sábado, 16 de abril de 2011

Ismael Serrano


9 de Abril de 2011

Teatro Circo Price

Madrid


“-Tienes tiempo para un café

-¿Por qué no?”


Él lo intenta, se arriesga, decide que merece la pena luchar.


Y ella por un segundo no piensa, simplemente siente y se deja llevar.


Dos personajes de la historia de vecinos que Ismael Serrano nos cuenta, se acuerdan de vivir.


Así podríamos resumir el concierto. Isma sacando el valor para preguntarnos si nos tomamos un café. Y el público sabiendo lo que implica, es capaz de decir que sí y se deja llevar.


Isma consigue que nos acordemos de vivir y seguramente nosotros se lo recordamos a él.


Siempre salgo de sus conciertos cambiada, creyendo en otros mundos posibles, con más optimismo y fuerza, con energía que me dura hasta el próximo concierto.


Ya lo sabes. Necesito a Isma.


Lo que nunca había pensado es que él me necesita a mí.


Le veo empezar el concierto nervioso, triste, algo inseguro, igual que lo estoy yo.


Estamos ausentes, perdidos, buscando una estrella polar que no aparece.


Pero… robándole frases, “sin saber cómo ni cuándo, algo te eriza la piel y te rescata del naufragio”.


Isma me rescata, consigue de nuevo que vuelva a creer, que crea en amores a primera vista, en utopías, en batallas que no se pierden porque no se abandonan, en amores imposibles…


Y yo rescato a Isma, haciendo que vuelva a creer, consiguiendo que recuerde que canta para sentirse menos solo, que merece la pena coger la guitarra y subirse a un escenario, que saldremos luchando por nuestros sueños, que son los suyos.


Aceptó el café. ¿Por qué no?


Y aprovecho para decirle:


“Ahora cambiemos el mundo, amigo, que tú ya has cambiado el mío”.


Vértigo


domingo, 3 de abril de 2011

Cercanías

Subo al cercanías cansada y busco un sitio donde sentarme.


Escucho música y miro por la ventana. Pero mi cabeza sigue en la oficina.


Respiro hondo y miro al frente, intentando centrar mi mente, volver a organizar ideas, reestructurando filosofías.


En vez de eso mi mirada te encuentra a ti. Aunque tu mirada no encuentra la mía.


Tardo unos segundos en reconocerte. Tus gestos te delatan.


Hace algunos años compartimos pasillos de instituto, algunas palabras y pocas miradas.


Has cambiado el chándal por el traje y la corbata. Y yo las zapatillas por los tacones.


Somos diferentes a quienes éramos. O al menos lo parecemos.


Te sigo buscando con la mirada, esperando un gesto cómplice que me devuelva a aquellos años en los que confiábamos en la suerte y en un futuro que nos aguardaba.


No la encuentro. No separas la vista de tu libro electrónico.


Confío en que estarás leyendo algo fascinante que merece toda tu atención. Confío en que te sigas bajando en mi parada y por fin pueda buscar en tu mirada aquel muchacho que fuiste.


Mientras, miro por la ventana, salgo de la oficina y entro en mi mundo donde puedo descansar.


Te levantas y te observo. Sigues leyendo y te sigo buscando.


Nos bajamos donde siempre y parece que te pierdo entre la gente.


Te encuentro de nuevo en las escaleras mecánicas y me sitúo a tu lado, confiando en que será el momento.


Parece que dejas de leer, pero no cierras el libro y ahora miras tu iphone mientras sujetas la funda con la boca.


No hay miradas, no hay roce, no hay nada. Me tienes al lado.


Te veo alejarte y susurro un adiós. Cruzas los tornos sin dejar de leer y por fin desapareces de mi vista.


Me quedo triste y sola y me pregunto qué ha pasado. Tanto cambiaste… o tan poco cambié yo.


Sigo mirando de frente para centrarme y tú ni siquiera sabes lo que te pierdes por no mirar hacia tu izquierda.



Vértigo