17 de Abril de 2013
Libertad 8
Madrid
Vuelvo a las viejas costumbres de escribir tarde. De decirme que tengo que escribir con el corazón en el momento adecuado, que tengo que vivir sintiendo y pensando sólo lo necesario.
Quise escribir sobre el concierto de Marino esa misma noche, coger el boli y dejarlo llevar. Pero pensé y me fui a dormir, recordando el despertador, el trabajo, el mañana...
Llegaron otras aventuras, otras historias, otras noches mágicas y el concierto de Marino quedó oculto debajo de la confusión que es mi vida.
Pero hoy vuelve a mi mente y recuerdo con cariño una noche que tampoco fue una noche cualquiera. En la que acudimos para seguir huyendo del vértigo sabiendo que no es posible.
Marino se enfrentaba a sus propios vértigos subiendo al escenario de Libertad 8, acompañado por Alejandro Martínez al piano.
Un concierto distinto. Un violinista siendo cantautor. Un cantautor sin prejuicios. Unos prejuicios que todos dejamos en la puerta.
Observo a Marino y siento envidia. Gran violinista con mundo interior que deja salir en libertad, negándose a ser sólo lo que se espera que sea. Es mucho más, tiene más que ofrecer y lo hace subiendo al escenario y demostrándolo.
Y me gustaría seguir su ejemplo, que mi mundo sea exterior y que no sólo pienses que soy la chica que va a trabajar con blusita, que estudió lo que tenía que estudiar, que vive la vida que le planearon, que no arriesga cuando no va a ganar. Subiría a mi hipotético escenario y podrías ver que también soy mucho más, que me quito la blusa y aparece una camiseta de mil colores, que está orgullosa de lo que estudió aunque no es lo que la define, que vivió la vida que le planearon pero ya dejó de seguir planes, que arriesga sabiendo que millones de veces perderá.
Marino consigue que deje de verle como el violinista que acompaña a cantautores que sigo en sus conciertos. Se convierte en alguien a quien seguir. Canciones con letras imposibles llenas de sentimientos, de fuerza y fragilidad, de verdad y de mentiras, de amores y desamores, de risas y de lágrimas.
Su voz me causa dudas. Podría decir que le falta, que necesita más fuerza, pero creo que tiene la voz perfecta para sus canciones, para sus infiernos y sus luces. Su presencia en el escenario no necesita más. También podría decir que le faltan conciertos, más noches siendo el protagonista, es cuestión de tiempo que se sienta tan cómodo en el centro como se siente en un lateral.
Volví a decir que no cantaría, que mi voz no soportará más canciones. No pude no cantar cuando sacó sus carteles con "son adelantos del destino". No pude no dejarme llevar en su concierto. No pude no recordar que todo debería ser sencillo, como lo es cuando alguien hace lo que siente que tiene que hacer. Marino es la prueba.
Llegué a casa y olvidé pronto las buenas intenciones. Dormí pensando en el mañana. Hoy recupero lo que me transmitió Marino, recuerdo una gran noche en la que sentí que podría lograrlo, aunque no supiera el qué.
Sólo una última pega, querría seguir escuchando las canciones de Marino una y otra vez, pero no hay disco para reproducir en mis cascos.
Vértigo
4 comentarios:
Las pocas veces que he podido verle al violín me ha maravillado...
Y por lo que dices también sabe transmitir cantando...
Al violin, consigue que muchas canciones atraviesen la piel directamente a las costillas.
Eso es algo muy grande.
Cuídate.
Vas de un concierto en otro.
Tengo que escuchar a ese chico...
Creo que Marino ha conseguido algo díficil: ser protagonista acompañando a otros. Él y violín han llegado lejos porque conseguían transmitir tanto como la propia canción, no eran simples acompañamientos.
Creo que era merecido que presentase sus propios temas, tenga voz o no, lo que importa siempre en la canción es el sentimiento que te transmite y de eso Marino va sobrado.
Un abrazo.
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