viernes, 28 de junio de 2013

Pensamiento

Camino de su casa una idea empezó a dar vueltas en su cabeza. No sabe cómo llegó el primer planteamiento, pero lo descartó al instante siguiente. Siguió pensando en la noche que había pasado, en las risas, en los brindis, en sus amigas escuchando sus historias, en la vida que iban construyendo mientras ella parecía que destruye la suya. No le dio importancia, se seguía repitiendo que cada uno tiene su ritmo, sus tiempos, su manera de entender el mundo. Sabe que está llegando tarde, que tuvo que equivocarse hace años y lo hace ahora, cuando quizás sean más graves los pasos incorrectos, cuando perder el camino puede implicar no recuperarlo nunca.

Vuelve a repasar la noche. Se lo ha pasado bien. Se ha sentido segura. Ha sido una más hablando de vestidos, fiestas y besos. No siempre lo fue y aunque en otra época no podía hablar de infinitas historias, al menos era consecuente con la persona que era y quería ser. Ahora ya nadie lo tendría tan claro. 

Llega a su cuarto y se quita el vestido palabra de honor que nunca soñó que podría ponerse. Se baja de los tacones, se mira en el espejo y se desmaquilla. Belleza interior, que romántico suena, pero la vida le está demostrando que el exterior lo cambia todo. Reconoce que sus grandes guerras de amor no dependieron de un cuerpo, pero las batallas que está teniendo este año han sido porque puede ponerse una talla 40.

Tiene que admitir que le gusta gustar, que alguien se acerque a ella sólo al ver sus labios rojos, que quieran compartir caricias las noches largas. Pero está descubriendo las mentiras que se dicen por un beso, los engaños al amanecer y que el día que perdió la inocencia perdió ideales, optimismo y buenos sentimientos. Duda si algún día recuperará los kilos y la fe.

Sigue repasando la noche, las risas y los platos llenos. Las copas y los mordiscos. El pensamiento que descartó vuelve a su cabeza. Esta vez con más fuerza.

Vuelve al baño y se mira en el espejo. Se dice que no y vuelve a la habitación. Recuerda que está cometiendo demasiados errores y que éste sería uno más que podría destrozarle la vida. Piensa en sus besos, que sin cambios nunca hubieran llegado, piensa en los tuyos que llevan años apareciendo y desapareciendo y parece que no dependen de las curvas.

A su cabeza llegan infinitas imágenes, del pasado, del presente y de posibles futuros. Las noches pueden cambiar el rumbo. Los días pueden cambiarlo todo. Las lágrimas de las noches desvían sus pasos. Las sonrisas de los días provocan reacciones. E intenta sólo cometer los errores necesarios, aunque está cuestionando uno innecesario. 

Recorre el camino de la habitación al baño y del baño a la habitación una y otra vez. Tiene claro que no debería, pero no se va a dormir y sigue paseando, con el pensamiento en la cabeza, con la cena en el estómago, con los recuerdos en el interior y las heridas en el corazón.

Heridas que noches como ésta parecen más presentes. Siente la cicatriz y se pregunta si algún día desaparecerá la marca. Está haciendo todo lo posible para que sólo sea un lejano recuerdo pero ahora parece que vuelve a resurgir y que querría volver a abrirse. Cada historia que vive, cada puñalada que recibe y cada bala que envía hace que parezca menos importante. Aunque no lo suficiente. Siente que debe seguir con historias imposibles, con amores en los que no hay amor y noches en las que no sale la luna. Los errores ayudan a olvidar, o eso está creyendo con fuerza.

El pensamiento se planta en su cabeza y ya no se mueve. Debe seguir ocultando la herida debajo de nuevas capas. Puede ser necesario no recuperar la fe y está empezando a querer asumir el riesgo.

Deja de pasear y se queda en el baño. Delante del espejo se observa. Recuerda de nuevo los besos inesperados, las sonrisas y el camino perdido. Se  dice que no importa, que ya lo recuperará, aunque todos sabemos que puede que no lo haga nunca si comete un error más.

Se vuelve a mirar. Recuerda la cena, la bebida, los entrantes, el segundo plato, los dulces y el chupito. Repasa calorías y no salen las cuentas. Se está planteando obligar a su cuerpo a eliminar la cena o irse a dormir aceptando que es una locura haberlo pensado. Está asustada, sabe que puede ser un nuevo comienzo incorrecto, pero siente que no puede engordar un gramo más si quiere seguir siendo otra persona, si quiere que las cicatrices no se noten, si quiere olvidar las noches sin respirar. Sabe que no es la mejor solución, pero se dice que por una vez no pasa nada, que mañana lo hará mejor. Toma una decisión que marcará el resto de sus días.


Vértigo

martes, 18 de junio de 2013

No me juzgues

No me juzgues. No me odies.
No me pongas la letra escarlata que no me corresponde.
No quieras que arda en la hoguera.

Sé que es lo más sencillo.
Puedes ver blancos y negros.
Y es difícil descubrir el gris en el que me muevo.

Sabes de engaños, de dolores, de traiciones.
De las mentiras que se dicen al caer la noche.
Y las verdades que se sienten al amanecer.

Contigo alguien se equivocó en otra vida,
y sigues maldiciendo a los pecadores,
culpando al protagonista y al invitado,
simplificando historias y sentimientos.

Aunque ese error ya sea pasado
y alguien consiguió que volvieras a confiar,
que creyeras en aciertos y en amores eternos.

No me juzgues. No me odies.
No creas que es sencillo para mí.
No pienses que no pienso.

Sé que no es fácil entenderme.
Que parece que no soy la misma,
que he perdido el norte y el alma,
que confundo sueños y besos.

Sabes de mis errores pasados.
Del corazón que me rompieron.
Y de los mil pedazos que todavía no pude juntar.

Intenta entenderme por favor.
Ponerte en mi piel, en mis pasos,
en mis lágrimas y en mis fracasos.
En los años que soñé con un beso.

Me conoces y sabes que no cambié.
Que sigues contando conmigo,
que sigo siendo tu amiga,
que no lo he confundido todo.

No me juzgues. No me odies.
No digas que no quieres escucharme.
No creas que soy feliz en sus brazos.
No pienses que olvido que ella existe.

Vértigo

lunes, 10 de junio de 2013

Ectoplasma

Aquella noche volví a casa como cualquier otra noche en la que hay vino y risas, siempre maldiciendo errores, evitando tomar decisiones e intentando buscar culpables que me exculpen de las malas acciones.

Pero esta vez algo era diferente, podría haber sido una anécdota que se olvida, una gracia sin importancia, una palabra dicha al azar que no recuerdas. Pero era algo más, aunque entonces no lo supiera.

Dijiste la palabra como sin decirla. Revisé la noche una y otra vez sin encontrar el momento exacto en el que pronunciaste "ectoplasma".

Busqué en la conversación un sentido, una explicación, un motivo por el que la pronunciaste. No lo encontré. Recordé que hablamos del amor, de aquella chica que te rompió el corazón, de aquel tipo que me hizo perder el nombre y el sentido, de noches eternas y días de ojeras, de sueños cumplidos y de los fracasos que nunca lo fueron.

Brindamos y sentí que sólo quería brindar contigo. Dejé de pensar en hombres fatales que juegan conmigo, en historias imposibles que nunca terminan, en esa foto que nunca debí ver, en las lágrimas que perdí por no saber dejarlas marchar a tiempo.

Volví a casa como cualquier otra noche, sin saber que no era igual, aunque los sentimientos estaban en otro mundo: no quería mandar mensajes sin texto, ni pedirle que me hiciera un hueco en su cama, ni siquiera decir un te echo de menos o un márchate de mi vida.

Sólo podía pensar en ti pronunciando ectoplasma. Ectoplasma, ectoplasma, ectoplasma. Me venía la palabra a la cabeza una y otra vez. Sin sentido, sin razón, sin lágrimas.

Qué es un ectoplasma exactamente me pregunté y no dudé en coger el diccionario y buscarlo. Leí despacio la definición, tratando de asimilar, tratando de entender la palabra en mi cabeza, la palabra en tus labios:

Supuesta emanación material de un médium, con la que se dice que se forman apariencias de fragmentos orgánicos, seres vivos o cosas.

No supe que pensar, que sentir, que creer. La palabra no encajaba en tu boca, en tu mente, en tu manera de entender la vida: siempre tan racional, siempre tan real.

Ectoplasma. La palabra seguía en mi cabeza. Tu imagen en mi interior. Mis problemas para tomar decisiones dando vueltas y el insomnio ayudándome a pensar en ectoplasma.

Nada me empezaba a parecer al azar, todo debería tener una razón. No hubieras dicho ectoplasma sin motivo, no estaría yo pensando sin sentido.

Después de horas recordándote, soñándote, diciendo ectoplasma una y otra vez, empecé a pensar que se formaría si de ti salieran ectoplasmas.

Y entonces me di cuenta, comprendí que somos diferentes, que de nuestros ectoplasmas saldrían bellas palabras, que es lo que nos da vida y es la vida que podemos dar.

Dijiste ectoplasma y lo dijiste todo.  Con una palabra dijiste dos. Dejaste de ser cerebral para confiar en tu instinto. Por fin lo entendí.

Con los primeros rayos de sol llamé a tu timbre. Al abrir te dije ectoplasma con una sonrisa. Me contestaste que tú también y nos besamos.

Ectoplasma nos acompañó unos meses, hasta que volví a no tomar decisiones y tú a no decir palabras mágicas.


Vértigo