domingo, 3 de abril de 2011

Cercanías

Subo al cercanías cansada y busco un sitio donde sentarme.


Escucho música y miro por la ventana. Pero mi cabeza sigue en la oficina.


Respiro hondo y miro al frente, intentando centrar mi mente, volver a organizar ideas, reestructurando filosofías.


En vez de eso mi mirada te encuentra a ti. Aunque tu mirada no encuentra la mía.


Tardo unos segundos en reconocerte. Tus gestos te delatan.


Hace algunos años compartimos pasillos de instituto, algunas palabras y pocas miradas.


Has cambiado el chándal por el traje y la corbata. Y yo las zapatillas por los tacones.


Somos diferentes a quienes éramos. O al menos lo parecemos.


Te sigo buscando con la mirada, esperando un gesto cómplice que me devuelva a aquellos años en los que confiábamos en la suerte y en un futuro que nos aguardaba.


No la encuentro. No separas la vista de tu libro electrónico.


Confío en que estarás leyendo algo fascinante que merece toda tu atención. Confío en que te sigas bajando en mi parada y por fin pueda buscar en tu mirada aquel muchacho que fuiste.


Mientras, miro por la ventana, salgo de la oficina y entro en mi mundo donde puedo descansar.


Te levantas y te observo. Sigues leyendo y te sigo buscando.


Nos bajamos donde siempre y parece que te pierdo entre la gente.


Te encuentro de nuevo en las escaleras mecánicas y me sitúo a tu lado, confiando en que será el momento.


Parece que dejas de leer, pero no cierras el libro y ahora miras tu iphone mientras sujetas la funda con la boca.


No hay miradas, no hay roce, no hay nada. Me tienes al lado.


Te veo alejarte y susurro un adiós. Cruzas los tornos sin dejar de leer y por fin desapareces de mi vista.


Me quedo triste y sola y me pregunto qué ha pasado. Tanto cambiaste… o tan poco cambié yo.


Sigo mirando de frente para centrarme y tú ni siquiera sabes lo que te pierdes por no mirar hacia tu izquierda.



Vértigo



sábado, 26 de marzo de 2011

Dejar de encontrarse

Una noche de sábado se conocieron. Él sabía lo que buscaba y ella se dejó encontrar.


Sin darse cuenta eran una pareja, lo que los dos querían.


Se miraban y veían lo que anhelaban.


Les preguntabas y todo era perfecto. Ella era la chica que él siempre quiso llevar a casa. Él era el chico que siempre imaginó.


Pasaban los meses y yo les veía agarrados de la mano, y no podía evitar pensar que el amor es algo más.


Una noche ella se dio cuenta que nada era perfecto y él empezó a cansarse.


Pero estaban tan cómodos en su papel de novios y era tan complicado decirse adiós.


Ninguno dijo nada, ninguno abrió la boca y siguieron su historia.


Les sigo viendo agarrados de la mano, sabiendo que no están enamorados y pensando que ojalá dejen de encontrarse.


Vértigo



sábado, 12 de marzo de 2011

Sobre mí

No sé qué quieres saber de mí, qué quieres que te cuente.


¿No es suficiente con lo que ves?


Deberías ser listo y conformarte.


Quedarte con mi optimismo, con mi sonrisa, con mi mirada dulce.


Es más que suficiente para sentarte a mi lado, para charlar, para compartir risas y quizás caricias.


Lo pasaríamos bien y puede que pienses que me conoces y hasta que te gusto.


Deja de mirarme así, con esa cara que dice que quiere conocerme más.


No quiero que sepas que estoy llena de miedos y de inseguridades, que esa sonrisa es la careta que me pongo cada día.


No deberías aprender que puedo escribirte bellas palabras pero no decírtelas, que si miro al suelo me gustaría mirar fijamente, que como canta isma a veces lloro mientras duermo.


Tendrías demasiada información y no sería tan sencillo sentarse a mi lado.


Aunque quizás lo siga siendo compartir risas.


Depende de ti.



Vértigo

martes, 1 de marzo de 2011

Le propinó un puñetazo

Nacho Vegas habla en Casa de América sobre literatura y música.


Le escucho descubriendo nuevas facetas, comprobando que me gusta más que el personaje que soñé.


Divaga sobre letras, cuenta historias, anécdotas… desvaría sobre micrófonos… desvaría…


Y nos dice que en el tren leyó en el periódico “le propinó un puñetazo”. Hace sus teorías sobre propinar y dice que saldrá una canción.


Y yo me digo que saldrá un relato. Escribo el título “Le propinó un puñetazo” y me dispongo a escribir.


Recuerdo a Nacho Vegas y no consigo escribir otra cosa que no sea de él.


De sus palabras, también de brujita, la canción que nos regaló, y ya que estoy, de su música, de sus discos, que me tienen enganchada.


Debería terminar propinando algo… pero mejor termino escuchando a Nacho Vegas.



Vértigo