lunes, 14 de enero de 2019

Lágrimas

El avión despegó y se le escaparon las lágrimas. Llevaba toda la espera, el embarque y el día tratando de ser fuerte, o al menos de parecerlo.

"Nada es para tanto", se repetía una y otra vez. En el baño del aeropuerto se miró en el espejo. Su pelo rubio y liso, muy cuidado, y sus ojos muy abiertos. "No llores", se dijo.

Pero el avión despegó y las lágrimas salieron solas. No habían podido sobrevivir a la distancia, el amor no había sido suficiente y por última vez volvía de una ciudad que le había dado los mejores besos y las mejores noches.

Volvía a casa, como había hecho tantos domingos pero esta vez sabiendo que no habría más vueltas porque no habría más idas.

Sus enormes ojos brillaban, no de luz, las lágrimas los iluminaban. Imaginó que nadie se habría dado cuenta y con la manga del jersey se secó la cara.

Cuando el despegue terminó, se levantó al baño, donde se miró, dejó que se escaparan unas lágrimas más y se dijo que no quería llorar.

Volvió a su asiento pareciendo muy serena por fuera, destrozada por dentro.

Sacó su tablet, se puso música y abrió una aplicación para dibujar, tratando de sacar todo lo malo de dentro. 

Es imposible superar un final en un vuelo pero tenía que intentarlo.

En el aterrizaje volvieron a escaparse las lágrimas y al pisar tierra se sintió fuerte por un segundo. 

Nada es para tanto.


Vértigo