miércoles, 2 de marzo de 2016

Pase lo que pase

Está sentada observando a su alrededor. Ha sido un día especial, una de sus mejores amigas ha firmado un contrato con un chico al que conoció una noche de borrachera hace ya algunos años y que dice será el amor de su vida.

Se han vestido de gala, la novia de blanco, el novio de chaqué y ella se compró su primer vestido largo con el que va barriendo el suelo. Cada vez que se mira en el espejo tiene que hacerlo dos veces para poder reconocerse: el peinado, el maquillaje, el tocado imposible y los pendientes de su madre. Se siente como cuando era pequeña y en la actuación de fin de curso se disfrazaba de mayor y se sentía tan diferente con los labios pintados. 

Observa mientras suena paquito el chocolatero y la novia baila tan feliz aunque hace una semana dijera que no sonaría en su boda. Se le acerca el primo del que llevan meses hablándole y que hasta que no se ha tomado tres copas ni la miraba. Le dice que está cansada, que le duelen los pies y que prefiere seguir sola. Él, aturdido con la respuesta, vuelve a la pista y agarra la primera cintura que ve.

Ya se han ido todos sus amigos que tienen niños, que no han dejado de hablar de pañales, leche materna y partos dolorosos. Sonríe al recordar como era imposible que un sábado se fueran a dormir antes de las siete y ahora sus sábados acaban a las once.  La sonrisa se le pasa cuando piensa en lo fuerte que parecía su amistad, “pase lo que pase seguiremos siendo amigas”, lo decían, lo sentían y se lo creían.

Quizás sólo se engañaban a si mismas y no hay que buscar culpables. Los novios y  maridos complicaron quedadas y noches de amigas, pero seguían estando ahí, seguían formando parte, seguía siendo un “pase lo que pase”.

Pero pasaron los niños y ahora se da cuenta que es un club exclusivo al que no se puede entrar si no se habla de cochecitos, guarderías e infecciones. Ya no encaja en sus planes, aunque a ella no le importe ir a merendar en vez de ir de botellón; dejaron de avisarla, hicieron que ya no forme parte. 

Mira a la novia y se pregunta si pasará lo mismo, ya han hablado de que quiere ser madre pronto y tiene miedo de perder otra amiga, que no vea que siguen siendo compatibles.

Le empiezan a doler las etiquetas. Hoy se ha sentido muy marcada por algo que no le preocupa, que no le quita el sueño. Lleva todo el día escuchando las estúpidas frases: si viene sola, si no tiene novio, si sabe que se le va a pasar el arroz… “¿Qué arroz”, se pregunta ella. 

Siempre le ha gustado sentirse libre para vivir la vida que ha querido, lo único que le entristece es ver que se confundió al creerse algún “pase lo que pase”, que confió en gente que no debería, que espera no volver a equivocarse. 

La novia la observa a ella esta vez, realmente lo hizo muchas veces pero ella no se dio cuenta. Se sienta a su lado y le pregunta un “qué tal” como si encontraran por la calle, como si fuera un whatsapp, como si fueran las palabras perfectas. 

Se miran y sonríen. Hablan de todo y de nada y parece que hay esperanza. “¿Sabes?, te voy a contar un secreto”, le dice la novia, “estoy embarazada”. Se abrazan en un abrazo en el que sin  palabras se entienden. “Seguiremos siendo amigas” le promete y se abrazan de nuevo.

Está sentada observando, han pasado algunos años y observa como los niños juegan en el parque pero no lo hace sola, su amiga está su lado proponiéndole que el viernes cenen juntas.

Sus vidas son diferentes, una hace comparativos de colegios, la otra de vacaciones lejanas, una sabe de juguetes y la otra de restaurantes de moda. Pero su amistad es real, su “pase lo que pase” es auténtico.


Vértigo