miércoles, 6 de febrero de 2019

Amigas

Me pregunto qué hice mal. ¿Sabes? Me lo he preguntado tantas veces, he buscado una respuesta o varias en demasiadas ocasiones, que ahora parece rutina preguntármelo y casi deja de doler. 

Algo pasó, o algo cambió y siempre supuse que yo era la culpable. 

¿Nunca merecí una explicación?

Hace mil años éramos tan amigas que contábamos la una con la otra para todo lo importante, que podíamos hablar de cualquier cosa, que podíamos reír o llorar, según hiciera falta, con la otra al lado. Éramos diferentes pero nos entendíamos y cuando no lo hacíamos, no nos juzgábamos y nos apoyábamos. 

La vida cambio. Y nos cambió.

Sabes que me alegré que algunos de tus problemas se fueran, que tu vida se centrara, que encontraras tu lugar.

También viví cambios, cometí errores, maduré y estabas ahí, aconsejándome, ayudándome. 

Cuando por fin parecía que las dos nos estabilizábamos (cada una a su manera), despareciste de mi vida. Y me quedé sin ti, sin una explicación, sin mi amiga.

¿Cómo reprocharte que no me escribas, no me llames, no me contestes, no nos veamos? Cuando vives en otro mundo, no tienes tiempo para respirar y tu vida te consume. 

Cada cierto tiempo lo intento, te escribo, te digo que te echo de menos y siento que no estás al otro lado, que no sé quién eres.

Y siento que es mi culpa, que quizás no supe entenderte, que no estuve a la altura cuando tu vida cambió, que también me centré en mi vida, que no volví a visitarte, que di por supuesto una amistad para toda la vida. Y entonces, me pregunto si esos fueron los motivos.

También me pregunto por qué sigo buscando respuestas y soluciones cuando parece que tú ya cerraste nuestra etapa hace ya mucho tiempo.

Vértigo