domingo, 21 de octubre de 2007

ISMAEL SERRANO – Sueños de un hombre despierto

Es extraño. Sigo a Ismael Serrano desde sus comienzos, sus discos suenan una y otra vez en mi habitación, no me pierdo un concierto y recuerdo cada palabra de sus canciones. Llevo semanas tratando de escribir sobre su último disco y no lo consigo. No lo entiendo, siento que puedo hablar con conocimiento de su música, comparar este álbum con los anteriores, ver su evolución, atacar sus puntos débiles… Pero cuando me siento en la cama con un boli, un papel y Sueños de un hombre despierto sonando de fondo no soy capaz. No consigo escribir críticas venenosas ni dulces alabanzas, no soy objetiva ni tampoco subjetiva. Simplemente no puedo.

Sigue sonando su música y me doy cuenta de que estoy enamorada. Cada vez que escucho a Ismael Serrano me enamoro. Me enamoro de la vida, de la luz del amanecer, de la utopía, de las revoluciones y, por supuesto, me enamoro de ti. Supongo que en este estado miro de manera distinta al mundo y es imposible criticar al desencadenante de este pequeño milagro.

Sólo puedo decir que me gusta Sueños de un hombre despierto y que Ismael Serrano sigue causando el mismo efecto en mí que cuando empezó. Ojalá también lo tenga en ti.

Vértigo

lunes, 1 de octubre de 2007

ESPERANDO

Pisó despacio. Caminó por el salón intentando que sus pisadas no fueran más que caricias a la alfombra. Pasó así toda la noche, hasta que el sol se convirtió en competencia y empezó a entrar por las rendijas llegando delicadamente al suelo. Mientras trataba de decidir que hacer te levantaste y fuiste al salón. No te sorprendió verla. Sabías que algún día vendría y que llegaría sin hacer ruido. La pregunta era cuánto tiempo se quedaría contigo. Te entró miedo, miedo de que se marchara y que su ausencia te consumiera día tras día esperando su regreso. Un regreso incierto. Volviste a tu habitación para confirmar que la cama seguía ocupada. Respiraste aliviado. Pero sin motivo la despertaste cogiéndola demasiado fuerte por las muñecas y diciéndole que no la dejarías marcharse nunca de tu vida. La asustaste. Te dijo que aunque había sido una gran noche, se acabó. Recogió sus cosas y se fue. Volviste al salón y la felicidad ya no estaba. Te sentaste en el suelo dejando que el sol te acariciara, esperando su regreso.

Vértigo