viernes, 27 de diciembre de 2019

Vida perfecta

Habla de su día a día y yo la escucho atentamente. Parece feliz, tiene todo lo que alguna vez pidió: un marido atento con un buen sueldo que cuida de ella y una peque por la que mataría. 

Su vida programada se está cumpliendo y ella siente que sólo puede estar agradecida. Vuelvo a mirarla cuando habla de tener un segundo hijo, de comprarse una casa, de quedar para comer. Y no la noto feliz. Quiero preguntarle qué pasa, qué ocurre. Pero no hace falta, me lo cuenta como si no fuera importante. 

Nada es tan perfecto, él no es tan atento cada día, no le siente cerca a veces, le parece que algo le falta. No duda, ni lo dudo yo, que se quieren, que juntos están bien, que podrían pasar la vida juntos y seguir bien. La pregunta es si estar bien es suficiente. Habla del matrimonio para toda la vida, de su fe, de sus ideas religiosas, de seguir luchando. 

Y a mí me da pena pensar que no será más feliz, que se tendrá que conformar con estar bien, que siempre dudará si hubiera estado mejor siguiendo otro camino.

Pienso en mí, en mi día a día, en mi felicidad, en la imperfección de mi mundo, en mi puerta siempre abierta para salir y buscar otras alternativas. Tampoco nada es como hubiera soñado. Supongo que porque nunca lo soñé. Nada es perfecto pero puede que lo prefiera imperfecto con pasiones los martes y calma los miércoles. Cuento que discuto demasiado y que me reconcilio más. Y que lo estamos viendo. 

Veo cómo me mira y puede que también sienta pena por mi imperfección. Y entiendo que fue fácil juzgar su vida desde fuera pero que realmente no debería porque no tengo ni idea de lo que pasa cuando se cierra la puerta.

Vértigo


miércoles, 11 de diciembre de 2019

Atracción

Le mira y siente que vuelve a la adolescencia, al pasado, a la intensidad de cada sentimiento y cada segundo. Le mira y duda, no sabe qué pasaría si él le dijera que le agarre de la mano y le acompañe a su habitación de hotel.

Nada tiene sentido, su vida está junto a otra persona, a la que quiere, por la que se siente atraída, que le hace feliz. No serán estables, discutirán demasiado, quizás sobre pasión, pero es con quien quiere estar, con quien construye un futuro y por primera vez se atreve a pensar que puede ser el hombre de su vida. 

Pero de repente está más insegura que nunca. No entiende nada. Ni es guapo, ni es lo que hubiera dicho su tipo (si es que tuviera) y parece bastante perdido en el amor y en la vida. Pero conectan, o eso piensa ella, y le dice que otro vino y no sabe decirle que no.

Seguramente él no la mira como le mira ella. Y esa posibilidad hipotética es irreal. Pero ella se llena de dudas, de preguntas, de opciones. Se plantea si le gustaría dormir a su lado y que le haga llegar a otros mundos. Se sonroja diciéndose que seguro que estaría bien. Pero se da cuenta de que su fantasía termina ahí. Que con quien quiere estar la espera en casa, que con él quiere algo más que recorrer otros mundos, con él quiere avanzar y además, sigue queriendo que le recorra el cuerpo.

Acepta un vino más pero sabe que no aceptará nada más. Aunque no se lo propondrán y sólo será una película en su cabeza que le servirá para reforzar su amor y que su decisión es correcta.

Vértigo

martes, 3 de diciembre de 2019

La cabina

Todavía estaba medio dormida, acababa de salir de casa y estaba amaneciendo, cuando le vio llamando desde la cabina telefónica. 

Pasaba por allí todos los días pero nunca se había fijado en la cabina. Ahora la escena le parecía sacada de otra época. No le conocía, ni le sonaba su cara del barrio pero pensó en preguntarle si estaba bien, si necesitaba un móvil, si le podía ayudar. No lo hizo, seguramente estaba haciendo una llamada normal y su mundo no se estaba acabando. En otros tiempos no le hubiera parecido tan raro.

Le vinieron a la mente otras cabinas telefónicas, otra vida. Recordó a sus padres en las vacaciones de verano buscando cabinas para llamar a sus abuelos, solo para ver que todo estaba bien. Se acordó de monedas, de tarjetas prepago, de su piel morena, de los helados, del mar, de jugar, de mirar al futuro con todas las posibilidades.

Recuerda las vacaciones de estos años, buscando wifi o comprando  tarjetas de datos, con el mismo objetivo, solo queriendo saber que todos están bien.

Pero el futuro ahora lo mira diferente. Parece que las posibilidades han cambiado. Ya no se siente ni tan fuerte ni tan segura. Seguir diciendo que cambiará el mundo le parece estúpido y creer que algún día publicará una novela que ni ha empezado parece irreal. Los sueños se están quedando guardados en un cajón.

Llega al trabajo un poco más abatida que otros días y se pregunta si es posible tener nostalgia de una vida que no ha tenido. No se podrá quejar, no lo hará, sonreirá como siempre y se preguntará si todavía está a tiempo. Volverá a casa y buscará su propia caja de pandora. Llorará esa noche, le abrazará más fuerte y dormirá queriendo volver a soñar.

Al día siguiente se pintará los labios de rojo y, al pasar por la cabina, sonreirá. Se dará cuenta que ya no mira tanto al futuro como cuando era niña porque ahora mira al presente, sigue llamando a sus padres, sigue luchando por su mundo y puede que la novela no sea tan importante.

Vértigo