viernes, 16 de octubre de 2009

Otoño

Parece que no quiere llegar el otoño. El verano no quiere marcharse. Y yo me pregunto dónde estoy.

Si no llega el frío, si no guardo las camisetas de tirantes, entonces seguiré esperando que el curso comience. Estaré en ese estado intermedio, en el que el otoño no ha empezado y el verano ha terminado. No podré empezar de nuevo, seguiré encerrada en el 2008/2009, en el que todo iba a cambiar. Y cambió, y terminé, y estaba dispuesta a soportar más cambios. Pero no llegan y ya no sé cuanto podré esperar.

La chaqueta sigue en el armario y el secador en el cajón. Sigo saliendo con el pelo mojado y sin ponerme el reloj, viviendo como si fuera verano, sin dejar caer las lágrimas que llegan cuando llega el otoño y que consiguen que escape el pasado.

Podría decir que estaré preparada, que esta vez no me dolerá el otoño y cuando llegue podré empezar. Pero seguro que me coge con camiseta de tirantes y deseando que no se acabe el verano.


Vértigo

sábado, 26 de septiembre de 2009

Tengo

Tengo tiempo. Tengo ganas. Tengo ideas. Tengo boli y papel. Tengo cosas que contarte. Entonces, ¿por qué no escribo?

No te conté el concierto de madonna, ni mi opinión sobre la última peli de la Coixet. Ni siquiera estoy desvariando sobre mi vida, ni preguntándome si te echo de menos o no.

Y no lo entiendo. Me siento en un punto de inflexión, sabiendo que en cualquier momento todo cambiará. Y me gustaría poder plasmar mis sentimientos en este papel, compartirlo contigo, no sentirme tan sola.

En vez de eso, le doy vueltas en mi cabeza, me bailan los pensamientos y se me escapan las lágrimas. Pierdo la poca confianza que tenía en mí y olvido que las incertidumbres me gustaban.

Y tengo miedo. Tengo ganas de llorar. Tengo ideas horribles. Tengo un boli sin tinta. Tengo tonterías que contarte. Entonces, ¿para qué escribirte?

Esta vez creo que prefiero aclararme primero, acomodarme en mi punto de inflexión, recordar que el vértigo me gusta.

Y entender que a veces necesito mi soledad. Otras veces te necesito a mi lado, escuchando lo impresionante que fue el concierto de madonna y los desvaríos sobre mi vida.

Vértigo

lunes, 17 de agosto de 2009

Hace demasiados años

Hace demasiados años se conocieron. Eran dos personas siempre rodeadas de gente, dos personas que se sentían solas. Se habían acostumbrado a la soledad, se habían resignado a no tener a alguien a quien coger de la mano.


Al conocerse nada cambió, no aparecieron destellos de esa felicidad buscada, ni mariposas en sus estómagos. Ni siquiera se dieron mucha importancia el uno al otro. Es extraño, se puede tener lo que se necesita sentado al lado y seguir buscando de frente. Ellos siguieron buscando, fracasando en cada intento, dándolo todo cada vez y perdiendo algo de sí mismos.


Con el tiempo empezaron a mirarse, primero de reojo, como no queriendo mirar demasiado. Después comenzaron las conversaciones en las que compartían sus errores, sus tristezas y hasta sus esperanzas. La confianza entre ellos creció, su amistad se transformó y cuando quisieron darse cuenta sólo pensaban el uno en el otro.


No fue fácil que lo aceptaran, que dieran el paso. Tanto tiempo soñando con encontrarse que ahora estaban asustados. Miedo por volver a fracasar, miedo por perder su amistad y sobre todo, la duda de no saber si el otro también le estaba mirando.


A pesar de todo, superaron los problemas y dejaron de sentirse solos. Por fin tenían a alguien a quien coger de la mano, y además era a quien querían coger.


El tiempo que pasaron juntos fue inolvidable, besos mágicos, paseos especiales, momentos increíbles. Se sentían distintos, estaban viviendo un sueño y era aún mejor de lo que siempre habían soñado. Sólo con mirarse eran felices y podían comunicarse sin palabras.


Tenerse cerca les hacía crecer, madurar, avanzar. Al sentirse bien eran capaces de buscar su camino, su propio camino. Se dijeron que no cambiarían pero el estar juntos les hizo cambiar. Sin darse cuenta, el amor que siempre buscaron les ayudó a encontrarse a sí mismos.


Y sin querer, la compañía mutua dejó de tener sentido. Necesitaban separarse para poder seguir creciendo, para aprender a ser felices sin alguien a quien coger de la mano.


No fue fácil que lo aceptaran, que pusieran el final que se merecía su historia. Hubo lágrimas, peleas y situaciones desagradables. Intentaron volver atrás, a cuando se contaban sus fracasos y esperanzas, no fueron capaces. Tampoco consiguieron volver a mirarse sin que doliera, a saludarse con cariño, a recordarse como buenos amigos.


Tuvieron que separarse para poder seguir con sus vidas. No fue fácil tomar la decisión pero fue lo mejor que podían hacer.


Pronto rehicieron su vida, demostrando que eran capaces de volver a sentir, dejando de buscar, simplemente encontrando. Él encontró a una chica con la que encajaba, con la que se entendía y se enamoró de ella. Resultó ser la mujer de su vida, y pudo compartir con ella millones de momentos e infinitas experiencias. Y ahora recuerda el pasado con una sonrisa, sabiendo que cambió su vida y que cambió él.


Ella siguió fracasando, cometiendo errores, yendo de relación equivocada en relación equivocada, perdiendo algo de sí misma, pero aprendiendo y disfrutando cada vez. Y ahora recuerda el pasado con una sonrisa, sabiendo que ha crecido y que no tiene de que arrepentirse.


Puede que algún día se encuentren y compartan sus esperanzas de nuevo.


Vértigo

jueves, 6 de agosto de 2009

Azul

sábado, 25 de julio de 2009

M

miércoles, 3 de junio de 2009

¿Sabes que soñé ayer?

¿Sabes que soñé ayer?
No creo que puedas imaginarlo ni creo que quieras saberlo. Pero necesito contarlo y quiero contártelo a ti.
Ayer soñé que me moría.
En el sueño sabía que me iba a morir. Era extraño, muy extraño. Se acercaba la hora de irse a dormir y sabía que se acercaba el momento en el que dejaría de vivir. Decía que no pensaba madrugar al día siguiente porque no tenía sentido levantarme para morir, mejor esperar durmiendo.
Al principio estaba tranquila, calmada, asumiendo lo que iba a suceder. Pero de repente, me puse triste, muy triste. Nunca había tenido miedo a la muerte, no a mi muerte. Anoche tenía demasiado miedo, miedo por no volver a ver a la gente que quiero, miedo por dejar tantas cosas por hacer. Miedo.
Me medio desperté deseando que nada fuera real, que nada hubiera pasado. No conseguí despertar del todo y volví a entrar en el sueño, queriendo dormir pensando que no despertaría.
Horas después desperté, con una sensación desagradable a la vez que sintiéndome bien por saber que no era cierto.
Aunque… no era realidad en parte, anoche no era mi última noche, pero llegará esa noche algún día, y seguramente tendré miedo por no volver a ver a mi gente, ahora sé que no quiero tenerlo por dejar cosas por hacer, por no haber arriesgado, por no haber vivido.


Vértigo

domingo, 24 de mayo de 2009

Arrepentimiento

Hoy me arrepiento de todas mis decisiones, de las que tomé y de las que tomaron por mí, de las que creí tomar y de las que pensé que me imponían.
Me arrepiento de cada pequeño paso que di, pasos que me llevaron a este sentimiento. Porque sobre todo me arrepiento de estar arrepintiéndome. Siempre creí que no había que arrepentirse, que las elecciones que tomamos hacen que seamos la persona que somos y que nos ayudan a crecer.
Aun así, hoy me arrepiento.
Me arrepiento de haber escrito aquella carta, de dejar que me besaras, de decirte que sí, de no llorar cuando te marchaste, de no haber podido odiarte, de llorar demasiado tarde.
Me arrepiento de haberte sonreído, de hacerte creer que te quería, de no sentir lo que tú sentías y de que no llegaras a conocerme.
Me arrepiento de haber soñado contigo, de dejarte formar parte de mi vida, de dejarme coger por la cintura, de no decirte lo que pensaba y de preguntarme qué pensabas tú.
Me arrepiento de haberte engañado, de hacerte creer que era otra persona, de disimular que me importabas, de ocultar que tenía miedo, de dejarte marchar de mi vida.
Me arrepiento de estar arrepintiéndome, de creer que todo lo hice mal, de lamentar las decisiones.
Me arrepiento de estar hablando del pasado en vez de estar tomando decisiones de las que no arrepentirme.


Vértigo