martes, 3 de noviembre de 2015

Te quiero

Recibió un mensaje con dos palabras: "te quiero". Era una tarde de sábado que se sentía perdida y trató de encontrarse recorriendo los pasillos de un museo que le traía recuerdos de una infancia que ahora parecía demasiado lejana. 

Volvió a leer el mensaje. A buscar entre líneas, a sentir una respuesta. No había nada que encontrar, el número no estaba guardado en su agenda y las palabras lo decían todo o no decían nada. 

Se sintió extraña. Las grandes palabras, mágicas y comunes, que lo cambian todo cuando se dicen. Y de repente, en su mente, colándose por sentimientos y recuerdos, por pasados y futuros, por palabras dichas y escuchadas. 

Viajando a otras vidas, se acordó de su primer novio, de la historia que tanto sintió que le marcó, de lo que le costaba decir las palabras. Aunque como tardaron tanto en darse el primer beso, hacía meses que ya se querían. Sonrió al pensar en ese beso, en esa época, en ese amor. Inevitablemente, el pensamiento llegó hasta el final, al dolor, a las lágrimas y la cara se le cambió. 

Quiso pasar al siguiente te quiero de su vida. Fue aquel muchacho agradable que quizás nunca llegara a conocerla bien, o eso creía, porque ahora que han pasado tantos años, empieza a pensar que sí se conocieron y por eso vieron que no encajaban y no fue necesario sufrir. Le dijo que la quería estando abrazados en un teatro, como quien no lo dice, como quien tiene miedo a ser escuchado. 

Siguió recorriendo pasillos, redescubriendo a Juan Gris y deteniéndose en el cuadro favorito de su madre. Se preguntó si habría fantasmas por los antiguos pasillos de aquel hospital y si podrían acompañarla en su visita o perseguirla como sus recuerdos. 

Pensó en otros hombres, en otros besos, en otros "quédate a dormir", que no iban acompañados de te quieros ni tampoco les hacía falta. 

Y llegó a él, al hombre que había descuadrado todos sus esquemas, que había llegado sin hacer ruido y que había conseguido que dijera te quiero en voz alta y al que le costaba decirlo. Por fin expresaba lo que sentía pero había encontrado a alguien que era como ella lo había sido siempre, que le gustaba demostrar pero no decir. 

Ahora tenía un te quiero en sus manos y un hombre al que parecía que había que arrancárselos. Quizás quedarse con las palabras y huir de quien no lo dice. O puede que los fantasmas de su pasado estuvieran queriendo que saliera corriendo tratando de evitar posibles lágrimas. 

Dejó de mirar cuadros y se fue al baño para mirarse así misma delante del espejo. Sus ojos eran sinceros en su decisión, sus miedos eran reales pero tenía que aprender a convivir con ellos. Respondió al mensaje con un "te has confundido" y le llamó para decirle que le quería y él contestó con un "yo también te quiero".


Vértigo


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