noticias y teniendo mucho miedo. Nunca por ella, siempre por la gente a la que quería. Siempre pensando "ojalá no les pase nada". Así que necesitaba que la abrazara cada noche, que le rompiera su rutina diciéndole que en lugar de hacer ejercicio jugaran al trivial online y poniéndola películas buenas. Estar juntos fue intenso y ahora recuerda todas las peleas y siente que fueron necesarias. Que también necesitaba explotar, soltar todo el dolor y la preocupación que tenía dentro para después sentirse vacía y volver a por otro abrazo, que él aunque refunfuñara siempre le acababa dando. 


Todo sigue siendo extraño, pero ya puede salir, puede ver a su gente, puede pasear por Madrid. Y le sigue apeteciendo algunas tardes quedarse en casa juntos sin necesitar nada más. Lo malo es que sigue teniendo miedo y empieza a pensar que tendrá que acostumbrarse a vivir así y a que todo sea extraño.


Vértigo



sábado, 16 de mayo de 2020

Valeria - 15 de mayo

Hace mucho que no escribo críticas y las últimas fueron sobre conciertos, tratando de recordarles por escrito más que intentando ser objetiva. 

Nunca he escrito sobre una serie pero nunca hemos estado en esta situación. Así que me doy permiso para hablar sobre Valeria, la última serie que he visto. 

Reconozco que no ha sido mi serie favorita, que la he visto con el interés justo para darle al siguiente capítulo pero sin la intriga de saber qué iba a pasar y sin miedo a terminarla y sentirme vacía. 

¿Por qué escribir sobre ella? Quizás porque es muy madrid. Madrid es el personaje que más me ha gustado de la serie, ver mi ciudad, mis lugares, mis calles llenas de gente, de vida, de pasión. Es cierto que al principio me parecía algo forzado, que no resultaba natural pero al final que madrid estuviera ahí era un motivo para ver la serie. 

Recuerdo la película La virgen de agosto, que me encantó, tan madrid también. Y recuerdo Las altas presiones, una película gallega que me recordó lo que el cine me puede ofrecer. Y quizás, porque la actriz protagonista de Valeria salía en aquella película, esperaba que esta serie fuera una mezcla de aquellas dos películas. Ya sé que no tiene ningún sentido y era una teoría tonta. 

No he leído los libros en los que se basa la serie ni sabía que existían pero me temo que también tenía prejuicios frente a esta serie. 

Podría empezar a criticar guiones y personajes pero al igual que en mis críticas de conciertos, realmente no pretendo criticar, pretendo comentar, sentir, compartir contigo mis impresiones. 

Un día como hoy, el san isidro más raro, me parece curioso terminar una serie tan madrid. En el que los personajes hoy irían a la pradera y comerían rosquillas. Como lo hago yo todos los años. 

En lugar de eso busco el bolígrafo y el papel para tratar de escribir. Busco el móvil para enviar buenos deseos. Y busco una nueva serie. 


Vértigo

sábado, 2 de mayo de 2020

Encerradas

Mira por la ventana y le parece irónico tener una cárcel delante. Ella no puede salir a la calle ni sus vecinas de enfrente tampoco. Es una cárcel especial de mujeres, cree que pueden estar con sus pequeños, que no han cometido delitos graves. Pero tampoco puede asegurarlo, tanto tiempo viendo la cárcel pero nunca se ha informado. Algunas veces ha visto personas en la puerta esperando y ha imaginado que eran sus novios, maridos, hermanos preparados para estar con ellas unos instantes, que seguro que eran inolvidables para unos y para otros. 

Piensa en su vida, en la suerte que ha tenido siempre. Nunca ha cometido ningún delito pero sabe que no todo es mérito suyo. Es fácil hacer las cosas bien cuando todo alrededor está bien. No sabe nada de gente que acaba en la cárcel, más allá de películas y  telediarios. Pero supone que muchas de sus vecinas tuvieron mala suerte. Puede que se juntaran con malas compañías o puede que la mala compañía fuera su familia y ya fuera muy difícil cambiar su destino. Piensa en cuantas veces habrá dicho frases hechas como que cada uno decide el tipo de persona que quiere ser. Ahora piensa que eso es real y es muy fácil cuando la vida no te da golpes, cuando no tienes que preocuparte por comer, cuando no dependes de ninguna sustancia, cuando ser buena gente es lo normal a tu alrededor. 

Tampoco quiere pasarse de romántica, sabe que no todo es blanco o negro, que habrá todo tipo de mujeres y de situaciones. Aunque a veces le cueste verlo, puede que no siempre se pueda culpar a las circunstancias. Ahora que también está encerrada, sabe que no es comparable su encierro al de ellas. Vuelve a sentirse afortunada. Puede que sea el sentimiento que más está teniendo estas semanas. Si la vida hubiera sido diferente, puede que estuviera enfrente y también pensaría en la gente que vive enfrente, en cómo han acabado en un bloque de viviendas y no en una cárcel. Puede que también estuviera con un bolígrafo y un folio, puede que también soñara con escribir. 

Vuelve a mirar por la ventana. El sol está precioso y tiene ganas de salir a la calle, de pasear, de ver a su gente, de dar millones de abrazos. Piensa que cuando salga será diferente, que todo será más intenso, que quizás no sea la misma.  Vuelve a mirar a la cárcel y no sabe, no sabe nada de lo que pasa dentro pero espera que cuando puedan salir también sea para ellas todo diferente y tengan más suerte.


Vértigo


miércoles, 29 de abril de 2020

Cumpleaños

Soplando velas (más que nunca), pidiendo deseos (más que nunca), brindando (a distancia pero como siempre)... Echando de menos y dando las gracias (muchísimas gracias).


La semana pasada cumplía años en un mundo irreal. Miraba por la ventana y miraba la pantalla del móvil y te miraba a ti. Nada parecía suficiente y todo era demasiado. ¿Qué quería? ¿Qué esperaba? ¿Qué sentía? ¿Qué siento ahora?

También miraba el cuaderno sin escribir y pensaba en las historias pendientes, en todo lo que quiero escribir y en cómo los días pasan y las palabras no salen, parece que se quieren quedar dentro de casa y están esperando que sea el momento para salir sin sentirse mal, sin tener que avergonzarse por quejarse, por tener un día tonto o no verlo todo rosa. 

Las palabras saben que es el momento de estar agradecidos, de sentirnos afortunados por estar bien, por tener a la gente de alrededor bien, de cuidarnos, de enviar besos y abrazos virtuales a quienes lo necesitan, de aplaudir a los que pelean, de decir bien alto que lucharemos juntos. 

Y mis palabras, que están acostumbradas a hablar de tonterías, de refunfuñar si no me besaste suficiente, de subirse al cercanías y soñar, de hablar de nada y de todo ahora se sienten perdidas. Prefieren esperar y confiar que habrá tiempo para contar historias, para desvariar, para simplemente salir. 

Cumplo años y me siento perdida. Pero ya sabes que me pasa siempre. Vuelvo a mirar por la ventana, a sentir el sol que entra, a mirar el móvil y los mensajes que llegan, a sonreír porque alguien se ha acordado de mí. Y me dejo de preocupar por no escribir, por no saber qué sentir, por llorar a ratos sin motivo, por soñar con coger el metro. Te digo que me abraces más fuerte, que tu abrazo tiene que compensar todos los que no puedo recibir. 

Cumplo años y dejo de pensar que el mundo irreal me está esperando para que lo viva, porque ya lo estamos viviendo. Lo irreal es tan real que da miedo. Pero no estoy sola y sigo siendo afortunada. 

Vértigo


miércoles, 18 de marzo de 2020

Atrapados

¿Recuerdas cuando todo era normal?. Parece que hace una eternidad. "¿Normal?", me reprochas. Me dices que nunca nada ha sido normal, que siempre me he alterado de más, que he buscado excusas para mi intensidad, que también antes te daba besos sin motivo y te decía que me dejarás sin razón.

Te digo que todo ha cambiado, que ahora las cosas son distintas, que no puedo cruzar la puerta, que el sol me quemará y que estamos atrapados en nuestro pequeño hogar. "¿Hogar?". "Nunca ha sido un hogar" me dices, "solo nuestra casita que estamos tratando de encajar". Te digo que ya no es tan sencillo. "¿Y cuando lo fue?" me dices. "¿Atrapados?" me repites pareciendo que te burlas de mí. "No estamos atrapados, estamos juntos", remarcas con intensidad. 

Te miro y te vuelvo a mirar. Me sonríes. A veces me parece que no sabes cómo tratarme, que me haces estallar y que me vuelves loca. Pero otras veces, la locura que me vuelves parece mágica, me calmas, me abrazas y todo parece sencillo. 

"¿Crees que nuestra relación sobrevivirá a esto?" te pregunto. "¿Qué es esto?" me contestas. "¿La vida?" me dices. Te miro sorprendida, buscando respuestas en tu mirada. "Y yo que sé" me dices, "sigamos juntos hasta mañana y ya iremos viendo".

Vértigo



domingo, 1 de marzo de 2020

Escribir

Llega marzo y me da miedo coger el bolígrafo. Me regalan un cuaderno perfecto, lo dejó encima de la mesilla y lo miro de reojo. No empiezo la novela pendiente, ni aquella idea que lleva meses rondando mi cabeza, ni el relato para  el concurso de todos los años, ni siquiera un texto corto para subir al blog, en los que me resultaba fácil sacar lo que llevaba dentro. 

Cada mañana camino del cercanías pienso en escribir, en las ganas que tengo, en todo lo que quiero plasmar en un papel. Las ideas revolotean en mi cabeza, los sentimientos parecen más intensos que nunca, creo que podría escribir y no parar nunca. Me subo al tren, envío mis sentimientos por whatsapp, te digo que ya te echo de menos, deseo buenos días y la vida que imagino parece posible. 

Llego al trabajo, sonrío, voy a por agua y vuelvo a sonreír. Trabajo, tecleo fuerte, pienso y trato de que mi cabeza no pare. No lo hace, intento no cometer errores, bajo mi tono de voz para no molestar, creo que parezco calmada pero nadie se lo cree. 

Salgo del trabajo cuando el sol se ha ido y de camino me siento cansada. Gimnasio, super, sofá, me debato qué hacer. A veces te propongo un paseo y parece que el día es diferente. Otras sólo soy capaz de llegar y dejar de pensar. Pongo una serie y olvido el mundo. Alguna vez te digo que sea fiesta, que abramos una botella de vino y que me beses más fuerte. 

Cuando me quiero dar cuenta es hora de dormir y no he escrito ni una palabra. Diría que me arrepiento pero no lo sé. Me digo que al día siguiente escribiré, que lo necesito, que la vida no puede ser así pero algunos días no soy capaz de creérmelo. 

Vuelve a amanecer y repito mi rutina. Me asusta ver que pasan los días. Llega marzo y mis ganas de escribir siguen creciendo. Por fin, un domingo cualquiera, me siento delante del ordenador mientras duermes la siesta y nada me parece tan complicado. Me digo que escribiré las historias pendientes y aunque sé que no será tan pronto como ahora creo, sé  que lo acabaré haciendo porque lo necesito y lo siento dentro.

Vértigo


lunes, 13 de enero de 2020

Comienzos

El curso, el año, la vida empezaba en octubre. ¿Recuerdas?

Hacíamos los exámenes de septiembre, la matrícula y mirábamos hacia el futuro. En septiembre todo terminaba, hasta lo hicimos nosotros, y en octubre todo empezaba. Me teñía el pelo, me decía que iría bien, escribía algún relato con buenas intenciones sobre asignaturas pendientes y comenzaba de nuevo. Decía que nada terminaba en nochevieja, que todo lo hacía en septiembre. 

Pero ya hace demasiado tiempo que las clases terminaron, que las vacaciones son en cualquier mes, que nada cambia en octubre, que dejé de teñirme, que sólo sigue presente mi miedo a septiembre. ¿Debería empezar en enero todo? O quizás nada debería terminar. 

Se acabó el año y seguí mis nuevas costumbres. Aunque ya llevan tanto tiempo que parecen tradiciones. Escribo mi correo fin de año, preparo mi foto resumen, envío buenos deseos por correo postal (como siempre), bailo en el salón, paseo sin destino, brindo como lo hacía mi abuelo, tomo las uvas y sueño despierta, dudo si algo termina, si algo comienza.

Y claro que lo hace, pero consigo entender que igual que cada día. Cada vez que despierto es mi nuevo comienzo, mi nueva oportunidad. No es que mi mundo termine cada noche, no es que me vuelvas a dejar, no es que tenga que reinventarme, no es que nada acabe. Es que tengo la posibilidad de escribir mi historia cada vez que suena el despertador.

Vértigo