miércoles, 21 de febrero de 2024

Sujetador

Cada mañana al sacar las bragas del cajón mira el sujetador naranja con aro y copa. Hoy por fin lo coge y duda si ponérselo. Se pregunta si está preparada, si su cuerpo se lo permitirá, si todo cambiará al ponérselo. 


Recuerda la última vez que se lo puso. Estaba embarazada de nueve meses y tenía cita en el hospital para inducir el parto. Aquella mañana se miró en el espejo en ropa interior. Su cuerpo parecía que no le pertenecía, que era hogar de una nueva vida, que ella estaba desaparecida. Pero realmente se sentía más ella que nunca, más intensa, más real. No sabía que ya no recuperaría su cuerpo, que ya no volvería a ser ella. En el hospital nacería su peque y ella renacería. 


Ahora muchos meses después sabe algunas cosas y sabe que desconoce muchas más. Coge el sujetador y lo vuelve a mirar, todo lo que puede representar en sus manos. 


Al salir del hospital todo había cambiado. Pensaba que estaba preparada para el postparto, para su cuerpo, para las hormonas, para la nueva vida. No lo estaba. Y menos para la lactancia y los malditos sujetadores de lactancia. 


Llegaron las grietas, el enganche, las dudas de estar haciendo algo mal, la frustración de no saber. Se miraba en el espejo sin ropa y no se encontraba. 


Y llegaron los refuerzos, las matronas con paciencia infinita, las compañeras de experiencia que la hicieron sentirse menos sola, que la ayudaron a entenderse, con las que hablar sin ocultarse, que se convirtieron en su apoyo.


Empezó a no mirarse en el espejo, a no preocuparse si se le corría el rimmel o las zapatillas estaban viejas o el sujetador de lactancia no le favorecía. 


Ahora piensa que quizás olvidó ser mujer pero era necesario para empezar a aprender a ser madre. La duda permanente era si volvería a ser mujer, si encontraría el lugar en el que madre y mujer pueden convivir. 


Estos meses ha ido dando pasos, ha ido descubriendo que puede disfrutar un concierto y echarle de menos a la vez. Y está bien. Recuerda aquel día que se pintó las uñas por primera vez en mucho tiempo y se sintió en el pasado, que por unos segundos olvidó que todo había cambiado. 


Se viste con el sujetador de lactancia y se asusta al verse. Sabe que solo ella nota la diferencia pero no le gusta lo que ve. Se prueba su viejo sujetador y se siente fuerte, se siente con poder, se siente mujer. Pero al segundo le entra la tristeza, ¿estará siendo menos madre? ¿estará traicionando a su pequeño?


Se sienta en la cama y duda de todo. Todavía no ha dejado la lactancia, simplemente pensaba ponerse el sujetador para ir a trabajar y sentirse como antes. A veces echa de menos el antes.  A veces se echa de menos.


Coge a su pequeño y se miran durante unos instantes. Nunca nadie la había mirado de esa manera, tan dulce, tan intensa, tan bonita. Y se vuelve a sentir fuerte, se vuelve a sentir ella. 


Se pone el sujetador con aro y copa, una blusa con escote, los zapatos de tacón alto y se pinta los labios de rojo. Coge de nuevo a pequeño y baila con él por el salón. Se siente mujer y se siente madre. Y todo está bien. 


Vértigo 

viernes, 9 de febrero de 2024

Ismael Serrano

 28 de enero 2024

Teatro Circo Price - Madrid


¿Te puedes arrepentir de lo que no has escrito? 


Yo me arrepiento de cada concierto al que he ido y no saqué tiempo para escribir unas líneas de las emociones vividas. También de los momentos más importantes de mi vida, que no plasmé en un papel, que no tengo un sentimiento escrito al que volver, que me da miedo que se pierda en el recuerdo la intensidad que sentí con el paso del tiempo. 


Hace más de una semana del concierto de Ismael Serrano y ya me parece que empiezo a perder detalles. Un concierto de Isma para mí es más que un concierto. Ya sabes que es la banda sonora de mi vida, que tengo la compañía perfecta con la que ir, que escuchamos vértigo y nos paramos en un abrazo eterno. 


Empecé a escuchar a Ismael Serrano siendo una niña y me ha ido acompañando cada etapa. Ahora ya no planeo unos vinos después, me marcho corriendo a casa donde me esperan las mejores sonrisas. Cada etapa ha sido especial y en cada momento las canciones de Isma sonaban. 


El 28 de enero era el segundo concierto de una nueva etapa de mi vida, una en la que los conciertos se han reducido y los juegos por el suelo lo invaden todo, en la que a veces parece que desaparezco y otras que soy más yo que nunca.


Me pinté los labios de rojo, como todas las noches de concierto. Nos sentamos en nuestras butacas dispuestas a disfrutar un concierto, asumiendo que después de tantos el factor sorpresa era imposible y tampoco nos importaba. Pero nos sorprendió. 


Ismael Serrano, que siempre digo que ya me sé los chistes, que conozco las anécdotas, que puedo terminar sus frases y sus canciones, creó un espectáculo diferente y a la vez más él que nunca, manteniéndose fiel a sus batallas pendientes, a sus traumas, a su sinceridad en la puesta en escena. 


De la gira que hizo con la voz en off de Elena Ballesteros critiqué (puede que sólo en mi cabeza) que resultaba encorsetado, que al estar grabada no dejaba espacio para aplausos, para improvisaciones, para espontaneidad. 


Esta vez mantiene cierta similitud con aquella gira pero dejando margen para los silencios, para la respuesta del público, para dejar que los sentimientos surjan. María Pascual se convierte en su alter ego perfecto llenando de frescura el escenario, creando un ambiente diferente. 


Aunque sabemos que todo es un guion, aunque podemos imaginar a Isma diciendo cada palabra, aunque parece que está hablando consigo mismo, todo parece natural, todo nos lo creemos. Somos espías de su conversación, de sus confesiones, sabiéndonos afortunados por compartir sus dudas, sus problemas, sus miedos. Como siempre en un concierto de Ismael Serrano, nos sentimos menos solos durante unas horas. 


Salí del concierto con sentimientos intensos, comentando camino del metro lo vivido, lo especial que fue. Y empezando a pensar en buscar el momento para plasmarlo en un papel.


Por suerte, hoy he conseguido encontrar el tiempo para intentar encerrar en este folio los recuerdos del sábado 28 de enero de 2024 y esta vez no me arrepentiré aunque el papel se quede pequeño para guardar tantos sentimientos 


Vértigo 





jueves, 1 de febrero de 2024

Carta de un rey mago


Estimado pequeño,

Soy el rey mago Baltasar, el rey favorito de tus padres.

Ya sé que tú todavía no tienes rey favorito pero cuando lo tengas, aunque no sea yo, estaré encantado de que me escribas también.

También sé que todavía no sabes leer y que tus padres tendrán que leerte esta carta. Seguro que encantados. Cuando descubras que leyendo se pueden descubrir lugares mágicos aprenderás corriendo.

Tus padres me han escrito una carta y me han pedido un regalito para ti. Me han contado muchas cosas, aunque me parece que podrían estar hasta el infinito hablando de ti. Te quieren mucho. Para ellos tú eres el mejor regalo.

He pasado el año observándote y has crecido y aprendido muchísimo. Cada día descubres algo nuevo y todo con mucha ilusión. Me encanta cómo miras al mundo.

¿Te han dicho que tienes una sonrisa preciosa? Puedes alegrar el día a cualquiera. Lo mejor es que es una sonrisa autentica, que se nota que eres feliz y que te lo pasas muy bien. Sigue así. Sigue disfrutando.

Te tengo que dar las gracias por todo. Ha sido un verdadero placer estar observándote este año viendo que estás dejando de ser un bebé y que cada día eres más niño, que te falta poco para dar tus primeros pasos, que cada día comprendes más, que juegas y vuelves a jugar.

Estoy deseando que me escribas una carta y yo espero seguir escribiéndotela muchos muchos años. Ojalá no pierdas nunca la ilusión.

Millones de besos

Baltasar