jueves, 8 de septiembre de 2016

Encuentro

Todavía faltan unas horas para tener que salir de casa pero ya empieza a prepararse. Se mira en el espejo, ha engordado unos kilos desde la última que vez que se vieron, que le hacen sentir más insegura, que duda si llevar mangas o ir con tirantes, que parece que le están pesando.  Aunque está más delgada que hace años, cuando se enamoraron, cuando el mundo parecía que estaba cambiando.

Su pelo ha vuelto a su color natural, que quizás no había aparecido desde los años de instituto. Primero vinieron los colores imposibles, después pasó por las típicas mechas rubias y cuando quiso darse cuenta era una rubia de bote jugando demasiadas veces a creerse el papel. Ahora su color de pelo le vuelve a parecer bonito, le parece que encaja con ella, o con lo que ella cree que es ella.

Se mira las uñas, siempre pintadas. No siempre fue así, quizás a él le siga sorprendiendo que las lleve oscuras. Descubrió los pintauñas en aquel tiempo sin trabajo en el que tuvo que reencontrase consigo misma y en el que el norte no parecía importar. Esa historia él no la sabe, nunca le mandó aquel relato.

Vuelve a su cuarto y mira las posibles camisetas: demasiado escote, demasiado poco, tirantes, esa le hace tripa, la otra está un poco vieja, muy formal, muy informal. No sabe qué imagen quiere transmitir pero sí sabe que quiere parecer segura y feliz. Hasta radiante se dice. ¿Qué más da lo qué piense él?, se pregunta, es sólo alguien del pasado. Pero sigue mirando la ropa, dudando si zapatillas o zapatos. 

Decide la camiseta de colores con mangas, los vaqueros y zapatillas. Quiere sentirse cómoda. Se mira en el espejo de nuevo, ¿cuánto maquillarse? Como todos los días se dice, quizás un poco más, quizás más oscuros los ojos. ¿Los labios rojos? Él no lo sabe pero llevan bastante tiempo significando mucho para ella. Le hubiera gustado contarle que fue a un concierto sola por primera vez y alguien buscó a una rubia de labios rojos. Y esa misma noche, recibió besos que cambiarían su rumbo. 

Le entra la melancolía de nuevo, esa palabra de la que hablaban cuando estuvieron juntos, y que ahora le viene al recordar su pasado. Mira sus anillos e intenta recordar cuales tenía entonces y decidir si ponerse algo que a él le pueda traer recuerdos o es mejor que no. Como si él se fuera a acordar de sus anillos. Se ríe de si misma y de su estúpido planteamiento. Él llevará la alianza y sabe que no podrá evitar mirarla.

Se dice que es una suerte que todo acabara, que gracias a ese fin ha tenido historias imposibles y ahora puede estar viviendo la más importante. Pero se pregunta si el comienzo también fue una suerte. Quizás si nunca hubieran empezado ahora estaría a punto de ver a su mejor amigo.

Está pensando demasiado y el tiempo se echa encima. Se ducha y espera despejar ideas. No sabe por qué está nerviosa ni por qué quiere que él la vea preciosa. Ha pasado tanto tiempo que ya no hay ganadores ni perdedores, sólo dos personas reencontrándose con un futuro por escribir.

Se vuelve a preguntar que quizás sea el momento de recuperar la amistad. Aunque puede ser demasiado tarde y a él, con su mujer y sus hijos, ella sólo le parezca una complicación. 

Sale de la ducha y se viste con la ropa decidida. Poco maquillaje, algo de colonia y suena "como hablar" de Amaral en el aleatorio de su música. Es una señal, se dice, hoy es el nuevo comienzo. Se pinta los labios de rojos y se siente guapa.

Llega al cumpleaños de su amiga, donde sabe que él estará, con su mejor sonrisa, su mejor actitud. Las horas pasan y él no aparece. No puede preguntar, no puede dejar que se le note, pero su mirada siempre está en la puerta esperando verle entrar y que en ese momento sus miradas se crucen y todo pueda ser como antes.

Sabe que se está montando una película y que cada vez es más evidente que no vendrá, que no podrán recuperar el tiempo perdido. Se despide de su amiga y se marcha a casa, decepcionada y hasta triste. No sabe por qué, sólo es alguien del pasado que seguirá en el pasado.

Vuelve a estar delante del espejo, se desmaquilla y ya no se siente tan guapa ni tan segura. Sigue siendo aquella niña a la que le rompieron el corazón y que no supo hacer las cosas bien.

En la cama le espera durmiendo su chico. Ella se sienta en el borde y le dice que él no fue, que no pudo cambiar la historia. Él la abraza y le dice que se meta en la cama, que no le de más vueltas. Ella se deja abrazar y se dice que puede que todo esté mejor así.


Vértigo