lunes, 12 de diciembre de 2016

Soltera

Llega a casa después de una típica noche de domingo. Llovía y acabaron en un centro comercial, cenando y brindando, hablando de la semana, de las futuras vacaciones y de alguna escapada al mar.

Se han despedido con un beso y con un "avísame cuando llegues" y los dos sonreían. Parece que por fin se han encontrado, aunque discutan los días impares de las semanas pares y se reconcilien al salir el sol.

La vida no se ha vuelto fácil, siguen teniendo muchas decisiones que tomar, puntos intermedios en los que quedarse, besos que robarse. Pero parece menos difícil si están juntos.

Se desmaquilla y se mete en la cama. No tiene sueño y se pone a pensar. Ahora tiene una pareja, un futuro, una manera de ver el mundo, un planteamiento de vida. No el que hubiera pensando, no el que hubiera dicho hace unos años.

Se empieza a imaginar una vida sin él, qué hubiera pasado si aquella noche no se hubieran encontrado. 

Piensa que ahora estaría soltera, que se habría comprado un pequeño pisito y que su agenda estaría llena de planes y de contactos de hombres incorrectos. No se atreve a imaginar si ese amor platónico que siempre revoloteó alrededor de su vida seguiría ahí o se hubieran cansado mutuamente de jugar a esconderse. Habrían aparecido otras personas, algunos para quedarse y otros para abrazarla una noche. 

Quizás hubiera seguido siendo rubia o quién sabe, habría vuelto al caoba. Los vestidos de fiesta quizás no faltarían en su armario, puede que de un par de tallas menos que la que ahora utiliza. Puede que no se estuviera perdiendo ni un concierto ni un recital de poesía (aunque ahora se pierde pocos) y nunca tuviera que acudir a un plan por compromiso. No habría comidas con familia política ni sonrisas mientras le repitieran si no quería comer más. No habría suegra mirándola como si no fuera lo suficientemente buena para su hijo.

Iría a las bodas sola, sería ese número impar que colocar en las mesas y no tendría que ir a bodas sin conocer a los novios. Sus amigas le dirían que tienen que presentarle a compañeros de trabajo solteros y encantadores, mientras sabe, que no estaría buscando el amor. 

Piensa que miraría a las parejas y no sentiría envidia, pensaría que es otra manera de vivir la vida, como lo piensa ahora. Vería a sus amigas casarse, tener niños, envejecer. Y ella también envejecería pero a otro ritmo. 

Sonríe al pensar en él y al recordar que la soltería siempre le pareció una actitud rebelde que pensaba mantener: una lucha contra esa tendencia que parece que marca la sociedad de emparejar a la gente y tratar de excluir a los que permanecen solteros. Los 2x1 de los domingos, las habitaciones dobles de hotel, lo complicado de comprarse un piso siendo uno, los impedimentos para adoptar, las miradas familiares que te insinúan que se te pasa el arroz, los comentarios de "algún defecto tendrá si sigue soltero", el pensamiento de "tener pareja es lo normal", las ofertas tamaño familiar en el súper y las docenas de huevos. Pensaba que estar soltera era su manera de demostrar que nada era cierto, que siendo una podía ser tan feliz o tan infeliz como siendo dos, que no había que vivir la vida como nos dicen que la vivamos. 

Y ahora se imagina la vida sin él y le parece una buena vida. No le necesita, puede no aprovechar el 2x1 de los domingos y sobrevivir. Puede estar sin él y sin ningún hombre a su lado y tener la vida que quiera tener, sintiéndose querida por familiares y amigos, buscando pasión las noches locas, cuidando de sus sobrinos, comprando para uno y diciendo bien alto que es el perfecto número impar.  

Pero piensa en él de nuevo y vuelve a pensar en estar sin él.

No le necesita, pero le quiere a su lado. Le gusta lo que siente cuando están juntos, que le de los buenos días y hablar de todo y de nada; ir a conciertos y a rutas por el campo; compartir los momentos especiales y las compras del súper; ver películas en su sofá mientras cenan un pizza congelada. 

Sabe que le ha roto todos los esquemas, que ya no puede demostrar lo bien que se está sola, que suena a contradicción defender la soltería cuando camina con él a su lado. Se dice a si misma, que puede seguir defendiendo la diversidad de alternativas pero siente que ha perdido fuerza, que decir que se está bien sola cuando se tiene novio, no es tan convincente. 

Suena el teléfono, él ha llegado a su casa y le manda un beso de buenas noches. Y ella, vuelve a pensar un segundo y al siguiente se da cuenta que es hora de sentir. Le manda un "te quiero" y entiende que puede seguir luchando por todas sus causas con él a su lado.

Vértigo


jueves, 8 de septiembre de 2016

Encuentro

Todavía faltan unas horas para tener que salir de casa pero ya empieza a prepararse. Se mira en el espejo, ha engordado unos kilos desde la última que vez que se vieron, que le hacen sentir más insegura, que duda si llevar mangas o ir con tirantes, que parece que le están pesando.  Aunque está más delgada que hace años, cuando se enamoraron, cuando el mundo parecía que estaba cambiando.

Su pelo ha vuelto a su color natural, que quizás no había aparecido desde los años de instituto. Primero vinieron los colores imposibles, después pasó por las típicas mechas rubias y cuando quiso darse cuenta era una rubia de bote jugando demasiadas veces a creerse el papel. Ahora su color de pelo le vuelve a parecer bonito, le parece que encaja con ella, o con lo que ella cree que es ella.

Se mira las uñas, siempre pintadas. No siempre fue así, quizás a él le siga sorprendiendo que las lleve oscuras. Descubrió los pintauñas en aquel tiempo sin trabajo en el que tuvo que reencontrase consigo misma y en el que el norte no parecía importar. Esa historia él no la sabe, nunca le mandó aquel relato.

Vuelve a su cuarto y mira las posibles camisetas: demasiado escote, demasiado poco, tirantes, esa le hace tripa, la otra está un poco vieja, muy formal, muy informal. No sabe qué imagen quiere transmitir pero sí sabe que quiere parecer segura y feliz. Hasta radiante se dice. ¿Qué más da lo qué piense él?, se pregunta, es sólo alguien del pasado. Pero sigue mirando la ropa, dudando si zapatillas o zapatos. 

Decide la camiseta de colores con mangas, los vaqueros y zapatillas. Quiere sentirse cómoda. Se mira en el espejo de nuevo, ¿cuánto maquillarse? Como todos los días se dice, quizás un poco más, quizás más oscuros los ojos. ¿Los labios rojos? Él no lo sabe pero llevan bastante tiempo significando mucho para ella. Le hubiera gustado contarle que fue a un concierto sola por primera vez y alguien buscó a una rubia de labios rojos. Y esa misma noche, recibió besos que cambiarían su rumbo. 

Le entra la melancolía de nuevo, esa palabra de la que hablaban cuando estuvieron juntos, y que ahora le viene al recordar su pasado. Mira sus anillos e intenta recordar cuales tenía entonces y decidir si ponerse algo que a él le pueda traer recuerdos o es mejor que no. Como si él se fuera a acordar de sus anillos. Se ríe de si misma y de su estúpido planteamiento. Él llevará la alianza y sabe que no podrá evitar mirarla.

Se dice que es una suerte que todo acabara, que gracias a ese fin ha tenido historias imposibles y ahora puede estar viviendo la más importante. Pero se pregunta si el comienzo también fue una suerte. Quizás si nunca hubieran empezado ahora estaría a punto de ver a su mejor amigo.

Está pensando demasiado y el tiempo se echa encima. Se ducha y espera despejar ideas. No sabe por qué está nerviosa ni por qué quiere que él la vea preciosa. Ha pasado tanto tiempo que ya no hay ganadores ni perdedores, sólo dos personas reencontrándose con un futuro por escribir.

Se vuelve a preguntar que quizás sea el momento de recuperar la amistad. Aunque puede ser demasiado tarde y a él, con su mujer y sus hijos, ella sólo le parezca una complicación. 

Sale de la ducha y se viste con la ropa decidida. Poco maquillaje, algo de colonia y suena "como hablar" de Amaral en el aleatorio de su música. Es una señal, se dice, hoy es el nuevo comienzo. Se pinta los labios de rojos y se siente guapa.

Llega al cumpleaños de su amiga, donde sabe que él estará, con su mejor sonrisa, su mejor actitud. Las horas pasan y él no aparece. No puede preguntar, no puede dejar que se le note, pero su mirada siempre está en la puerta esperando verle entrar y que en ese momento sus miradas se crucen y todo pueda ser como antes.

Sabe que se está montando una película y que cada vez es más evidente que no vendrá, que no podrán recuperar el tiempo perdido. Se despide de su amiga y se marcha a casa, decepcionada y hasta triste. No sabe por qué, sólo es alguien del pasado que seguirá en el pasado.

Vuelve a estar delante del espejo, se desmaquilla y ya no se siente tan guapa ni tan segura. Sigue siendo aquella niña a la que le rompieron el corazón y que no supo hacer las cosas bien.

En la cama le espera durmiendo su chico. Ella se sienta en el borde y le dice que él no fue, que no pudo cambiar la historia. Él la abraza y le dice que se meta en la cama, que no le de más vueltas. Ella se deja abrazar y se dice que puede que todo esté mejor así.


Vértigo



domingo, 21 de agosto de 2016

Imposible

Nos encontramos en los imposibles,
cuando ningún futuro nos espera,
y el pasado nos pesa.

Nos miramos sabiendo que no,
no es nuestro momento y
y nunca lo será.

En otra vida somos marido y mujer,
me puse un horrible vestido blanco,
tú me juraste amor eterno,
ninguno siendo sincero.

En esta vida no somos pareja,
ni nos hemos querido,
pero nos seguimos necesitando.

Nos escuchamos sabiendo que mentimos,
dirán que otros son los engañados,
pero tú y yo sabemos que lo somos nosotros.

Somos el error permanente,
el amor que no existe,
el fracaso que no fracasa.

Nos miramos y nos sentimos avanzar,
pero sólo lo hacemos cuando no nos miramos,
y nos cuesta demasiado no hacerlo.

Nos tenemos enfrente y dudamos,
seguir equivocándonos juntos
o empezar a acertar separados.

Nos decimos que se acabó,
pero sabemos que nunca empezó
y volvemos a estar en el imposible.



Vértigo

lunes, 11 de julio de 2016

Debajo de la manta

Escondida debajo de la manta,
dejando ver sólo mis ojos,
y tratando de evitar que los pies se escapen,
te observo moverte por la casa.

No hago ruido y trato de ser invisible,
imaginando tu mundo sin mí,
planteándome otras vidas,
preguntándome qué hubiera pasado,
qué sería de nosotros
si el destino no hubiera jugado a jugar.

Quizás hubieras conocido otros amores,
quizás hubiera seguido fracasando,
quizás en este mismo instante,
pensaríamos en el destino.

Te sigo observando de un lado a otro,
preparando la cena y las palomitas,
diciendo que se hace tarde,
que decidamos pizza y película,
escuchando mi silencio.

Mientras sigo recordando,
pensando en aquella larga noche,
en la que todo pudo cambiar,
y en la que todo cambió.

Mi vida se había vuelto extraña,
y estaba empezando a dudar,
cometiendo errores sabiendo que eran errores,
dejando de luchar en guerras imposibles.

Abría historias y no conseguía cerrarlas,
buscaba rumbos que parecían perdidos,
buscaba soluciones a problemas sin solución,
buscaba olvidando la brújula del bolso,
buscaba sabiendo que no buscaba.

Aquella noche me disfracé,
me puse un vestido rosa y tacones,
me pinté los labios de rojo chanel,
nunca había sido tan rubia,
nunca había sido tan personaje.

Empecé la noche con canciones,
con sentimientos guardados.
con palabras que se decían sin decir,
sin miedo a estar sola y con miedo a sentir.

Apareciste sin hacer ruido,
fijándote en mis cuernos y en mi mirada,
atravesando el rubio y el vestido,
viendo más de lo que se veía,
y proponiéndome sinceridad.

Ahora te observo debajo de la manta,
con el pelo castaño y la cara lavada,
vigilando que los pies no se escapen,
siendo persona y no personaje.

Te acercas y me das un beso,
me dices que baje de las nubes,
te digo que subas conmigo,
demostramos que es posible el equilibrio,
que la magia y la realidad conviven,
que somos tú y yo y a la vez nosotros.

Vértigo

miércoles, 2 de marzo de 2016

Pase lo que pase

Está sentada observando a su alrededor. Ha sido un día especial, una de sus mejores amigas ha firmado un contrato con un chico al que conoció una noche de borrachera hace ya algunos años y que dice será el amor de su vida.

Se han vestido de gala, la novia de blanco, el novio de chaqué y ella se compró su primer vestido largo con el que va barriendo el suelo. Cada vez que se mira en el espejo tiene que hacerlo dos veces para poder reconocerse: el peinado, el maquillaje, el tocado imposible y los pendientes de su madre. Se siente como cuando era pequeña y en la actuación de fin de curso se disfrazaba de mayor y se sentía tan diferente con los labios pintados. 

Observa mientras suena paquito el chocolatero y la novia baila tan feliz aunque hace una semana dijera que no sonaría en su boda. Se le acerca el primo del que llevan meses hablándole y que hasta que no se ha tomado tres copas ni la miraba. Le dice que está cansada, que le duelen los pies y que prefiere seguir sola. Él, aturdido con la respuesta, vuelve a la pista y agarra la primera cintura que ve.

Ya se han ido todos sus amigos que tienen niños, que no han dejado de hablar de pañales, leche materna y partos dolorosos. Sonríe al recordar como era imposible que un sábado se fueran a dormir antes de las siete y ahora sus sábados acaban a las once.  La sonrisa se le pasa cuando piensa en lo fuerte que parecía su amistad, “pase lo que pase seguiremos siendo amigas”, lo decían, lo sentían y se lo creían.

Quizás sólo se engañaban a si mismas y no hay que buscar culpables. Los novios y  maridos complicaron quedadas y noches de amigas, pero seguían estando ahí, seguían formando parte, seguía siendo un “pase lo que pase”.

Pero pasaron los niños y ahora se da cuenta que es un club exclusivo al que no se puede entrar si no se habla de cochecitos, guarderías e infecciones. Ya no encaja en sus planes, aunque a ella no le importe ir a merendar en vez de ir de botellón; dejaron de avisarla, hicieron que ya no forme parte. 

Mira a la novia y se pregunta si pasará lo mismo, ya han hablado de que quiere ser madre pronto y tiene miedo de perder otra amiga, que no vea que siguen siendo compatibles.

Le empiezan a doler las etiquetas. Hoy se ha sentido muy marcada por algo que no le preocupa, que no le quita el sueño. Lleva todo el día escuchando las estúpidas frases: si viene sola, si no tiene novio, si sabe que se le va a pasar el arroz… “¿Qué arroz”, se pregunta ella. 

Siempre le ha gustado sentirse libre para vivir la vida que ha querido, lo único que le entristece es ver que se confundió al creerse algún “pase lo que pase”, que confió en gente que no debería, que espera no volver a equivocarse. 

La novia la observa a ella esta vez, realmente lo hizo muchas veces pero ella no se dio cuenta. Se sienta a su lado y le pregunta un “qué tal” como si encontraran por la calle, como si fuera un whatsapp, como si fueran las palabras perfectas. 

Se miran y sonríen. Hablan de todo y de nada y parece que hay esperanza. “¿Sabes?, te voy a contar un secreto”, le dice la novia, “estoy embarazada”. Se abrazan en un abrazo en el que sin  palabras se entienden. “Seguiremos siendo amigas” le promete y se abrazan de nuevo.

Está sentada observando, han pasado algunos años y observa como los niños juegan en el parque pero no lo hace sola, su amiga está su lado proponiéndole que el viernes cenen juntas.

Sus vidas son diferentes, una hace comparativos de colegios, la otra de vacaciones lejanas, una sabe de juguetes y la otra de restaurantes de moda. Pero su amistad es real, su “pase lo que pase” es auténtico.


Vértigo

martes, 16 de febrero de 2016

Golpes

“No vales para nada” le volvió a decir, como todas las noches. Escuchaba bajando la mirada, creyéndose las palabras, sintiéndose culpable por no ser suficiente.

En el trabajo no conseguía ascender, en casa se le seguían agarrando las lentejas y los niños no le hacían caso cuando les mandaba lavar los dientes.

“Menos mal que me tienes a mí” le repetía, “nadie te querría si no lo hiciera yo”, “no podrías sobrevivir” le seguía diciendo y cada vez lo interiorizaba más.

Su madre llamaba los lunes y siempre le decía que todo iba bien. Aunque ella notaba la tristeza. Había pasado de ser alguien con quien hablar, con quien reír, con quien estar, a ser alguien que no estaba cuando estaba cerca, siempre ausente, siempre con la mirada perdida, con inseguridades y miedos.

Abandonó todas sus actividades, el gimnasio, escuchar a cantautores, hasta había dejado de escribir. Ya no le quedaban casi válvulas de escape. Quedaba una: sus niños. Por ellos la vida seguía mereciendo la pena, todo seguía teniendo sentido, todo se podía aguantar.

Aunque tuviera que escuchar “mejor que no aprendan de ti”, ni pudiera hablarles de sueños, de cuando era joven y quería escribir, de un futuro en el que ya no creía.

Cada noche era la misma historia, a veces las palabras eran menos duras, otras sólo esperaba que los niños no escucharán los gritos.

Una noche de navidades llegó tarde a casa, ya había avisado que era la cena de navidad de la empresa y no podía faltar. Cuando entró por la puerta intentando no hacer ruido, le estaban esperando.

Pensó que sería lo de siempre, pero las palabras se fueron elevando y elevando hasta que recibió el primer guantazo. Fue a levantar la mano para devolverlo hasta que ella le miró con esa mirada que le decía que era la madre de sus hijos y que pegarla sólo sería un error. Se quedó inmóvil y recibió más golpes y más insultos.

Fue la primera de muchas noches en la que se convirtió en saco de golpes. Ella de vez en cuando le daba un beso y le decía que no volvería a pasar.

Él trataba de ocultar los moratones y el dolor, aguantaba que sus amigos dijeran que “tenía mucha suerte por tenerla” y sabía que nadie le entendería y que si se marchaba nunca volvería a ver sus hijos.



Vértigo



viernes, 29 de enero de 2016

Me gusta

Me gusta ser tu rubia de labios rojos
que bebe tinto de verano (con limón),
lleva vestido y tacones, 
escucha a ismael serrano 
y sonríe eternamente. 

Que te besa cuando no te lo esperas,
que se pone a hablar sin parar
sobre sus mundos mágicos,
sus palabras, sus batallas ganadas
y sobre cómo te va a enamorar. 

Me gusta ser tu rubia de labios rojos,
que me mires con deseo y miedo,
sabiendo que podrías ser feliz a mi lado
y ser infeliz si me marcho,
pensando que el poder lo tengo yo. 

Aunque el poder no exista,
o quizás lo tengamos los dos,
o no lo tengamos ninguno. 
Y el único que pueda ser real,
quizás sea el de los besos.

Me gusta que descubras que no existo,
que el rubio es de bote,
el pintalabios de chanel,
los tacones me los quito
y me gusta ir con vaqueros.

Que tengo infinitos miedos,
que he fracasado mil veces,
que no sé nada del amor
y que cuanto más hablo,
más insegura estoy.

Voy perdiendo el rubio a tu lado,
voy encontrando el norte,
voy descubriendo que no tengo que mentir,
ni pretender ser un personaje,
ni saber siempre lo que decir.

Me gusta que seas tú a mi lado
me gusta ser yo a tu lado,
con tacones o zapatillas de casa,
con el pelo rubio o castaño,
y que me quites el rojo chanel con tus besos.



Vértigo

martes, 19 de enero de 2016

¿Recuerdas?

¿Recuerdas cuando fui incertidumbre y tú eras mi principio?
Cuando yo dejaba al boli correr y tú leías poniendo puntos y comas.
Cuando aprender era lo importante y suspender no lo era tanto.
Cuando besarse se volvió inevitable.

¿Recuerdas lo que sentías?
La magia al escuchar el despertador,
las ganas de ir a la universidad,
las mariposas de las que hablan las películas,
el amor como nunca había existido.

¿Recuerdas tener el mundo por delante?
La juventud nos lo ofrecía todo,
el miedo no impedía nada,
los sueños parecían cumplirse,
sólo nos necesitábamos el uno al otro.

¿Recuerdas sentir que era posible?
Pasar de la amistad al amor,
ser el tópico real y feliz,
apoyarse y quererse,
sonreír y que todo cambiara.

¿Me recuerdas algunas noches?
Cuando el día ha sido duro y quieres dormir,
cuando miras tu vida y notas mi ausencia,
cuando imaginas otros mundos.

¿Recuerdas recordarme?
¿O mi recuerdo ya ni es un recuerdo?

A veces recuerdo recodarte,
a veces duele tu recuerdo,
a veces olvido tu recuerdo;
pero siempre recuerdo tus puntos y coma.



Vértigo

viernes, 1 de enero de 2016

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Vértigo