sábado, 26 de diciembre de 2009

Lista

No siento que estemos en navidades.

Monté el árbol, compré regalos, pasó nochebuena y comí asado y turrón en la comida del 25 de diciembre. Paseé por las tiendas repletas de gente, miré los puestos de la plaza mayor y los árboles de la castellana. Ignoré al rey, vi a raphael por la tele, cené con vino y brindé con champán.

Y aun así no siento que estemos en navidades. Parecía que no lo notaría pero lo estoy notando.

Me falta mi lista con cosas por hacer que llevo haciendo años, en la que apunto cada asignatura y todo lo que tengo que hacer de ella, pongo cada tema, los distintos apuntes que tengo, los ejercicios que tengo que hacer, los que quiero hacer; con el objetivo de aprovechar las navidades para repasar lo dado en clase y ponerme al día.

Y después voy tachando según lo hago, alegrándome cuando avanzo, agobiándome cuando queda demasiado por hacer. Poniéndome objetivos imposibles, antes de nochebuena, antes de fin de año, antes de reyes, antes de empezar las clases.

Siempre intentando que de tiempo para disfrutar las fechas, repitiéndome que el día de navidad no se estudia, olvidando que en año nuevo no seré capaz y que en reyes deberé jugar con los juguetes. Sacando horas para ir a comprar regalos, ver las luces, ir al super, quedar con los amigos.

Eran mis navidades, volvía con una sonrisa a clase sabiendo que no había tachado todo de mi lista pero que había sabido encajar las dos partes de mi navidad.

Este año no tengo mi lista, no hay nada que tachar. Puedo pasar horas mirando regalos y beber de más sin sentirme culpable. Debería ser estupendo. En parte lo es, parece que es navidad por primera vez, puedo verlo todo con ojos nuevos, puedo saborear el turrón despacio. Pero por otro lado, siento que algo falta, echo de menos mi lista, echo de menos esa presión por cumplir unos objetivos.

Ayer pensaba que simplemente me extrañaba la nueva situación y no me estaba adaptando. Hoy me he dado cuenta de que mi lista iba más allá, tener que cumplir unos objetivos tan claros me hacía estar alerta con otros más difusos obligándome a intentar cumplirlos, y no teniendo mi lista los estoy olvidando.

Estoy olvidando valorar los buenos momentos, estoy olvidando que no debería cambiar, que me propuse ser fiel a mi manera de mirar al mundo, estoy olvidando que nadie me quitaría mi sonrisa.

Estoy olvidando tachar las cosas importantes de la lista.

Vértigo

lunes, 21 de diciembre de 2009

Quique González


19 de Diciembre de 2009
La Riviera
Madrid

Llevo un par de semanas escuchando Daiquiri Blues durante todo el día. Empecé con el objetivo de llegar al concierto sabiéndome las canciones, acabé no pudiendo dejar de escucharlo, sorprendiéndome a mi misma dándole al play de nuevo cada vez que terminaba la última canción.

Sigo a Quique González desde hace años, me cautivó con Personal, me enamoró con Salitre 48, me enganchó con Pájaros mojados y me volvió loca con Kamikazes enamorados. Para los siguientes discos ya me tenía ganada. Parecía que el nuevo disco me gustaría también. Me gusta, pero no sólo eso, Quique González ha vuelto a sorprenderme con un gran disco, que me hace imposible decidir cuál es mi canción favorita.

Llego al concierto con tiempo, dispuesta a hacer fila, y ya me encuentro gente esperando. Había olvidado el frío que está haciendo estas noches en Madrid y esperar no es tan agradable como esperaba. Una vendedora ambulante ofrece cerveza fresquita y me dan ganas de pedirle un café calentito.

Descubro que el concierto se retrasa una hora, y con los pies congelados me pregunto si Quique conseguirá que le perdone, según pasa el tiempo y corre el aire lo tiene más difícil.

Nos dejan entrar y al menos el resto de la espera es caliente, aunque el cuerpo tarda un rato en aclimatarse. Se empieza a llenar la Riviera y compruebo que realmente está todo vendido.

Aparece Quique González en el escenario y empieza pidiendo disculpas y yo empiezo a perdonarle.

Temas nuevos, temas no tan nuevos, canciones rockeras, canciones más intimistas. Quique habla más que otras veces, cuenta hasta alguna anécdota, se mueve por el escenario, interpreta las canciones, deja que cante el público, se siente cómodo.

Recuerdo otros conciertos de Quique en los que apenas hablaba, en los que la timidez le comía y parecía que le costaba mirar al público.

Esta vez no, tiene más tablas, más fuerza, más seguridad. Le veo y me alegro, me alegro del éxito que le ha traído este disco, me alegro de que por fin se crea y se sienta una estrella del rock, porque lo es, me alegro de lo bien que le ha sentado que las cosas salgan bien y a su manera. Hasta está más guapo.

Las canciones suenan perfectas y canto una tras otra. Me emociono al escuchar Kamikazes enamorados y me quejo de las que se quedan fuera, lamento que no se acuerde más de su primer disco y echo de menos cada canción de su discografía que no canta.

Aun así, un gran concierto, con Quique González demostrando que es uno de los grandes, aunque lleva años siéndolo.

Con la luna debajo del brazo salgo del concierto, importándome menos el frío y perdonándole el retraso. Tomándome un daiquiri comento lo mucho que me ha gustado.

Al día siguiente vuelvo a darle al play cada vez que se termina la última canción.


Vértigo

martes, 15 de diciembre de 2009

Recuerdo

Recuerdo cuando estaba enamorada de ti, cuando el corazón me palpitaba sin parar al verte, cuando suspiraba todo el día, cuando sólo pensaba en ti, en dónde estarías, qué harías y qué pensarías.

Recuerdo como me costaba hablar contigo, articular palabras con sentido queriendo siempre parecer más interesante de lo que era, como deseaba que me miraras y vieras algo en mí, como suspiraba cada segundo.

Recuerdo el dolor, el que sentía cuando nombrabas a tu novia, el que me rompía el corazón al ver que me veías como una compañera de clase, el que tenía dentro por saber que nada pasaría entre nosotros.

Recuerdo decir que me dolías, me dolía verte, me dolía tu presencia, me dolía aunque sólo me cruzara contigo por el pasillo.

Recuerdo que siempre me dolía.

Por suerte el tiempo pasó y el dolor desapareció o al menos ya no estaba presente. Pasaron otras historias por mi cabeza, otros dolores, otros amores y tú sólo eras un recuerdo del pasado, un viejo amigo con el que tomar algo de vez en cuando.

Y ahora estoy sentada en tu sofá, siete años después, mirándote y mirando como me miras.

Tengo claro que no me voy a montar una película, ya es demasiado tarde, sólo somos dos amigos charlando tomando algo de licor. ¿Por qué no? me digo a mi misma, empiezo a creer que todo está superado y que seremos grandes amigos.

Las horas van pasando y seguimos hablando de mis estudios, de los tuyos, del futuro, nunca del pasado, de mis problemas, de tus días, del pasar del tiempo.

Y te estás acercando a mí y yo sigo recordando en mi cabeza, pero empiezo a olvidar el dolor y me centro en el latir de mi corazón.

Decido irme a casa, demasiadas horas contigo ya me darán mucho que pensar.

Y me dices que me quede un poco más. Estás cogiendo mi mano y me estás besando. No puedo creerlo, dejo de recordar el dolor y sólo recuerdo que estaba enamorada de ti.

No sé lo que significa lo que está pasando y tampoco quiero saberlo. Es todo tan increíble, aunque es extraño conseguir algo que se quería después de tantos años, puede que nunca esté a la altura de las expectativas.

Me acompañas a la parada de metro, y te despides con dos besos en la mejilla y un ya nos veremos.

Camino de casa voy confundida, tengo una mezcla de emociones que marean mi cabeza. Me pregunto si seguiremos siendo amigos, o si me engañé creyéndolo.

Ya no sé cómo recordarte.


Vértigo

martes, 8 de diciembre de 2009

Señorita Tristeza

4 de Diciembre de 2009
Sala Orange
Madrid

Me gusta ir de concierto y todo lo que conlleva. Los días anteriores en los que repaso las canciones e imagino cuales cantaran, los días siguientes en los que recuerdo lo vivido. Y por supuesto, el día del concierto, que siempre es un día especial.

El viernes pasado lo fue. El grupo: “Señorita Tristeza”, el lugar: “la sala Orange”. Todo listo para una noche mágica.

Llegamos pronto al lugar, antes actuaba Johnson Francisco, Paco para los amigos. Cogimos nuestra bebida y nos dispusimos a escucharle, la sala medio vacía, pero él conseguía llenarla con su música. Me temo que no me enamoró, aunque debo reconocer que es original, tiene encanto y sobre todo muchas ganas.

Después llegaba “Señorita Tristeza” y empezó a llegar más gente a la sala.
Puede que no conozcas a “Señorita Tristeza”, deberías darles una oportunidad. Son un grupo pop con cantante femenina. Ya sé que estás pensando que son otra oreja de van gogh, te equivocas. Tienen su estilo propio, buenas canciones y un gran directo. Si tienen suerte en unos meses podrían ser el nuevo grupo de moda, tienen todo lo necesario y más, no tienen nada que envidiar a los grupos que triunfan ahora, es más tienen una frescura y un sonido que necesita el pop español.

Cantaron temas que me sabía, otros que no, e hicieron un par de versiones. Reconozco que me gustó el concierto, y que si tengo que poner alguna pega diría que me resultó corto, me quedé con ganas de más.

Y si tengo que elegir un momento, sin duda sería cuando cantaron “Elige a los perdedores”, el que es para mí uno de sus mejores temas y que me tiene embobada, como me tiene el grupo tras el concierto.

Quiero volver a verles en directo, quiero comprarme su disco, quiero seguir escuchando sus canciones toda la noche y quiero que no se acabe la noche.

Vértigo

Nota: Si quieres conocerles y que te emboben como a mí visita su myspace y nos vemos en su próximo concierto.

viernes, 4 de diciembre de 2009

¿Y si me equivoqué?

¿Y si me equivoqué?

Puede que pienses que no debemos arrepentirnos de nuestras equivocaciones, las cuales forman parte de lo que somos.

Aun así, me lo sigo preguntando.

Supongo que hay decisiones que lo cambian todo, que hacen que estemos en un punto pudiendo estar en el punto opuesto.

Reconozco que no he tenido que tomar grandes decisiones y que la mayoría de las veces me dejo llevar. Puede que me gusten las pequeñas decisiones que parecen insignificantes y que tomo con naturalidad, como mandarte un mensaje o no hacerlo, dejar que me beses o dejar de sonreírte.

Pero las grandes me asustan y prefiero después de tomarlas no pensar en ellas.

Y una de esas decisiones fue elegir la carrera, ¿y si me equivoqué?

Puede que pienses que no te hubiera conocido nunca y por eso fue la elección adecuada. Aunque no lo tengo tan claro.

No estoy diciendo que no me gustara estudiarla, que no esté contenta con la gente que conocí, ni siquiera me quejo de los malos momentos.

Simplemente me planteo si era lo que tenía que hacer, si hice bien en dejarme llevar. O tenía que haber elegido de manera más romántica, más con el corazón y menos con la cabeza.

Se suponía que no tendría problemas en encontrar trabajo y ese era un motivo de peso para alguien sin vocación y que nunca aspiró a escribir más que en sus ratos libres.

Pero ahora el trabajo no llega y me replanteo todo, ¿y si me equivoqué? ¿Y ya es tarde?

Puede que por esa decisión siempre deambule perdida, aunque llegue el trabajo, no consiga encontrar mi sitio, encontrar mi lugar.

Vértigo

martes, 1 de diciembre de 2009

El 27

Esta mañana pensaba que es pronto para la navidad. Aunque ya sea diciembre, siento que faltan demasiados días para que el espíritu navideño me llegue, ese que me hace recordar el año, pensar en las personas perdidas y en las decisiones incorrectas, y que es la excusa perfecta para desvariar. No lo digas, ya sé que desvarío todo el año.
Pensaba en todo lo que falta para nochebuena y fin de año, en las citas pendientes, las tardes en tu sofá, los conciertos, las cenas de siempre.
Y me he subido al 27. Recorriendo las calles de Madrid he sentido que se acercaba la navidad. No creo que sean los árboles, ni las luces apagadas. Tampoco el frío. Ni siquiera pensar en los regalos que comprar.
Supongo que no ha sido nada, o ha sido todo. O simplemente que sin querer y sin pensar he visto que cerca se acaba el año.
Y no sé si me da pena o alegría, ni quiero empezar el balance que ya te contaré.
Sólo quiero este sentimiento que me hace soñar recordando el año que termina y pensando en el que va a empezar.
El 27 llega al final del trayecto y me tengo que bajar. No me bajaría nunca, porque sé que cuando me baje ya no me permitiré dejar de ser realista.

Vértigo