Te tengo delante. Veo tu espalda y si muevo el brazo podría tocarte.
Me tienes detrás. O no sabes que estoy ahí (como siempre) o no quieres saberlo.
Ayer terminé una etapa y mañana empezaré otra.
Hoy estoy viéndote y no puedo evitar repasar nuestra historia. Otra vez:
Empiezo por el final, cuando me cruzaba contigo y no te saludaba.
Aquellos días en los que moría al verte, en los que el mundo se hundía a mis pies.
El momento en el que te dije que te fueras de mi vida.
Las semanas que no fui yo, traicionándome en cada palabra que te dije, en cada letra que teclee.
El día que me rompiste el corazón en tantos pedazos que creo que nunca los encontraré todos.
Los meses que estuvimos en una nube, compartiendo besos y sueños.
Las horas de clase sin escuchar al profesor, repasando mis relatos y tus miedos.
Aquel día de verano en el que nos conocimos y no hubo flechas ni química, sólo momentos.
El principio no lo puedo cambiar. El final sí. Tengo que dar un paso hacia delante.
No estoy segura. Podría morir de nuevo, perder otro pedazo de corazón o volver a traicionarme. O podría cerrar tu historia con la misma sonrisa que siempre nos acompañó.
“¿A entregar papeles?” ¿Sí, no te había visto?”
Con una pequeña conversación en la que nos brillaban los ojos pusimos el fin de una etapa de nuestra vida.
Vértigo