miércoles, 29 de abril de 2020

Cumpleaños

Soplando velas (más que nunca), pidiendo deseos (más que nunca), brindando (a distancia pero como siempre)... Echando de menos y dando las gracias (muchísimas gracias).


La semana pasada cumplía años en un mundo irreal. Miraba por la ventana y miraba la pantalla del móvil y te miraba a ti. Nada parecía suficiente y todo era demasiado. ¿Qué quería? ¿Qué esperaba? ¿Qué sentía? ¿Qué siento ahora?

También miraba el cuaderno sin escribir y pensaba en las historias pendientes, en todo lo que quiero escribir y en cómo los días pasan y las palabras no salen, parece que se quieren quedar dentro de casa y están esperando que sea el momento para salir sin sentirse mal, sin tener que avergonzarse por quejarse, por tener un día tonto o no verlo todo rosa. 

Las palabras saben que es el momento de estar agradecidos, de sentirnos afortunados por estar bien, por tener a la gente de alrededor bien, de cuidarnos, de enviar besos y abrazos virtuales a quienes lo necesitan, de aplaudir a los que pelean, de decir bien alto que lucharemos juntos. 

Y mis palabras, que están acostumbradas a hablar de tonterías, de refunfuñar si no me besaste suficiente, de subirse al cercanías y soñar, de hablar de nada y de todo ahora se sienten perdidas. Prefieren esperar y confiar que habrá tiempo para contar historias, para desvariar, para simplemente salir. 

Cumplo años y me siento perdida. Pero ya sabes que me pasa siempre. Vuelvo a mirar por la ventana, a sentir el sol que entra, a mirar el móvil y los mensajes que llegan, a sonreír porque alguien se ha acordado de mí. Y me dejo de preocupar por no escribir, por no saber qué sentir, por llorar a ratos sin motivo, por soñar con coger el metro. Te digo que me abraces más fuerte, que tu abrazo tiene que compensar todos los que no puedo recibir. 

Cumplo años y dejo de pensar que el mundo irreal me está esperando para que lo viva, porque ya lo estamos viviendo. Lo irreal es tan real que da miedo. Pero no estoy sola y sigo siendo afortunada. 

Vértigo