lunes, 6 de febrero de 2017

Románticos

Aquel niño quiere ser inventor, crear nuevos objetos, soluciones para pequeños y grandes problemas, desarrollar las ideas que vienen a su cabeza. Aquella niña quiere crear una empresa en la que poder demostrar que con las energías renovables se puede hacer dinero mientras su amiga quiere ser la que investigue las posibilidades que puede ofrecer el sol. Los dos sentados al fondo quieren un futuro tranquilo, un trabajo de oficina con un sueldo con el que pagar la hipoteca y las vacaciones. Los de segunda fila imaginan el dinero que les dará un buen trabajo, aunque tengan que dedicar muchas horas y mucho esfuerzo pero piensan que merecerá la pena. El niño tímido de tercera fila tiene en mente a su madre, con su pierna ortopédica y cree que podrá inventar una solución que le haga la vida más fácil. A su lado, una niña piensa en sus abuelos y en lo que las tecnologías podrán hacer por ellos. Un grupo que todavía está en la puerta debate si se podría llevar electricidad a pequeños pueblos africanos. Un niño sentado junto a la pared sabe que sólo querrá un trabajo y que la formación puede que le ayude. Una niña que mira por la ventana sueña con crear un mundo mejor y cree, firmemente, que estudiando una ingeniería tendrá los conocimientos y las armas necesarias para poder conseguirlo. 

Y yo, que les observo desde fuera, quiero creer que cada uno será capaz de alcanzar sus sueños. 

Me duele viajar al futuro y encontrarme una realidad distinta. Después de estar peleando por unos estudios que quitan horas de juventud, demasiados pasaron por el desempleo, aunque les habían prometido mil veces que con su carrera no habría paro. Algunos acabaron consiguiendo sus sueños pero la mayoría tuvieron que dejarlos encerrados en un cajón que no les daba tiempo a mirar porque a veces, la vida no te deja ni recordar tu pasado. 

Los que querían investigar no consiguieron financiación para sus ideas, muy ambiciosas les decían, nadie quería asumir riesgos sin saber que pronto habría beneficios. Y tuvieron que buscar un trabajo "normal" con el que pagar el alquiler y ver como el tiempo desaparecía. Los trabajos de oficina no resultaron tan tranquilos, los sueldos no eran lo esperado y siempre había que quedarse "un ratito más". África parecía estar muy lejos y no importarle a nadie, se juntaron unos cuantos y se fueron a ayudar, cambiaron un poquito el mundo pero si alguien hubiera apostado por ellos lo hubieran hecho mucho más. Aquella niña que se sentía con conocimientos y con armas se acabó sintiendo atrapada en un mundo que mueve el dinero.

Puede no parecer una decisión romántica estudiar una carrera de ciencias, pero puede que lo que no lo sea, sea el resultado.

Vuelvo a viajar a un futuro más lejano y quiero confiar en cambios, en posibilidades, en apostar por lo correcto, en que estos niños lleguen a ser los que tomen las decisiones sin olvidar lo que un día soñaron.


Vértigo