sábado, 24 de diciembre de 2011

Mirada triste (IV)

Nos recibe con su mejor sonrisa y un abrazo sincero. Se le nota que le cuesta creerse que hayamos atravesado nubes para estar con él.


Sigue presente su mirada triste pero se escapa algo de ilusión de sus ojos.


Nos coge de la mano y nos enseña su tierra: una ciudad, un puente, una santa, unos lagos, el mar, su casa y otra ciudad.


Le acompañamos debajo del paraguas y debajo del cielo nublado. Le seguimos hasta donde él nos diga sin soltarnos de su mano.


Descubrimos su tierra y su pasado: un paisaje y un álbum de fotos, de aquellos días en los que no tenía mirada triste.


Le miro y empiezo a entender. Conozco su historia, su vida, sus lágrimas. Le conozco un poquito más.


Seguimos de su mano paseando por sus recuerdos e intentando que construya recuerdos nuevos que le saquen una sonrisa.


Nos reímos sin motivo, sonreímos con razones, hablamos de más y callamos al mirarnos.


Quizás su mirada triste ya forme parte de él y lo último que pretendo es cambiarle. Sólo quiero que sea feliz.


Nos despide con una gran sonrisa y un abrazo eterno. Se le nota que le cuesta creer el fin de semana que hemos pasado.


Se nos nota que habrá un antes y un después. Su mirada no será menos triste pero sabrá que puede contar con nosotras.


Vértigo



domingo, 18 de diciembre de 2011

Días rojos

Audrey en “Desayuno con diamantes” habla de los días rojos, aquellos en los que se tiene miedo sin saber por qué.


Hoy puede que sea uno de esos días.


No hay motivos, no hay razones, no hay problemas. Ni siquiera hoy siento grandes traumas.


No te echo de menos más de lo habitual, ni te quiero besar con más fuerza.


Como cualquier día intento no traicionarme, escucho el silencio y sonrío por los pasillos.


Si nada es diferente, ¿por qué es un día rojo?


Quizás tuviste suerte y nunca tuviste uno. Si lo tuviste no hace que te lo explique. Aunque resulta tan complicado explicarlo…


Esta mañana me defendí diciendo que me disculparan sin lloraba, ya que mis ojos tenían el día extraño (no quise decir rojo, ni que no eran mis ojos, sino que era yo).


Sin querer saltan las lágrimas, sin un sentimiento de tristeza concreto, sin un dolor punzante, sin un motivo.


Y parece que me cuesta respirar, una angustia interior lo impide, o al menos lo intenta.


Es un día rojo. Tengo miedo sin saber por qué.


Me iré a dormir pronto y confiaré en que mañana el día sea de otro color.



Vértigo


domingo, 11 de diciembre de 2011

Dulce