lunes, 31 de diciembre de 2012

Correo enviado


Buenas noches mi gente,

Se acaba el 2012, en unas horas empieza el 2013 y a mí me cuesta coger el boli.

Ya sabes que hoy pretendo repasar mi año y mirar hacia el futuro, hablando de objetivos, deseos y sueños que espero se nos cumplan.

Pero esta vez parece que las palabras no quieren salir y me da miedo descubrir los motivos.

Será mejor empezar por el principio, resumir el 2012 y darme cuenta de que ha sido un buen año y que no puedo más que dar las gracias, porque las cosas realmente importantes han ido bien.

Claro que durante estos 12 meses hemos tenido días mejores y días peores. Espero haber estado a vuestro lado, sobre todo en los no tan buenos, igual que yo os he sentido cerca.

Hablando de grandes días, esta noche siempre me gusta recordar algunos aunque me deje demasiados por nombrar:

El viaje a conocer tu casita con su puerta azul, marilyn por madrid, tu boda en un castillo, saber que sigues ahí. Marinera en alicante, blancanieves buscando su manzana y viendo amanecer en la piscina. Vuestra boda, ya sabéis la ilusión que me hizo. Otra despedida, te volviste a Galicia y nos dejaste aquí echándote de menos, da igual donde te marches, no te libras de mí.  Comprobar que 10 minutos andando no pueden cambiar lo que antes separaban unos pasos (¿qué peli vemos mañana?). El viaje a vuestra tierra, gracias por enseñárnosla (¿dónde nos volvemos a encontrar?). Faltaste tú, aunque tuvimos nuestro momentazo “sonrisa amigos” fuera de madrid. Cuenca. La playa.

Ver avanzar tu casita (¿pronto me tocará mi margarita?). Conciertos. Daiquiris. Concurso de fotos. Noches y días planeando el futuro. Todo irá bien.

Tu cumple (¿mojito flojito?), el tuyo (especiales 30… y yo con cuernos). 
El mío (muchas gracias). 

Paseos por el barrio, el coppola, domingos por la tarde, empezando el día con una sonrisa en el cercanías. La mordida, el DLs, el asturiano… (parece que nos pasamos el día comiendo, ya sabes que lo mejor de esas quedadas son nuestras conversaciones…). Findes por la mañana, aperitivos, tiendas, nuevo tinte, partidos del estu. Lo de todos los meses. Gimnasio. La plaza mayor. Paseos hasta atocha, cambios, lavados de dientes, nuevo paseo, el tupper. 

Montaditos y más montaditos. Celebrando nuevas ilusiones. Cenas de navidad. Whiskys dobles.  Días saliendo el sol y estrellas que no se marchan.

No serán grandes días, serán días normales, pero son los pequeños detalles los que lo cambian todo: correos de buenos días (y de buenas tardes), llamadas que empiezan con cuéntame, mensajitos de móvil y caritas de whatsapp. Sentir que estás a mi lado, que te preocupas, que si necesito un abrazo tú me lo darás. Nos veamos más o nos veamos menos (seas protagonista o no de los grandes días), saber que estás ahí convierte en enorme cualquier día.

Llevo años hablando sobre no traicionarme a mi misma cuando me haga mayor. Y ahora parece que ya es el momento, ya no tengo excusas y tengo que preguntarme si me he traicionado. Y quizás por eso me está costando escribir.

Reconozco que este año he andado más perdida que nunca, que siento que he cometido millones de errores y a veces he olvidado lo que era importante. Puede que me esté traicionando y no siguiendo el camino que una vez tuve claro. Siento que he seguido luchando, pero he dejado de saber cuales eran las batalles por las que debía pelear.

Por lo que vuelvo a pedirle mucho al 2013.  De nuevo, lo primero es que las cosas importantes nos vayan bien. A vosotros y a mí. A los vuestros y a los míos. A nuestra gente.

Y segundo, que no perdamos nuestro camino. Que aunque nos alejemos, tengamos claro qué está pasando. Esta noche me alegra darme cuenta que no quiero traicionarme, es el principio para hacer las cosas bien.

Millones de gracias por el 2012 que hemos pasado. Por haber estado ahí, compartiendo risas y sueños, planeando nuevas ilusiones, diciéndome las palabras que no quiero oír cuando las necesito, por mandarme un “¿cómo estás?”, por todo. 

Y ya sabes, termino como siempre, robando una frase a Isma:

“Y en el futuro espero, compañero, hermanos, ser un buen tipo, no traicionaros. Que el vértigo pase y que en vuestras ventanas luzca el sol cada mañana”.

Feliz 2013.

Muchos besos.

Vértigo

viernes, 28 de diciembre de 2012

Sin respuesta

Hola!

¿Qué tal todo? ¿Cómo vas?

No tengo ni idea de por qué dejaste de contestarme... tendrás tus motivos...

Pero ya te dije que hay maneras y maneras de hacer las cosas... Contigo no me monto pelis ni me creo cosas que no son... Y a estas alturas lo último que quiero es molestarte y siento que lo estoy haciendo... Así que perdona...

Me hubiera gustado que siguiéramos en contacto, seguir en tu vida, que sigas en la mía... Me da pena ver que no... que pedir una contestación es demasiado... no estoy pidiendo nada más... 

Pero bueno... es lo que hay... ya ves... tú sabrás...

Espero que todo te vaya muy bien.

Muchos besos


Vértigo

domingo, 16 de diciembre de 2012

FLOR Y RAÚL

Recupero algo escrito hace unos meses... Un regalo para un amigos... Un recuerdo de su boda...

FLOR Y RAÚL


Hay historias que tienen que ser contadas, hay momentos que deben ser recordados, hay sueños que merecen ser cumplidos y hay amores que durarán siempre.

Flor y Raúl son los protagonistas de una historia que merece ser escrita. Pero todavía faltan muchas páginas por rellenar, muchos momentos que vivir y muchas sonrisas que sentir.

La boda de Flor y Raúl es un capítulo de su historia, un punto y seguido de su amor y un día inolvidable.

25 de Agosto de 2012, día soleado en Madrid, de los que tienen una luz mágica, de los que se sabe que serán especiales.

En la puerta de San Francisco el Grande se agolpan las ilusiones, los familiares y los amigos.

Pronto vemos a Raúl: elegante, sonriente, feliz. Una noche me dijo que su boda con Flor era el momento que había estado esperando toda su vida y su cara me lo confirma.

Entramos dentro y cogemos sitio. Recuerdo lo bonito que es San Francisco y me parece el lugar perfecto.

Siguen entrando invitados, sigue sintiéndose el cariño y la emoción de formar parte  de un momento mágico.

Todos mirando hacia la puerta, todos atentos… y aparece Flor del brazo de su padre. Se hace el silencio, contenemos la respiración y caemos rendidos ante Flor y su vestido blanco.

Sabíamos que Flor es preciosa. Sabíamos que es una princesa. Pero nunca imaginé que conseguiría llevar un vestido tan ella, que la hiciera princesa, preciosa y perfecta a la vez.

No es una novia con un vestido blanco, no es una chica con un disfraz, es Flor siendo novia, demostrando que es un día que lo merece todo, que está dispuesta a empezar una nueva etapa, que Raúl es el hombre de su vida.

Una misa, unas palabras, infinitas miradas y se convierten en marido y mujer.

Nada ha cambiado y todo lo ha hecho. Siguen siendo Flor y Raúl y su amor sigue aumentando en intensidad cada segundo, igual que lo hacía ayer e igual que lo hará mañana.

Les esperamos en la puerta comentando la ceremonia, buscando arroz y reencontrándonos entre nosotros, siendo conscientes de que este día lo recordaremos siempre.

Salen de San Francisco agarrados fuerte del brazo y una lluvia de pétalos les recibe. Están empezando una nueva etapa y saben que si no se sueltan todo irá bien.

Se miran y se para el mundo. Raúl mira a Flor como todas quisiéramos que nos miraran, con unos ojos que dicen “tú lo eres todo”. Flor quiere a Raúl como todas quisiéramos querer, estando eternamente segura de su amor, eternamente enamorada.

Se disponen a dar besos y recibir enhorabuenas, posando para fotos y pendientes de que no falte nadie.

Están felices y se les nota. Y todos los invitados estamos felices por su felicidad.

Subimos al autobús que nos llevará a Torremocha del Jarama. Nos sentamos y seguimos comentando lo impresionante que va Flor y lo enamorados que están.

Sacamos el móvil y las amigas de la novia intercambiamos caritas. Nos giramos y saludamos a las que están sentadas más atrás y llamamos a las de delante. Se escuchan risas, se sienten emociones, se viaja hasta otro momento mágico.

Llegamos a un lugar de cuento donde nos esperan Raúl y Flor con una sonrisa, no dejando de saludar, pendientes de que estemos bien, cuidando de nosotros.

Nos acercamos a la mesa del jamón, los camareros se acercan a nosotros con canapés deliciosos, nos movemos a la mesa del queso, los camareros siguen acercándose. Cuesta decir que no, pero sabemos que nos espera una rica cena y no nos equivocamos.

Pasamos al salón y buscamos nuestra mesa, cada una nombrada como un lugar emblemático de Madrid. En esta ciudad surgió el amor entre Flor y Raúl, en sus calles han vivido millones de historias y su boda no podía ser en otro lugar.

Madrid les seguirá acogiendo en su nueva etapa. No saben dónde les llevará el destino, pero sabemos que sea donde sea irán juntos y siempre tendrán en Madrid su punto de referencia. Porque Madrid no sólo ha visto nacer su amor, también les ha visto nacer a ellos y encontrar buenas amistades con las que compartir su boda y sus días.

Encuentro mi sitio y leo lo que nos darán de cenar. Suena riquísimo y así lo estará. Observo los centros de mesa, los panes, los detalles… que sé que ellos han tenido en cuenta.

A mi lado se sienta Almudena, con su vestido esmeralda de hermana de novia. Está guapísima y aunque nadie lo diga es la tercera protagonista de esta boda. Ha estado pendiente de que todo fuera perfecto, de que esté siendo la boda que Flor y Raúl se merecen. Está feliz, sabe que es un día importante, que cambia la vida de Flor y también la suya. Y es consciente de que así tiene que ser. Echará de menos compartir casa con su hermana pero tiene muy claro que nunca dejarán de compartir confidencias y siempre estarán unidas.

Me emociono cuando Flor le entrega su ramo a Almudena y se dan un abrazo eterno en el que se lo dicen todo.

Durante ese instante soy capaz de ver el futuro: en unos años estaré en otra boda mágica en la que Almudena vestirá de blanco y Flor será la tercera protagonista. Habrá otro abrazo eterno y a mí se me escaparán las lágrimas.

Se siguen sucediendo momentos emocionantes. Jonathan, un hermano de Flor, toca una canción compuesta para ellos, en la que cada nota es una muestra de amor y de confianza en Raúl y Flor.

Se oyen “vivan los novios”, y desde mi sitio puedo saludarles y ver lo felices que están.

Las amigas de Flor nos acercamos a ella y le damos una rosa rosa cada una, como muestra de nuestra amistad, de nuestra felicidad por compartir con ella un día tan importante. La última rosa se la entrega su hermana y completa el ramo.

Son sólo unas flores pero el sentimiento de formar parte de la vida de Flor, de su presente, de su futuro, hace que nos emocionemos y acabamos en el baño retocando el maquillaje.

Allí la cesta que han preparado Flor y Rául nos saca una sonrisa y nos hace sentir también princesas.

Volvemos al banquete y se siente en el ambiente que seguimos en un cuento. Y, por una vez, estoy encantada de formar parte, de creer en finales felices y en amores infinitos.

Cortan la tarta… Brindamos… Soñamos… Y sabemos que todo va bien y que ellos estén juntos es lo único que hace falta. Serán un punto de referencia para sus amigos. Cuando nos perdamos, cuando no sepamos dónde está la estrella polar ni nosotros mismos; sé que Raúl y Flor estarán dispuestos a acogernos y a ayudarnos a encontrar nuestro camino.

Y quizás por eso significa tanto compartir con Flor y Rául el día de su boda: empieza su futuro y nuestro futuro con ellos. Me siento afortunada y agradecida.

Pasamos al baile y siguiendo la tradición empiezan bailando Flor y Raúl mientras los invitados les observamos embelesados. Son marido y mujer, son Raúl y Flor, son nuestros amigos. Pronto se unen familiares y amigos a la pista y se respira amor en el ambiente.

Descubro una mesa con gominolas, tarta y varitas mágicas que endulza todavía más el día. Un día que ya dije que no olvidaremos. Puede que en un futuro no recordemos los pétalos que se lanzaron, ni la carne que comimos, ni siquiera detalles que nos encantaron. Pero siempre recordaremos que fue un día de cuento, un momento feliz, un capítulo importante de la historia de amor de Flor y Rául y que fuimos felices por compartirlo con ellos.

Bailamos, comemos, cantamos, sonreímos… y me sigo sorprendiendo de cómo Flor y Raúl pueden estar pendientes de todos, cómo consiguen que todos sus invitados se sientan especiales.

Escondemos a Flor para que Rául la busque y se encuentren mágicamente. Se besan, se abrazan y se dicen sin palabras que su amor durará siempre.

Raúl siempre lo supo. Flor siempre lo sintió. Raúl y Flor son la prueba de que los cuentos pueden existir, de que las princesas son fuertes y seguras y deciden sobre su destino, y los príncipes son buenos chicos dispuestos a luchar por lo que quieren. Flor y Rául son los protagonistas de su historia y saben que tendrán un final feliz.

Se acerca el final del día. Flor me entrega un ramo de flores y me vuelve a emocionar. Raúl me da dos besos con todo el cariño del mundo. Me despido de ellos, sabiendo que termina el día, pero sé que esta historia continuará y estaré encantada de escribir más capítulos, más momentos felices que seguro compartiré con ellos.

Me siento en el autobús con destino a Madrid, creyendo que me marcho de un lugar mágico, que llegaré a casa y me preguntaré si este día fue real.

Pero antes de que me entren las dudas miro al cielo y veo las estrellas. Vuelvo a tener claro que siempre sabré dónde está la estrella polar y para las noches y los días de dudas contaré con mis amigos Flor y Raúl y su amor eterno para guiarme. Y sólo espero que ellos siempre tengan claro dónde encontrarme para lo que necesiten. 

Vértigo




domingo, 2 de diciembre de 2012

Ismael Serrano


10 de Noviembre de 2012

Teatro Circo Price
Madrid

Tardo en escribir mis impresiones sobre el concierto de Ismael Serrano en el Circo Price.

Pasan los días, las semanas, llega el frío, nuevas músicas y otras sensaciones... Y sigo sin escribir sobre una noche mágica.

Tardo y empiezo a preocuparme. Tardo tanto que me preocupan más los motivos que hacen que no escriba que escribir en sí.

Me pregunto qué ha pasado. Siempre salgo de los conciertos de Isma con ganas de cambiar el mundo, de soñar, de escribir...

Sabes que así estaba aquella noche. Cenamos donde siempre, brindamos por un nuevo futuro, por deseos que se cumplirán y proyectos que se realizarán. Una noche perfecta.

Entonces, ¿por qué no te hablo del concierto?

Busco motivos: en el concierto y fuera de él.

En el concierto busco detalles que no me gustaron, pegas que me cueste escribir, dudas sobre Isma y su música. Pero no tengo dudas sobre sus canciones, sobre la emoción que sentí durante tres horas y media. Por muchos conciertos a los que vaya, sigue siendo especial. Me gusta escuchar las nuevas canciones, repasar las viejas. Suena vértigo y el mundo se para. Me miras y sabes todo lo que significa para mí.

Reconozco que puedo poner pegas: hubo problemas de sonido,  falta un guitarrista, no fue tan perfecto como solía ser... Hago balance y gana lo bueno: Isma emocionado en su ciudad, cantando con el corazón, con un repertorio escogido con cariño, con un escenario que es un café de los recuerdos, que nos acoge, que nos escucha, del que ya formamos parte. Y con Isma consiguiendo que crea que merece la pena luchar.

Sigo buscando motivos para esta tardanza. Y ahora los busco en mí. En estos meses que he andado perdida, que he buscado señales donde no las había, que he querido donde no me querían y he luchado en batallas perdidas. A veces ni un concierto de Isma es capaz de cambiarme tanto por mucho que lo haga.

Fue una gran noche, fue un gran concierto. He tardado demasiado en escribir, he tardado demasiado en darme cuenta de que no estoy tardando, sólo necesitaba un descanso para dejar de tardar.

Ya no busco motivos, ya no los necesito. Vuelvo a creer que merece la pena luchar aunque la batalla esté perdida.

Si quieres que te cuente el concierto de Ismael Serrano, llámame y dejemos de tardar.

Vértigo.


domingo, 11 de noviembre de 2012

domingo, 4 de noviembre de 2012

En la estación


Se sienta en un banco de la estación y deja pasar un tren y otro y todos los que hagan falta. Hasta que aparece él y se para el mundo. Le pregunta si lleva mucho esperando y ella miente diciendo que acaba de llegar.

Se suben al siguiente tren juntos y se cuentan su anterior día, se ríen de las anécdotas graciosas, se apoyan en los problemas y se aconsejan en las grandes cuestiones.

Se podría decir que son buenos amigos. No suelen verse fuera del tren, algún plan con más amigos, algún concierto pero ninguna noche eterna. Se llaman si tardan en encontrarse, se preocupan el uno del otro. Se echan de menos si no se ven.

Y ella deja pasar trenes por él. A veces no importa, como dice ella “habrá más trenes”. Pero otras supone demasiado y no es fácil decidir si se sube o no. No lo hace y espera que esta vez al subir con él todo sea diferente.

Hay días en los que se pone un poco más de brillo en los labios, se peina diferente, se siente más guapa frente al espejo. Y espera que él se dé cuenta, que le diga que está preciosa, que le proponga una cena en su casa, un cine, o simplemente coja su mano y no la suelte.

Ese día no llega y ella sigue dejando pasar trenes.

“No importa”, se sigue diciendo. “Si hubiera llegado mi tren me hubiera subido”, se repite. Suspira, llora, sonríe y sabe que la vida es algo más.

Por fin llega el cambio, llega el momento. Él, como siempre, llega tarde. Ella, como siempre, le espera. Suben juntos al tren y se miran.

Ella le dice que se calle, que ya han hablado bastante, que quiere vivir, que quiere ser feliz. Y le besa con todo su amor, con toda su ilusión. Él no devuelve el beso, se separa con mirada triste y con un lo siento.

Tardarán años en volver a coger el mismo tren, en volver a ser amigos. Pero ella tardará poco en vivir.

Al día siguiente cogerá el primer tren y al subir cruzará su mirada con alguien que verá en ella más que un brillo de labios. Empezarán con un “nunca te he visto por aquí” y unos meses después será un “¿cuándo cenamos juntos?”

La vida no será lo que ella esperaba, no fue el tren al que pensaba subirse pero su felicidad llegó en él.
  


Vértigo

miércoles, 24 de octubre de 2012

martes, 9 de octubre de 2012

Guille Dinnbier – Para no dormir



Guille Dinnbier empieza su primer disco con una dulce declaración de intenciones: hablando de ir a Libertad 8 y al Búho Real y sintiéndose orgulloso e ilusionado de nombrarse cantautor.

Y se agradece su actitud, su entusiasmo, su vitalidad y sus ganas de hacer canciones que tengan mensaje, sentimiento y poesía.

Habla de amor, de ideas, de muros que derribar, de canciones que componer, de marilyns que enamoran, de cuentas pendientes, de miedos, de heridas, de veletas, de besos, de lágrimas, de valientes que luchan, de noches de concierto, de filosofía y de alas rotas.  

Y lo hace contagiándome su ilusión y sus ganas de vivir.

“No me preocupa perderlo todo en mis sueños y nada me importa si me hace feliz” canta en una de sus canciones. Siento que es honesto y le creo.

Reconozco que me gusta su voz, sus letras, su música, sus canciones.

Pero él es el que me enamora, él y lo que consigue transmitir, lo que me hace sentir; que hace que lleve semanas escuchando una y otra vez su disco, que llegue al trabajo con una sonrisa confiando en que alguien me quiera abrazar.

Me gustaría que Guille me prometiera que cuando Libertad 8 se le quede pequeño, lleguen infinitas noches de concierto y días de invierno siga contagiándome su manera de mirar al mundo y siga regalándonos canciones para no dormir.


Vértigo

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Secador

Saco el secador y me asusto.

Llevo meses olvidando que existe, saliendo a la calle con el pelo mojado, sin preocupaciones, sin miedos, sin secar...

Y ahora tengo el secador en mi mano. En la calle llueve, el cielo está oscuro y dicen que no saldrá el sol. Debería secarme el pelo, prepararme para el otoño que llega y decir adiós al verano, a los días en los que no me importaba que cayeran gotas de mi pelo, que fuera algo despeinada, que jugaras conmigo...

Tengo que secarme el pelo y asumir que nada dura eternamente y que los miedos y el secador tenían que volver. Me espera un largo invierno en el que tendré que salir a la calle preparada para los días fríos y las noches solitarias.

Miro por la ventana y veo la lluvia caer. Mi pelo acabará mojado lo seque o no. Guardo el secador, ya habrá días para protegerme...

Hoy quiero salir sin miedos, confiando en que salga el sol y dispuesta a jugar contigo.


Vértigo

miércoles, 22 de agosto de 2012

Amigos


Se mira en el espejo. Repasa su cuerpo con el vestido ajustado, mete tripa y observa su silueta.

Se pinta los ojos con demasiado oscuro y los labios con brillo.

Se vuelve a mirar. Se quiere sentir sexy. Se lo cree un segundo y al siguiente es consciente de todo lo que no debería marcar el vestido. Lo estira un poco, vuelve a meter tripa y parece que se siente sexy otro segundo.

Sale de casa antes de que vuelva su madre, sabe todo lo que diría y sabe, aunque no lo reconozca, que tiene razón.

En el metro se siente observada y cree leer los pensamientos de los que la miran.

Aunque excepto yo nadie se ha fijado en ella. Y yo no la juzgo.

Vuelve a estirar el vestido y a meter tripa. Se peina con los dedos. Se dice una y otra vez a si misma que se lo va a pasar bien.

Se baja en su parada y llega al encuentro con sus amigos. Ellas con vestidos ajustados en cuerpos imposibles la miran con desprecio. Ellos ni se percatan que está. Y todavía sigue creyendo que son sus amigos.

Pasará la noche intentando encajar, simulando sonrisas y fingiendo ser feliz.

Volverá a casa y se quitará la sombra y el maquillaje. Se pondrá el pijama y estará más guapa de lo que lo ha estado en toda la noche.

Llorará mientras duerma y se levantará maldiciendo el vestido, las noches de fiesta y los amigos no amigos.

No me preocupará, no sentiré pena por ella, no diré que la adolescencia es sencilla.

Sabré que será una etapa que pasará y sólo la hará crecer.

Unos años después se pondrá otro vestido con el que lucirá escote (y disimulará tripa). Se pintará los ojos demasiado oscuros (pero como a ella le gusta) y le dirá a su madre que volverá tarde.

En el metro estará en su mundo, planeando aventuras. La miraré desde mi asiento.

Se encontrará con sus amigos. Ellas cada uno con su estilo (una no se baja de sus tacones ni se quita su vestido, otra siempre sale con sus vaqueros y sus zapatillas…) Ellos a lo suyo, intentando ligar con las del grupo de al lado pero siempre pendientes de ellas (y ellas pendientes de ellos).

Pasará la noche entre risas y conversaciones serias. Hablando de zapatos y de desempleo.

Volverá a casa haciendo y recibiendo perdidas. Mandando alguna sonrisita a alguien que suspira por ella.

Quizás llore mientras duerma… pero… ¿no te pasa a ti también a veces?

Se levantará y desayunará con su madre, le contará cómo le va a sus amigos y la suerte que tuvo de encontrarlos. Ya ni recuerda los que tenía cuando fue adolescente y fingía que era feliz.





Vértigo

jueves, 5 de julio de 2012

Discurso

Discurso escrito para una boda en París...



CONFÍO

“No me importaría contar cada gota de lluvia si tú estuvieras conmigo debajo del paraguas” canta Paco Bello en una de sus canciones que descubrí junto a Irene hace ya algunos años.

Me parece que en pocas palabras define bien lo que Irene ha encontrado en Jérôme y lo que Jérôme ha encontrado en Irene: alguien con quien estar debajo del paraguas observando el mundo. No importará que todo se derrumbe, que caigan millones de gotas, que el mundo se acabe mañana. Ellos permanecerán juntos uno al lado del otro, ayudándose, protegiéndose, amándose.

El destino hizo que se encontraran y no se dejaron escapar. Se agarraron fuerte de la mano y comenzaron un futuro viviendo su presente.

Sé que la vida les llevará por caminos extraños, que habrá noches eternas y días imposibles, que a veces saldrá el sol y otras veces parecerá que no. Pero confío en Irene y Jérôme para demostrar que el amor está por encima de todo, que nada podrá con ellos, nada conseguirá destruir el futuro que han construido.

Confío en que Irene seguirá creciendo, aprendiendo, madurando y no perderá la esencia de aquella chica que se sentaba a mi lado en clase y sonreía por los pasillos.

Confío en que Jérôme seguirá hacia delante, manteniendo esa mirada limpia en la que se puede creer sin dudar.

Confío en Irene y Jérôme. En ellos, en nuestra amistad, en su amor.

Canta Ismael Serrano que “el amor es eterno mientras dura”. Irene y Jérôme me van a demostrar que la eternidad puede ser para siempre.

Millones de gracias.

Vértigo


martes, 19 de junio de 2012

Pintauñas

Recuperando un relato que escribí hace no mucho... recuperando la ilusión...


PINTAUÑAS


Me acabo de pintar las uñas y ahora mismo mi único objetivo es no estropearlas. Tratarlas con cuidado, evitando que se rocen.


Son de un color raro, un violeta con brillos. Lo compré hace meses y me sigue gustando.

Si lo miras por encima parece formal, del tipo de pintauñas que puedes llevar a una entrevista. Si lo miras de cerca, verás que no lo es tanto y que también es perfecto para un viernes por la noche.

Mañana iré con él, si consigo que no se estropee. Me cuesta quedarme quieta, parar, no moverme.

Cuanto más pienso que lo mejor es respirar, tomar aire, detenerme y esperar, más necesito estar en movimiento. Aunque tras la espera el resultado sea bueno. No consigo poner mi vista lejos y sólo pienso en el ahora.

Y ahora estoy parada.

Si me preguntas no lo admitiré con esas palabras. Hablaré de búsquedas, de esperas, de un buen momento.

No sé si entenderás de qué hablo.

Mira, parece que están quedando bien y que está mereciendo la pena este tiempo y lo que tardé en aprender.

No nací sabiendo, ni a pintarme las uñas ni a esperar. Hace no demasiado necesitaba ayuda, alguien a mi lado que se encargara de que todo fuera perfecto.  Recuerdo esos días como especiales, luciendo mis uñas recién pintadas como algo extraño. No como ahora, que son mi día a día y parece que me traiciono si las llevo sin pintar.

Pasé años sin tiempo para pintarme las uñas, para mirar por la ventana, para respirar, para parar. Y quizás me quejé alguna vez de aquella vida, de esa ausencia de tiempo, de esa falta de aire.

Me costaba mirar lejos, pensar en un futuro que no llegaba, encontrar el camino hacia mí misma. Me costaba saber quién era. Aunque siempre traté de encontrar algo de tiempo para sentarme con un boli y mirar de otra manera. Nunca el suficiente. Nunca el que quizás me hacía falta.

Nunca pensé que tendría ese tiempo y que lamentaría haberlo deseado.

Se acabó una etapa y esperaba que llegara otra en la que el tiempo siguiera siendo valioso.

Llegó otra etapa, no la que esperaba. Y cambió mi concepto del tiempo, lo cambió todo.

Empecé a recordar de otra manera los días bajo el flexo, las noches de nervios, los meses sin calma.

La vida era diferente.

Las percepciones, los sentimientos, las acciones eran distintas. La situación era otra, aunque no sé si yo también lo era.

Iba con las uñas sin nada, con zapatillas casi siempre, con el pelo de colores. Me encontraba y me perdía en cada tinte. Caminaba por pasillos sin buscar mi sitio pero siempre parecía que lo buscaba, siempre sonreía.

Es cierto, me acostumbre a sonreír.

Aprendí muchas cosas aquellos años: conceptos, ideas, filosofías, leyes, teoremas, principios, fórmulas y sueños.

Aprendí a enfrentarme a los problemas sin miedo, sabiendo que cada problema es un mundo y hay que atacarle con valor, centrándome en buscar la solución, o en demostrar que no la hay. Porque no siempre la hay. Nunca asustándome ante algo nuevo, ante algo distinto, ante primeras veces.

Descubrí los errores, las equivocaciones, la imperfección, asumiendo que la vida no era tan rosa como yo creía ni tan negra como me la quisieron pintar. En los pasillos pude encontrar destellos de felicidad y punzadas venidas desde el infierno.

Perdí el miedo al folio en blanco, a las preguntas sin respuesta, a las respuestas sin pregunta, a las dudas y a las certezas, a las incertidumbres y los vértigos. Perdí esos miedos, o al menos fingí superarlos durante un tiempo, aunque ahora creo que nunca se superan. Igual que hay problemas que no se solucionan.

Mis días buenos, mis días malos, mi cara como espejo del alma. No quería que lo vieras, ni que las aulas supieran más de mí que yo misma. Era un problema y aprendí a sonreír permanentemente.

Daba igual que hubiera pasado, que fuera un día con sol o no parara de llover, que aprobara o suspendiera, que tuviera dudas o fuera de tu mano, que el mundo girara o se acabar de parar; siempre sonreía, siempre tenía una palabra optimista, al verme siempre pensarías que era un buen día.

Había un problema, mi transparencia y encontré una solución, mi sonrisa.
Parecía un éxito, un objetivo conseguido. No pensé en consecuencias, en implicaciones, en remedios peores que enfermedades. No consideré que me engañaba ni que te engañaba a ti.

Y quizás de la peor de las maneras aprendí otra lección. Cada sonrisa no auténtica era una lágrima, hasta que me quedé sin lágrimas y el dolor empezó a no aguantarse.
Las cosas volvieron a cambiar, tuve que buscar lágrimas para mis ojos y sonrisas para mi cara.

Los mismos pasillos que me las quitaron me las devolvieron. Se cerró un círculo y empezó una banda de Moebius fuera de sus aulas.

Fueron años intensos. No de la manera que soñé ni de la que esperaba, pero intensos igualmente.

Al terminar no sé que quedaba en mí de aquella niña que se matriculó unos cuantos años antes y que soñaba por las noches. Seguramente la costumbre de encontrarse y de perderse.
La etapa acabó con mis uñas sin pintar, dispuesta a seguir con ellas así.

Pero aprendí a pintarlas. Mira, parece que siguen bien.

Ahora que lo pienso, no fue mía la decisión de aprender. Me vino impuesta por unas circunstancias que nunca imaginé, por un mundo gris que se empeñaba en volverme sin color. Los días sin sol fueron meses sin sol y tuve que encontrar la luz que necesitaba en otra parte.
Y la encontré. Igual que un día encontré una sonrisa auténtica con la que evitar días malos, encontré color en mis uñas para amortiguar impactos no esperados.

El tiempo se paró. La calma llegó a mi vida. Las ventanas por la que apenas podía mirar siempre estaban abiertas para mí. Tuve que volver a adaptarme, tuve que encontrar otro ritmo, tuve que aprender.

Aprendí muchas cosas aquellos meses. Aprendí ideas, prácticas, filosofías, sentimientos, programas, lecciones y perspectiva.

Aprendí a resolver problemas sin enunciado, a encontrar soluciones sin solución, a buscar incógnitas en las paredes y respuestas en mis pisadas.

Aprendí a respirar, a leer con sentimiento, a pasear sin rumbo ni destino, a hablar sin objetivo, a estar a tu lado sin que me necesitaras, a observar cuadros sintiendo, a escribir desde las entrañas, a mandar correos sin fin y a pasar noches infinitas

Aprendí a ponerme un pantalón de vestir, una blusa elegante, unos pendientes formales y una sombra de ojos sobria; disimulando mi pelo despeinado, mis camisetas de colores, mi mirada perdida. Aparentando ser otra persona, la persona que buscas, la que se merece tu atención.

Todo parecía indicar que volvería a traicionarme, que un simple pantalón me volvería a hundir, la historia se repite, con tiempo o sin él, yo seguía sin encontrar la solución.
Aprendí a pintarme las uñas. Tener tiempo me permitió aprender, descubrir un mundo de colores, un mundo de posibilidades.

Mi blusa de vestir, mi mirada formal y mis uñas pintadas. En mis uñas me encontré, que al menos algo siguiera siendo mío, que se viera quien era yo. Puedo ser una persona formal si es lo que quieres, pero sigo siendo yo, con mis uñas de colores y mi mirada ausente. No hago un papel, lo que ves es lo que soy. Y puede que hasta sea lo que buscas.

Miro mis uñas pintadas y recuerdo estos meses, en los que tuve tiempo para aprender tantas cosas… Reconozco que nunca soñé con meses de desempleo, como sabes pensé que tras terminar la carrera empezaría a trabajar, una etapa tras otra, pasar de no tener tiempo a no tener tiempo.

No imaginé una etapa intermedia, con tiempo, con dudas, con museos, con vértigo, con preguntas, con paseos, con incertidumbre, con aperitivos, con miedos, con cines, con sueños raros, con cursos, con sitio pero sin lugar, con filas del paro, con uñas pintadas.

No pensé que aprendería a pintarme las uñas y ahora si las llevo sin pintar creo estar traicionando aquella etapa, que no fue la que esperaba pero puede que sí la que necesitara.

Alguien me dijo que la vida está llena de etapas. Una etapa fue la escuela, otra el tiempo sin trabajo y otra empieza mañana.

Mira mis uñas. Han quedado bien. Ya te dije que era un color raro pero me gusta.  Encima de la silla puedes ver el pantalón de vestir y la blusita violeta a juego con las uñas. En la mesa está el maquillaje y la sombra de ojos clarita, el brillo de labios y los pendientes elegantes. Vestida así también soy yo, con mis uñas pintadas y mi sonrisa auténtica. No me traiciono, no me engaño, no te engaño. Puedo empezar la nueva etapa.

Mañana es mi primer día de trabajo.

Vértigo