La Riviera
Madrid
Llevo un par de semanas escuchando Daiquiri Blues durante todo el día. Empecé con el objetivo de llegar al concierto sabiéndome las canciones, acabé no pudiendo dejar de escucharlo, sorprendiéndome a mi misma dándole al play de nuevo cada vez que terminaba la última canción.
Sigo a Quique González desde hace años, me cautivó con Personal, me enamoró con Salitre 48, me enganchó con Pájaros mojados y me volvió loca con Kamikazes enamorados. Para los siguientes discos ya me tenía ganada. Parecía que el nuevo disco me gustaría también. Me gusta, pero no sólo eso, Quique González ha vuelto a sorprenderme con un gran disco, que me hace imposible decidir cuál es mi canción favorita.
Llego al concierto con tiempo, dispuesta a hacer fila, y ya me encuentro gente esperando. Había olvidado el frío que está haciendo estas noches en Madrid y esperar no es tan agradable como esperaba. Una vendedora ambulante ofrece cerveza fresquita y me dan ganas de pedirle un café calentito.
Descubro que el concierto se retrasa una hora, y con los pies congelados me pregunto si Quique conseguirá que le perdone, según pasa el tiempo y corre el aire lo tiene más difícil.
Nos dejan entrar y al menos el resto de la espera es caliente, aunque el cuerpo tarda un rato en aclimatarse. Se empieza a llenar la Riviera y compruebo que realmente está todo vendido.
Aparece Quique González en el escenario y empieza pidiendo disculpas y yo empiezo a perdonarle.
Temas nuevos, temas no tan nuevos, canciones rockeras, canciones más intimistas. Quique habla más que otras veces, cuenta hasta alguna anécdota, se mueve por el escenario, interpreta las canciones, deja que cante el público, se siente cómodo.
Recuerdo otros conciertos de Quique en los que apenas hablaba, en los que la timidez le comía y parecía que le costaba mirar al público.
Esta vez no, tiene más tablas, más fuerza, más seguridad. Le veo y me alegro, me alegro del éxito que le ha traído este disco, me alegro de que por fin se crea y se sienta una estrella del rock, porque lo es, me alegro de lo bien que le ha sentado que las cosas salgan bien y a su manera. Hasta está más guapo.
Las canciones suenan perfectas y canto una tras otra. Me emociono al escuchar Kamikazes enamorados y me quejo de las que se quedan fuera, lamento que no se acuerde más de su primer disco y echo de menos cada canción de su discografía que no canta.
Aun así, un gran concierto, con Quique González demostrando que es uno de los grandes, aunque lleva años siéndolo.
Con la luna debajo del brazo salgo del concierto, importándome menos el frío y perdonándole el retraso. Tomándome un daiquiri comento lo mucho que me ha gustado.
Al día siguiente vuelvo a darle al play cada vez que se termina la última canción.
Vértigo