sábado, 8 de agosto de 2020

Extraño

Sale de casa y todo le sigue pareciendo extraño. Aunque no es que se lo parezca, es que es extraño. Recuerda cuando no podía salir de casa y sonríe al recordarlo. No lo reconocerá en público, no se lo dirá a nadie, puede que ni ella misma lo acepte pero no estaba tan mal estando encerrada. Pensarlo le hace sentir mal, sentirse cruel, las circunstancias por las que estaba encerrada eran tan horribles que encontrarle el lado bueno le hace sentirse mala persona. 


Pero si consigue separarlo todo y pensar simplemente en estar en casa, no lo recuerda tan duro. Por supuesto que echaba de menos a sus familiares y sus mejores amigos, aunque en cierta manera hablaba tanto con ellos que a veces parecían más cerca que en el día a día normal. También pensaba en los planes, en los conciertos, en los paseos por Madrid, en los viajes, en el sol, en las conversaciones mirándose a los ojos, en ir escuchando música por la calle y estar metida en sus pensamientos.


Estando en casa encontró su rutina, su estructura, su orden. A veces le habían dicho que era cuadriculada y ella se decía que le gustaba improvisar, que era espontánea como los personajes de películas que se dejan llevar. Quizás le sirvió para comprobar que no, que tenerlo todo controlado le venía bien. Puede que fuera porque mientras el mundo se derrumbaba fuera tener todo bajo control en casa le daba cierta seguridad, aunque todo fuera tan frágil. 


Madrugaba para empezar pronto a teletrabajar, paraba para comer, seguía por la tarde y después hacía ejercicio, clases que buscaba por internet. Una serie o first dates, una videollamada, una cena ligera y a dormir. Su rutina de lunes a viernes a mediodía, comiendo sano, sintiéndose que se cuidaba, hasta echándose más crema que nunca. Las uñas pintadas siempre y los labios de vez en cuando. 


El fin de semana se permitía las pequeñas locuras. Vino y ya daba igual si la comida era sana o no, siempre que fuera divertida. Pelis malas, que las pelis buenas que siempre le habían gustado ya no le apetecían. Mil años diciendo que le gustaban los dramas, que no le gustaba reírse y se encontró poniendo en google "comedias de netflix". 


Semana tras semana su rutina era así y en cierta manera se sentía bien. Claro que tenía suerte de tenerle a él a su lado, porque por mucho que estructurara la vida para no pensar demasiado, acababa viendo las noticias y teniendo mucho miedo. Nunca por ella, siempre por la gente a la que quería. Siempre pensando "ojalá no les pase nada". Así que necesitaba que la abrazara cada noche, que le rompiera su rutina diciéndole que en lugar de hacer ejercicio jugaran al trivial online y poniéndola películas buenas. Estar juntos fue intenso y ahora recuerda todas las peleas y siente que fueron necesarias. Que también necesitaba explotar, soltar todo el dolor y la preocupación que tenía dentro para después sentirse vacía y volver a por otro abrazo, que él aunque refunfuñara siempre le acababa dando. 


Todo sigue siendo extraño, pero ya puede salir, puede ver a su gente, puede pasear por Madrid. Y le sigue apeteciendo algunas tardes quedarse en casa juntos sin necesitar nada más. Lo malo es que sigue teniendo miedo y empieza a pensar que tendrá que acostumbrarse a vivir así y a que todo sea extraño.


Vértigo