martes, 3 de noviembre de 2015

Te quiero

Recibió un mensaje con dos palabras: "te quiero". Era una tarde de sábado que se sentía perdida y trató de encontrarse recorriendo los pasillos de un museo que le traía recuerdos de una infancia que ahora parecía demasiado lejana. 

Volvió a leer el mensaje. A buscar entre líneas, a sentir una respuesta. No había nada que encontrar, el número no estaba guardado en su agenda y las palabras lo decían todo o no decían nada. 

Se sintió extraña. Las grandes palabras, mágicas y comunes, que lo cambian todo cuando se dicen. Y de repente, en su mente, colándose por sentimientos y recuerdos, por pasados y futuros, por palabras dichas y escuchadas. 

Viajando a otras vidas, se acordó de su primer novio, de la historia que tanto sintió que le marcó, de lo que le costaba decir las palabras. Aunque como tardaron tanto en darse el primer beso, hacía meses que ya se querían. Sonrió al pensar en ese beso, en esa época, en ese amor. Inevitablemente, el pensamiento llegó hasta el final, al dolor, a las lágrimas y la cara se le cambió. 

Quiso pasar al siguiente te quiero de su vida. Fue aquel muchacho agradable que quizás nunca llegara a conocerla bien, o eso creía, porque ahora que han pasado tantos años, empieza a pensar que sí se conocieron y por eso vieron que no encajaban y no fue necesario sufrir. Le dijo que la quería estando abrazados en un teatro, como quien no lo dice, como quien tiene miedo a ser escuchado. 

Siguió recorriendo pasillos, redescubriendo a Juan Gris y deteniéndose en el cuadro favorito de su madre. Se preguntó si habría fantasmas por los antiguos pasillos de aquel hospital y si podrían acompañarla en su visita o perseguirla como sus recuerdos. 

Pensó en otros hombres, en otros besos, en otros "quédate a dormir", que no iban acompañados de te quieros ni tampoco les hacía falta. 

Y llegó a él, al hombre que había descuadrado todos sus esquemas, que había llegado sin hacer ruido y que había conseguido que dijera te quiero en voz alta y al que le costaba decirlo. Por fin expresaba lo que sentía pero había encontrado a alguien que era como ella lo había sido siempre, que le gustaba demostrar pero no decir. 

Ahora tenía un te quiero en sus manos y un hombre al que parecía que había que arrancárselos. Quizás quedarse con las palabras y huir de quien no lo dice. O puede que los fantasmas de su pasado estuvieran queriendo que saliera corriendo tratando de evitar posibles lágrimas. 

Dejó de mirar cuadros y se fue al baño para mirarse así misma delante del espejo. Sus ojos eran sinceros en su decisión, sus miedos eran reales pero tenía que aprender a convivir con ellos. Respondió al mensaje con un "te has confundido" y le llamó para decirle que le quería y él contestó con un "yo también te quiero".


Vértigo


miércoles, 16 de septiembre de 2015

Ismael Serrano

15 de Agosto de 2015
Teatro Circo Price Patio Porticado del Palacio de Pedro I
Torrijos - Toledo



El papel y el boli no parecen suficientes para resumir el último concierto de Ismael Serrano al que fui. Ni las fotos ni los videos transmiten lo que pasó aquella noche. No me siento capaz de plasmar sentimientos e impresiones, que fueron tan enormes que sólo con recordarlas en la cabeza el mundo me parece un lugar mejor.

Punto de partida
Ismael Serrano. Concierto de guitarra y voz. Torrijos (Toledo). Mi primer concierto suyo fuera de Madrid. Tú a mi lado. Tu primer concierto de Ismael. Casi dos horas de fila, que empezaron escuchando los ensayos y terminaron con mis brazos a tu alrededor. 

Núcleo
Escenario mágico. Árboles. Isma ya está en el escenario cuando entramos. Sonrío y ya no pierdo la sonrisa. Te beso y ya no dejo de besarte.

De repente todo parece simple. Sencillo. Mis problemas, mis traumas, mis miedos se vuelven pequeños y tengo claro un presente que termina y empieza contigo. Isma canta, lo hago yo, te canto a ti. Me quedo con las frases que he soñado con dedicarte y aprovecho la situación. Siempre le he robado frases a Ismael Serrano y por una vez, le pude robar un concierto entero para dedicártelo, para decirte todo lo que nunca digo, para mirarte a los ojos y decirte que has cambiado mi mundo y que me dejes cambiar el tuyo.

Hablar del concierto sin hablar de ti sería dejar fuera la mitad de la magia. Es cierto que fue el concierto que soñaba (sin tantos efectos ni tanto cambio de sonido como en el de Madrid), pero tratar de ser objetiva parece imposible. Diría que prefiero así las canciones, que Ismael, una guitarra y tú a mi lado es todo lo que necesito. Me sorprendió que el público no fuera tan revolucionario (frases en las que en madrid siempre hay aplausos pasaron desapercibidas), que cantarán menos y que sintiera que había menos conexión. Todo lo compensamos nosotros, creando nuestra propia revolución, cantando sintiendo cada palabra y creando conexiones mágicas más allá de las canciones.

Desenlace
Ismael termina su concierto y yo le daría las gracias eternamente por tantas cosas, por poner la banda sonora a mi vida, por darme las fuerzas que siempre me faltan, por ser parte de una noche que siempre recordaré, escuchando sus canciones en directo agarrando tu mano fuerte y debatiendo si mirar al escenario o a ti.

Acabamos cenando en el parque de al lado, comentando el concierto y yo contándote mil anécdotas y mil pensamientos que pasaron por mi cabeza. Pienso que la felicidad debe ser algo parecido a esto. Aunque cuando me pones Vértigo en tu casa por sorpresa y me miras queriendo besarme, sé que no necesito nada más.  


Vértigo

domingo, 26 de julio de 2015

Ismael Serrano

16 de Julio de 2015
Teatro Circo Price
Madrid




​​​Siempre que quiero escribir sobre un concierto de Ismael Serrano (y ya son muchos años haciéndolo) me debato entre escribir intentando ser una crítica musical, una aspirante a escritora o una simple fan.

Creo que acaba ganando la fan y la aspirante a escritora, y trato de escribir un relato que se esconda en la crítica del concierto. Quizás mis sueños de juntar palabras de manera poética ganen a cualquiera otra aspiración.

Vuelto a estar frente al papel teniendo un concierto de Ismael en la memoria. El pasado 16 de julio en el Circo Price cantó para mí. Aunque no sólo para mí, cuando cantó vértigo mi mundo se paró.

Si tratara de ser una crítica (o al menos de intentarlo), hablaría de los cambios, de la evolución, del nuevo directo que ofrece, en el que hay partes que nada se parecen a aquel Ismael que empecé a escuchar hace ya muchos años.  Efectos visuales que dejan sin palabras, nuevos sonidos en viejas canciones, nuevas canciones con ritmos bailables. Un paraguas en el que todos quisimos resguardarnos de una lluvia con la que soñamos en este caluroso madrid. Luz, sonido, un espectáculo diferente para un Ismael Serrano que parece adaptarse a los tiempos o no sé muy bien a qué.

Siendo un crítica, creo que podría decir que parte del concierto que ofreció Ismael Serrano podría gustar hasta a los que no les gusta Ismael Serrano. Con lo bueno y lo malo que pueda implicar.

La fan que llevo dentro quizás no opine exactamente lo mismo. Aunque la fan también tiene un debate interno, resultando complicado criticar a alguien que ha compuesto las canciones perfectas y que consigue que después de cada concierto mi sonrisa y mis fuerzas parezcan eternas.

Siendo honesta tendré que admitir que no me apasiona como sonaron algunos de sus clásicos, que los nuevos ritmos que pretende darles me parecen innecesarios, que hay canciones que no habría que tocar (reconozco que puede que hable la seguidora clásica a la que le cuesta adaptarse a los cambios). Aunque las nuevas canciones, con su bachata y su camdombe me parecen frescas y que la música de Ismael evolucione en cada disco me parece un acierto.

Los efectos luminosos, una novedad que en su justa medida me pareció fascinante. Algunas canciones resultaron mágicas, la historia de los dragones impresionante (el clásico Ismael contando una historia de manera especial). Pero, en mi opinión, fue excesivo, y parecía que había que quitarle protagonismo a las canciones y a las letras, como si no fueran importantes. Me dio pena escuchar "Ya ves" estando más pendiente de una lucecita que de todo lo que implica una canción impresionante.

Por suerte para mí, el final del concierto tuvo poco de luces y de versiones y las canciones sonaron como yo quería escucharlas.

Siendo la aspirante a escritora, diría que he tratado de escribir todas mis palabras de la manera más literaria que he podido, aunque a veces la pasión ciega las letras. Diría que las noches de concierto de Ismael Serrano siempre son mágicas, que tengo la mejor compañía posible, que ese abrazo cuando suena vértigo me da fuerzas para luchar por todos esos sueños que abandono en los desordenados cajones, que la vida es más vida si canta Ismael, que estoy deseando que llegue su siguiente concierto y que si no te mande un "te quiero" cuando llegué a casa fue porque esta vez esperaba que me lo mandarás tú.

Siendo crítica, siendo fan, siendo aspirante a escritora o siendo ninguna y simplemente yo, sólo puedo decir que deberías a ir a un concierto de Ismael Serrano, obtener tus propias conclusiones y sobre todo, invitarme a una copa de vino para comentarlo.



Vértigo

jueves, 9 de julio de 2015

La escena perfecta

Se besaron en la plaza mayor de aquella ciudad a la que habían llegado en busca de nuevas noches y mágicos sentimientos. 

Al separarse ella le miró a los ojos mientras seguían abrazados. Le dijo "Te quiero" y él contestó "Yo también te quiero". 

Era la escena perfecta. Un lugar precioso, un beso romántico y las palabras que siempre se dicen con el corazón. O al menos así las decían ellos, que se habían negado a decirlo hasta que no pudieron evitarlo más.

Aunque nunca habían creído en escenas perfectas. Su relación siempre había sido imperfecta, llena de dudas, de discusiones, de palabras medio dichas y silencios que no decían nada. 

La casualidad les presentó y el destino se encargó de que sus miradas no fueran capaces de separarse.

Quedaron para rellenar una tarde de domingo aburrida, él llegó tarde y ella quería volverse a casa. Tuvieron que besarse para entenderse, discutir para amarse, y llorar para descubrir que habían tenido la suerte de encontrarse. 

Una vida después se besaron en aquella plaza mayor y tuvieron su escena de cuento. Salieron de la plaza agarrados de la mano, sonriendo, diciendo que su historia ya podría ser escrita en los libros, que su amor ya estaba a la altura de lo que se suponía que debía ser.

Llegaron a otra plaza pequeña, con mendigos en las esquinas, con extraño olor y mal iluminada. Él agarró su cintura y le dio un beso. Ella le miró y fue a decir algo, pero antes de que pudiera él volvió a besarla y le dijo que se dejara de cuentos, de escenas perfectas, de besos de película y que le volviera a besar. 

Salieron de su nueva plaza agarrados de la mano, recordando sus besos mágicos y hablando de aquel primer beso. "¿Fue al tercer intento o al segundo?", preguntó ella. Él dijo que no lo recordaba. Un beso, un abrazo y un te quiero no había sido tan fácil. Les entraba la risa, o alguno contestaba que tenía frío o que se les hacía tarde. 

En cambio, en la segunda imperfecta plaza, el beso imperfecto había salido a la primera. Como siempre ocurría en su relación, los planes perfectos se volvían un desastre y los planes no planeados acababan siendo mágicos. 

Siguieron deambulando por la ciudad, alegrándose de su imperfección perfecta, buscando plazas  y silencios, queriéndose y odiándose y sin dejar de decirse que su amor no era de película, su amor solamente era de ellos.


Vértigo

martes, 26 de mayo de 2015

Las altas presiones



Me gustaría hablarte de una película sin hablarte de ella. Decirte que vayas a verla y simplemente me creas, pero supongo que mi poder de persuasión no es suficiente y tendré que convencerte. 

Se titula "Las altas presiones" y reconozco que a mí me convencieron, la culpa fue de la crítica de El País que me creó unas expectativas tan altas que antes de entrar pensé que no podría cumplirlas. 

Me equivoqué. Superó mis expectativas y salí del cine con una sonrisa, con una sensación agradable, con ganas de comentar la película, de hablar de ella, de seguir disfrutándola un poquito más. 

No te voy a contar de que va. Te puedo decir que hay grandes personajes, creados con cariño, con realidad. Está Galicia, quizás un personaje más. Los diálogos son la vida, como la película. 

Si quieres mi opinión, a mí me ha encantado. Puede que mis palabras tampoco sean suficientes para ti, que mis gustos no te hagan ir a comprarte una entrada. 

Quizás sea un error tratar de convencerte. Quizás lo mejor sea que vayas a verla y nos tomemos un café comentándola.  

Vértigo


lunes, 20 de abril de 2015

Enciende la luz

"Enciende la luz" me dijiste. Pensando que yo podría encenderla y seríamos felices. Así. Sin más. Encender la luz. Te dije que no, que no iba a encender la luz, no iba a mostrarte el camino, no iba a ser tan sencillo. 

Me miraste sorprendido. "¿Por qué no?". Te parecía tan fácil encender la luz. Y yo estaba cansada de tus facilidades, de tu falta de conciencia, de tu manera de entender el mundo.

Y a tu pereza de cambiar, se unía mi pereza de querer explicarte. De decirte de nuevo que te sentaras y me escucharas. La luz no era un milagro, como tampoco lo éramos nosotros, como tampoco lo era nuestro amor. Te parecía infinito, inagotable, renovable. 

"¿Qué es renovable?". Volvíamos al tema, al de siempre, al que nos llevó a conocernos y al que podía separarnos. Renovarse o morir hubiera dicho el tópico, pero no nosotros, que hablábamos de luz, de energía, de electricidad, de química y de las chispas saltando entre uno y otro.

Volvíamos a las renovables y a tu visión utópica de ellas y a mi visión cínica del mundo. El viento, el sol, el agua. Las nombrabas como si fuera un tantra. Y yo te miraba, sonriendo con malicia, con esa cara que te enamoró un día y que otros te sacaba de quicio. "¿Seguro que es renovable el viento?". "¿Estás seguro?". Tu cara perpleja, como siempre. Sin acostumbrarte a que diera la vuelta a tu tortilla. 

Seguí con mi discurso, quizás volviéndome experta en darlos. Admitiendo que el viento puede ser renovable, claro que sí. Pero la energía eólica no lo sea tanto. "Ojalá, el viento no necesitara más que el viento, y nuestro amor sólo nos necesitara a nosotros", te dije. Y te pregunté que de donde salían tus idealizados aerogeneradores, que te volvían Quijote en los viajes en tren. Me volviste a mirar sorprendido. La pregunta era sencilla: "¿tu viento es capaz de generarlos?". O sigues necesitando otras fuentes de energía, quizás no tan mágicas, no tan renovables.

Te quedaste sin palabras. De nuevo. Como aquel día que nos conocimos y te empecé a hablar de energía y de subestaciones. Recuerdo tu cara sin poder articular palabra. Y recuerdo cuando conseguiste empezar a hablar y aunque no me guste reconocerlo, me hiciste callar y pensar. Quizás por eso me enamoré de ti, por esa capacidad de sorprenderte y de sorprenderme. 

Vuelvo al viento, y al sol y a esos malditos paneles fotovoltaicos, su rendimiento y su alto coste de fabricación. "¿Es la solución?" te pregunto. Te increpo, quiero una respuesta, un sí, un no, un todo lo contrario. Me miras y de nuevo callas. No es fácil responder. Como no es fácil encender la luz. 

Quieres hablar de olas, de mareas, de agua. Y a mí me parece bien. Pero no quiero películas de miedo, ni quiero mundos idealizados, ni promesas con anillos sin sentido. Me cuentas la historia, la hidráulica, los desniveles, el agua girando, la generación de electricidad, el comienzo. Te entiendo, te podría dar la razón, te pregunto si con esa agua encenderás la luz.

Volvemos al punto de partida, como siempre hacemos. El comienzo, el vínculo, la conexión que hace que ahora estemos sentados uno enfrente al otro con la luz apagada. Hablas de la vida sin petróleo, sin carbón, sin contaminar. Y te hablo de vivir sin teléfonos, sin antenas, sin ruedas ni fuego. Mi mundo no es perfecto, pero tampoco lo es el tuyo. 

Me miras y te miro. Tu chaqueta, tu móvil fabricado en China, tu hipocresía. Mis tacones a los que nunca debí subir, mi sueldo en el banco y mi hipocresía. Dos hipócritas discutiendo podría ser el titular del momento. Aunque me dices que simplemente es una conversación de dos enamorados.

"¿Y cuál es la diferencia?", nos preguntamos, tan difícil nos resulta ser consecuentes con nosotros mismos como no querer estar el uno al lado del otro. Intentamos esa lucha, cada uno a nuestra manera, pero reconozcamos que cuando la luz se apaga nos gusta tratar de entendernos. 

Enciendes una cerilla y me miras. "¿Mejor así?, me dices. El juego ha cambiado y ahora tú te sientes con poder. Busco la caja y el lugar de fabricación, busco un resquicio en el que destrozarte, en el que hacerte sentir vulnerable. "Es luz", dices, "quizás nuestra luz". Sabes que me traes a la memoria esa noche en la que nos conocimos en la que había velas en las mesas. 

También sabes que me dan miedo, que nuestra torpeza tire las velas que encendimos una vez y todo arda. Aunque a ti no te de miedo arder, ni luchar en batallas perdidas ni defender mundos utópicos en el que generas electricidad sin contaminar y me enamoras eternamente. 

Ahora sentados sin luz nada parece tan sencillo, aunque tus ojos siguen pareciendo indicar que sí. Te repito que nunca has dejado de contaminar, me repites que nunca he dejado de estar enamorada de ti. Nos damos la razón y nos la quitamos.

Te digo que estoy cansada, que la luz no aparece y no creo que debamos encenderla aunque la necesitemos. Nosotros solos hemos creado el mundo en el que vivimos y habrá que asumir errores y aciertos. Me dices con la cara que no, que aceptas los errores y sueñas los aciertos, que habrá que seguir investigando, peleando por mejorar rendimientos y tecnologías, conseguir que encender la luz no sea traicionarse. Que puede que hoy tenga razón, pero no la tendré mañana, que los gigantes se convertirán en molinos y ser Quijote no será volverse loco.

Me haces sonreír y te gusta saber que lo has conseguido, que te podré rebatir sobre el viento pero no sobre nuestro amor, que seguirá soplando y moviéndonos.

Te levantas y subes la persiana. Me dices que me deje de preocupar por la luz y me fije en el sol tan bonito que entra por la ventana. 

Vértigo


martes, 31 de marzo de 2015

Ari Jiménez

29 de Marzo de 2015
Libertad 8
Madrid


Domingo de resaca. Resaca emocional y no emocional. Recordando la noche pasada, el vino, las risas, los besos y las lágrimas. Preguntándome por qué no hemos amanecido juntos. Los errores cometidos, los te quiero no dichos, los adiós pronunciados entre dientes. 

Suspiro odiando los suspiros y miro el teléfono esperando que llames aunque deseando llamarte yo. Agradezco que no lo hagas odiando no hacerlo yo. Preguntándome en qué punto perdido nos estamos encontrando. 

Miro el reloj y necesito escapar, de tu ausencia en mi cama y tu presencia en mi mente. Busco el domingo que me devuelva las emociones perdidas y las agallas nunca tenidas. 

Libertad 8 y un concierto de Ari Jiménez puede ser la solución. O quizás no, pero me apetece ir, escuchar, cantar, sentir. 

Me siento en primera fila con la mejor compañía posible, pedimos vino y se nos olvida brindar. Las canciones empiezan y cierro los ojos transportándome a un momento y a un espacio que nunca existirán. 

Ari canta sus canciones con calma, con dulzura, convirtiendo el concierto en algo natural, demostrando que el escenario en su lugar donde vivir. No hace largas introducciones ni habla demasiado, nos deja que seamos nosotros los que leamos entre líneas de sus frases. 

Nos ofrece más de lo que se puede esperar una noche de concierto. Se van subiendo al escenario Manu Miguez, Ángel Ravelo, Kike Marcos y Marino Sáiz y yo me pregunto por qué no estás a mi lado y por qué hay asientos libres en libertad 8.

Es mi primer concierto suyo, podría haber sido nuestro primer concierto suyo pero no lo ha sido. Sólo sé que no será mi último concierto de Ari.  Plan de vuelo, su nuevo disco, saldrá pronto y quizás consiga que vueles conmigo al escucharlo.

Camino de vuelta a casa recordando el concierto, con resaca de canciones y emociones. Sintiendo como se debe sentir y preguntándome las preguntas correctas. 

Cojo el teléfono y te escribo "¿Te he dicho hoy que te quiero?".


Vértigo


domingo, 22 de marzo de 2015

Me miras

Me bajo de los tacones, me desmaquillo, me quito las lentillas y la blusa de vestir. Me pongo el pijama rosa que es un poco infantil y que mi madre me compró en un mercadillo y me muevo por tu casa con unas chanclas que podría utilizar para la piscina. 

Me miras y espero que me preguntes que qué ha pasado, que me digas que en qué me he convertido, dónde he dejado la seguridad y los tacones, el rimmel y la mirada felina, que se me ven marcas en la cara y ese pantalón no me favorece las caderas. 

Me miras y me siento imperfecta, desnuda ante tus ojos, sin caretas y sin falsedades, siendo la niña pequeña que mi padre sigue protegiendo (y yo agradeciendo que lo haga), queriendo palomitas para cenar y esconderme debajo de tu manta. 

Me miras y no dices nada, busco en tus ojos esas palabras, esos sentimientos pero no los encuentro. Te pregunto, te increpo, te digo que si no me ves cambiada, perdida en un mundo auténtico, siendo yo en vez del espejismo con el que te trato de conquistar y con el que finjo ser alguien que te puede enamorar.

Me miras de nuevo y me dices que estoy más preciosa que nunca y que no entiendes de qué estoy hablando. Que con tacones o sin ellos, sigo siendo yo. Maquillaje o no, ¿qué más da?. Que te enamoraste de mí y que no te puedo engañar con rimmel o sin él. Y que sí, que menudo pijama, que no ganará el premio al más sexy pero que te encanta que me sienta cómoda por tu casa. 

Te miró sorprendida y asustada. No esperaba que no salieras corriendo y no esperaba no correr yo. Deberíamos estar tratando de escapar de algo que sólo puede asustar en vez de estar eligiendo una película. 

Me dejas de mirar y le das al play mientras me abrazas. Mañana ya escaparemos. O quizás no. 


Vértigo

domingo, 1 de febrero de 2015

Reto: Submarino nuclear

Podría decir que decidí entrar en aquel submarino nuclear. Porque realmente lo decidí yo. Pero a ciertas edades no sé si se toman las decisiones o las decisiones te toman a ti. 

Se acababa una etapa y era el momento de comenzar otra. Asustada, insegura, llena de miedos y con un futuro por delante que parecía que no estaba dispuesto a esperar a que estuviera preparada. 

Entrar en el submarino nuclear y asumir el encierro voluntario. Dejar de ver la luz del sol y echar de menos el mundo que conocía. 

Los primeros meses fueron extraños, quizás todos lo fueron. Nueva vida, nueva gente, nuevos sueños y mismos miedos. Adaptarse no fue fácil, seguir el ritmo casi imposible, conservar la sonrisa un milagro. 

El submarino marcaba mis tiempos y mi vida. Me imponían las horas que dormía, las que dedicaba a las actividades, las que podía descansar y las que podía mirar al océano. Muy pocas veces se me permitía volver a tierra y contactar con mi pasado, con el mundo que había dejado en el que ya me sentía que no encajaba. Hubo momentos en los que no pertenecía a ningún lugar, ni al submarino ni mi ciudad. 

Resulta complicado resumir mis años en el submarino, fue una etapa de mi vida llena de etapas. Ni siquiera los coprotagonistas de mi historia se mantuvieron, fueron entrando y saliendo del submarino y de mi vida. 

Aunque si tuviera que escoger a una persona de aquellos años, supongo que elegiría a aquel chico con mirada tranquila y aire serio que conocí en el mundo real pero que reencontré dentro del submarino. Fueron dos años de emociones intensas, convirtiendo al submarino nuclear en nuestro paraíso particular. 

Nunca pensé que hablar de protones y neutrones podría ser tan romántico, que un submarino escondería rincones en los que darse besos apasionados, que enamorarme encerrada en un lugar podría ser lo más bonito y lo más triste que se puede hacer.

El amor se acabó y desee que el submarino se parara, pero no lo hizo. Atrapada en un lugar lleno de recuerdos, de dolor y de lágrimas y teniendo que seguir cruzándome con el chico de mirada tranquila por los pasillos, haciendo presente que tenía que cambiar de etapa sin cambiar de lugar. 

Podría decir que no fue complicado, que quien no ha superado un corazón roto. Porque realmente era una experiencia más. Pero hay ciertas historias que duelen tanto que la vida parece una broma de mal gusto, queriendo dar pasos hacia delante pero encorsetada por una situación que yo había decidido. 

Aunque sería simplificar resumir a mis compañeros de aventura sólo nombrándole a él. Pasaron muchas personas a mi alrededor que tuvieron diferentes impactos en mí. Habré olvidado a algunos, a otros les recuerdo con cariño y algunos siguieron en mi vida cuando abandonamos el submarino. Cada uno lo hizo a su ritmo, no era sencillo estar preparado para volver a la realidad. 

Dentro del submarino compartimos alegrías y tristezas, de manera intensa, como si todo se fuera a acabar mañana o el submarino nunca fuera a volver a la superficie. Nuestro mundo estaba dentro y dentro era nuestro mundo. 

Sería injusto no nombrar al chico de la sección química del submarino, al que conocí por casualidad y por el que hubiera abandonado el submarino si él me lo hubiera pedido. No lo hizo y tardó mucho en darse cuenta de que había una conexión entre los dos. Una conexión que puede que sólo estuviera, y esté, en mi mente. La historia, o la no historia, que tuvimos, o que tenemos, continuó, o reempezó, fuera del submarino. Por eso mejor te la cuento otro día y hoy sigo con mis años en el submarino.

Fueron años en los que crecí, aprendí de máquinas y de electricidad, conocimientos técnicos y cómo afrontar problemas sin solución.  Aprendí lo que es la amistad y lo que no lo es, a intentar reconocer quien merece la pena y quien no. Descubrí el amor y el dolor. Ver el lado romántico de los errores cambió mi percepción de la vida. 

Y entender el fracaso como símbolo de lucha. Pelear y seguir peleando, enfrentarme sin miedo a lo inesperado y asumir que fracasar no es el fin del mundo.

Demasiadas lecciones aprendí en el submarino nuclear en el que decidí entrar sin estar segura, en el que sufrí y dije que había sido un error, al que si volviera a nacer, volvería a entrar. 

Le debo mil experiencias, le debo ser capaz de mirar a los ojos de los problemas y de las dudas sabiendo que podré pelearas y que si no sé, al menos podré intentarlo. Le debo amistades eternas que me siguen acompañando, que saben que seguramente cambié estando dentro del submarino, pero no tuvo que ser a peor. Le debo cicatrices en mi corazón y recuerdos mágicos. Sobre todo, le debo, el paso de la adolescencia a la vida adulta perdiéndome y encontrándome y volviéndome a perder. En parte le debo la persona que soy, que sería distinta sin haber decidido encerrarme. 

Salir del submarino fue un paso difícil, un nuevo cambio de etapa, y hasta necesité una transición antes de ser capaz de empezar un nuevo mundo. 

A veces miró al mar e imaginó a mi submarino bajo el agua, cambiando vidas e historias, creando ilusiones y destrozando otras. 

A veces repaso y recuerdo aquellos años, lo bueno y lo malo, y tengo claro que fue importante para mí, aprendí a vivir y mucho más y si hoy disfruto y valoro las vistas de la ventana de mi habitación es porque hubo un tiempo en el que no las tuve. 


Vértigo

viernes, 9 de enero de 2015

Mi verdad

Eres mi verdad, mi norte,
la estrella polar que nunca busqué.
Sabes que tengo frío por las noches,
miedo durante el día,
y me muevo entre incertidumbres y vértigos.

No es fácil estar a mi lado,
descubriendo que sonrío a medias,
que me pierdo entre la manta,
que no necesito rescates,
pero quiero abrazos eternos.

Eres mi verdad, mi norte,
que me sujeta cuando vuelo,
y me levanta cuando piso baldosas,
que discute y me rebate,
me hace plantearme pensamientos,
que quiera luchar por mis ideales,
aunque ni los compartamos.

A tu lado doy más las gracias
y me quejo menos,
quizás nos equilibramos,
y contigo soy más yo de lo que soy sin ti,
más grande o más pequeña,
escondida en tu cama,
o agarrada fuerte de tu mano,
diciéndote que no me sueltes,
que no me dejes alejarte.

Eres mi verdad, mi norte,
apareciste en medio de guerras perdidas,
de mentiras que querían ser historias,
de complicaciones sin sentido.
Y llegaste sin hacer ruido,
proponiendo sinceridad y paz,
terremotos en el estomago
y calma en la mirada.

Una vez entre lágrimas,
dije que no me volvería a enamorar,
y dando pasos correctos,
disfrutando de tardes de cine,
siendo el tópico del que renegué,
acabé enamorándome de ti.

Eres mi verdad, mi norte,
quien me hace sentir sin traumas,
me recuerda que se puede ser feliz,
que no tengo que vivir atormentada
por fracasos pasados ni por futuros inciertos. 
Quien me demuestra que puedo perder el norte,
porque el norte me encontrará a mí.

Eres mi verdad, mi norte. 



Vértigo