Nos recibe con su mejor sonrisa y un abrazo sincero. Se le nota que le cuesta creerse que hayamos atravesado nubes para estar con él.
Sigue presente su mirada triste pero se escapa algo de ilusión de sus ojos.
Nos coge de la mano y nos enseña su tierra: una ciudad, un puente, una santa, unos lagos, el mar, su casa y otra ciudad.
Le acompañamos debajo del paraguas y debajo del cielo nublado. Le seguimos hasta donde él nos diga sin soltarnos de su mano.
Descubrimos su tierra y su pasado: un paisaje y un álbum de fotos, de aquellos días en los que no tenía mirada triste.
Le miro y empiezo a entender. Conozco su historia, su vida, sus lágrimas. Le conozco un poquito más.
Seguimos de su mano paseando por sus recuerdos e intentando que construya recuerdos nuevos que le saquen una sonrisa.
Nos reímos sin motivo, sonreímos con razones, hablamos de más y callamos al mirarnos.
Quizás su mirada triste ya forme parte de él y lo último que pretendo es cambiarle. Sólo quiero que sea feliz.
Nos despide con una gran sonrisa y un abrazo eterno. Se le nota que le cuesta creer el fin de semana que hemos pasado.
Se nos nota que habrá un antes y un después. Su mirada no será menos triste pero sabrá que puede contar con nosotras.
Vértigo