lunes, 13 de enero de 2020

Comienzos

El curso, el año, la vida empezaba en octubre. ¿Recuerdas?

Hacíamos los exámenes de septiembre, la matrícula y mirábamos hacia el futuro. En septiembre todo terminaba, hasta lo hicimos nosotros, y en octubre todo empezaba. Me teñía el pelo, me decía que iría bien, escribía algún relato con buenas intenciones sobre asignaturas pendientes y comenzaba de nuevo. Decía que nada terminaba en nochevieja, que todo lo hacía en septiembre. 

Pero ya hace demasiado tiempo que las clases terminaron, que las vacaciones son en cualquier mes, que nada cambia en octubre, que dejé de teñirme, que sólo sigue presente mi miedo a septiembre. ¿Debería empezar en enero todo? O quizás nada debería terminar. 

Se acabó el año y seguí mis nuevas costumbres. Aunque ya llevan tanto tiempo que parecen tradiciones. Escribo mi correo fin de año, preparo mi foto resumen, envío buenos deseos por correo postal (como siempre), bailo en el salón, paseo sin destino, brindo como lo hacía mi abuelo, tomo las uvas y sueño despierta, dudo si algo termina, si algo comienza.

Y claro que lo hace, pero consigo entender que igual que cada día. Cada vez que despierto es mi nuevo comienzo, mi nueva oportunidad. No es que mi mundo termine cada noche, no es que me vuelvas a dejar, no es que tenga que reinventarme, no es que nada acabe. Es que tengo la posibilidad de escribir mi historia cada vez que suena el despertador.

Vértigo