Camino de su casa una idea empezó a dar vueltas en su cabeza. No sabe cómo llegó el primer planteamiento, pero lo descartó al instante siguiente. Siguió pensando en la noche que había pasado, en las risas, en los brindis, en sus amigas escuchando sus historias, en la vida que iban construyendo mientras ella parecía que destruye la suya. No le dio importancia, se seguía repitiendo que cada uno tiene su ritmo, sus tiempos, su manera de entender el mundo. Sabe que está llegando tarde, que tuvo que equivocarse hace años y lo hace ahora, cuando quizás sean más graves los pasos incorrectos, cuando perder el camino puede implicar no recuperarlo nunca.
Vuelve a repasar la noche. Se lo ha pasado bien. Se ha sentido segura. Ha sido una más hablando de vestidos, fiestas y besos. No siempre lo fue y aunque en otra época no podía hablar de infinitas historias, al menos era consecuente con la persona que era y quería ser. Ahora ya nadie lo tendría tan claro.
Llega a su cuarto y se quita el vestido palabra de honor que nunca soñó que podría ponerse. Se baja de los tacones, se mira en el espejo y se desmaquilla. Belleza interior, que romántico suena, pero la vida le está demostrando que el exterior lo cambia todo. Reconoce que sus grandes guerras de amor no dependieron de un cuerpo, pero las batallas que está teniendo este año han sido porque puede ponerse una talla 40.
Tiene que admitir que le gusta gustar, que alguien se acerque a ella sólo al ver sus labios rojos, que quieran compartir caricias las noches largas. Pero está descubriendo las mentiras que se dicen por un beso, los engaños al amanecer y que el día que perdió la inocencia perdió ideales, optimismo y buenos sentimientos. Duda si algún día recuperará los kilos y la fe.
Sigue repasando la noche, las risas y los platos llenos. Las copas y los mordiscos. El pensamiento que descartó vuelve a su cabeza. Esta vez con más fuerza.
Vuelve al baño y se mira en el espejo. Se dice que no y vuelve a la habitación. Recuerda que está cometiendo demasiados errores y que éste sería uno más que podría destrozarle la vida. Piensa en sus besos, que sin cambios nunca hubieran llegado, piensa en los tuyos que llevan años apareciendo y desapareciendo y parece que no dependen de las curvas.
A su cabeza llegan infinitas imágenes, del pasado, del presente y de posibles futuros. Las noches pueden cambiar el rumbo. Los días pueden cambiarlo todo. Las lágrimas de las noches desvían sus pasos. Las sonrisas de los días provocan reacciones. E intenta sólo cometer los errores necesarios, aunque está cuestionando uno innecesario.
Recorre el camino de la habitación al baño y del baño a la habitación una y otra vez. Tiene claro que no debería, pero no se va a dormir y sigue paseando, con el pensamiento en la cabeza, con la cena en el estómago, con los recuerdos en el interior y las heridas en el corazón.
Heridas que noches como ésta parecen más presentes. Siente la cicatriz y se pregunta si algún día desaparecerá la marca. Está haciendo todo lo posible para que sólo sea un lejano recuerdo pero ahora parece que vuelve a resurgir y que querría volver a abrirse. Cada historia que vive, cada puñalada que recibe y cada bala que envía hace que parezca menos importante. Aunque no lo suficiente. Siente que debe seguir con historias imposibles, con amores en los que no hay amor y noches en las que no sale la luna. Los errores ayudan a olvidar, o eso está creyendo con fuerza.
El pensamiento se planta en su cabeza y ya no se mueve. Debe seguir ocultando la herida debajo de nuevas capas. Puede ser necesario no recuperar la fe y está empezando a querer asumir el riesgo.
Deja de pasear y se queda en el baño. Delante del espejo se observa. Recuerda de nuevo los besos inesperados, las sonrisas y el camino perdido. Se dice que no importa, que ya lo recuperará, aunque todos sabemos que puede que no lo haga nunca si comete un error más.
Se vuelve a mirar. Recuerda la cena, la bebida, los entrantes, el segundo plato, los dulces y el chupito. Repasa calorías y no salen las cuentas. Se está planteando obligar a su cuerpo a eliminar la cena o irse a dormir aceptando que es una locura haberlo pensado. Está asustada, sabe que puede ser un nuevo comienzo incorrecto, pero siente que no puede engordar un gramo más si quiere seguir siendo otra persona, si quiere que las cicatrices no se noten, si quiere olvidar las noches sin respirar. Sabe que no es la mejor solución, pero se dice que por una vez no pasa nada, que mañana lo hará mejor. Toma una decisión que marcará el resto de sus días.
Vértigo
5 comentarios:
Lo malo de ser la persona que no eres es que al final uno acaba luchando contra el mundo y contra sí mismo, a pesar de saber que no es esa la lucha en la que debería desangrarse.
Aún así, siempre, tras el maquillaje, los tacones, y los palabra de honor, una acaba viendose frente al espejo y sabiendo que, a pesar de todo, vuelve a estar en casa.
Cuídate.
... cada acción tiene su consecuencia.. prentender ser quien no eres es un error tan grande como pensar que eres sólo quién aparece en el espejo y no los múltiples detalles que te hacen único e irrepetible, tu esencia, tu alma, tu TÚ.
Ni si quiera tu estilo es tan tuyo como lo que desprendes en tu sonrisa o con una mirada.
De vez en cuando se nos olvida mirarnos así, tal y como miramos nosotros a los demás.
Me quedo con la forma de expresar tus pensamientos, tu estilo, que podría identificarlo sin ver que lo firma 'Vértigo'...
Los textos, historias, poemas, relatos tienen una parte biográfica, intimista, introspectiva...
No pienso en qué porcentaje tiene de real y que parte tiene de ficción...
me quedo con tu sello...contigo...
besos
De esas veces que piensas "espero que el escritor no sea el protagonista", y ese personaje no exista... Y no sufra.
Cada vez me gusta más leerte (=
Creo que, por desgracia, es cierto que al final el mundo se fija demasiado en el exterior. Creo que hay mucha más gente acomplejada de su cuerpo de lo que se quiere admitir (¿si no, por qué hay tanta gente apuntada a gimnasios?)
Al final, los errores nacen de tonterías.
Un abrazo!
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