martes, 16 de septiembre de 2014

Septiembre (II)

Ha llegado sin darme cuenta. Alguien habla de un corazón roto, de pasiones y de dolores, de angustias y vacío y yo miro el calendario: septiembre.

Nada es casual o lo es todo.

Llega septiembre sin que sea consciente de que el verano ha pasado y que el mes maldito está aquí. Me compro unos tacones con los que no parecerme a nada que me recuerde a la que chica que conociste. Doy abrazos en encuentros fortuitos que te dan un vuelco al día. Sonrío tanto como lo hacía antes.

Subo a un quinto sin ascensor y pido que me protejan. Lo hacen y durante unas horas el salto al vacío en el que vivo no me da miedo.

Mi cabeza me dice que en este mes tengo que llorar por ti, que no puede pasar sin que me quiera teñir el pelo, sin que me despierte en medio de la noche sin poder respirar como hace años, sin que empiece miles de correos electrónicos que no te mandaré en los que te diga que ya no pienso en ti pero que echo de menos tus puntos y  comas.

Mi corazón sigue teniendo la cicatriz de la herida que le causaste y es consciente de que tiene que dar pasos con cuidado para que no vuelva a abrirse. Pero no estás dentro de él, sólo eres un viejo amigo que no hubiera querido perder.

Mi cabeza y mi corazón se encuentran y ya no miran al pasado. Se centran en este presente que me trae a terrazas imposibles con farolas verdes y a amigos a lo que poder hablarles de mis vértigos.

Pronto llegará octubre.


Vértigo

viernes, 22 de agosto de 2014

Despintando a Cezanne


A veces me pregunto qué ocurriría si me saltara todas las normas y apostará algo más que tus ahorros en las partidas de cartas. 

Cuando me imaginas, sé que lo haces sentado en una mesa, con mi sombrero de siempre, la pipa en mi boca y la botella de vino casi vacía, apostando mis ahorros, los tuyos y los de una familia que jamás tendremos.

El gesto serio que, según dices, nunca dejo de tener, concentrado intentado cambiar rumbos y fracasos, luchando, a mi manera, por nosotros. Mientras piensas que me vuelvo a equivocar, que debería dejar las cartas y los sueños, que tendría que llegar antes a casa a dormir contigo, a lavar esa vieja chaqueta que tan poco te gusta y a recoger la ropa tendida.

A veces quiero apostar mi vida en algunas partidas. Ponerla sobre la mesa y que se la lleve el mejor jugador, que quien mejor juegue sus cartas se haga con todo lo valioso que hay en mi vida.

El pensamiento me lleva a analizar lo bueno de mis días y de mis noches, lo que hace que consiga levantarme y que evite que me suicide cada noche.  Porque algo tiene que haber, yo que siempre pensé en morir joven y en no convertirme en un hombre gris que fracasa en todo lo que intenta, sigo viviendo y jugando partidas de cartas sin corazón.

No me cuesta encontrar el motivo por el que sigo vivo. Eres tú. Me rescataste del abismo y del dolor, abriste la ventana para que entrara el sol y cerraste por las noches para que no entraran las pesadillas. Me quisiste como nunca nadie lo había hecho y te quise con todo el alma que no tuve.

A veces me pregunto qué pasaría si apostara mi vida y ahora me doy cuenta de que te perdería a ti. Lo he entendido demasiado tarde.

Ayer, sin ser consciente, te aposté y te perdí. 

Hoy cuando vuelva a casa ya no estarás y no te podré culpar. Te habrás marchado con alguien que supo jugar mejor sus cartas que yo. Los dos sabemos que no era difícil. 


Vértigo

jueves, 31 de julio de 2014

lunes, 23 de junio de 2014

Cuento contigo

Busca una rubia de labios rojos encima del escenario


lunes, 26 de mayo de 2014

Apostar todo al rojo Chanel de tu boca


Me estabas esperando, yo diría que unos minutos, quizás tú que toda la vida.

Lo hacías con una cerveza en la mano, sentado en la barra y con un movimiento nervioso en la pierna. Pensando en palabras intercambiadas, en sueños frustrados, en el futuro que podía estar empezando.

​​​Te preguntaste qué podría pasar una noche de concierto. Sabes que todo hubiera sido posible.

Aparecí por la puerta y hasta que no me acerqué a la barra para preguntar si debía bajar a otros mundos, no me viste. Me observaste mientras caminaba a un taburete y me sentaba.

Nunca había sido tan rubia y nunca lo volví a ser. Estrenaba vestido rosa con el que me sentía disfrazada y llevaba mis labios pintados de rojo, esperando que los identificaras. Puede que en ese instante fuera hermosa, no habiéndolo sido antes ni volviendo a serlo más. Pero puede que tú sonrieras al verme y tu mundo sólo fuera yo durante un segundo. Al siguiente ya sé que no.

Te acercaste. Dime que te temblaron las piernas. Y dijiste “rubia de labios rojos”. Sonreí y lo fui durante unas horas, en la que escuchamos, sentimos, nos miramos y nos esquivamos.

Nada es eterno y lo sabíamos. Si estaba siendo tu cenicienta, tendría que marcharme y quizás convertirme en calabaza.

Me dejaste ir y todavía me pregunto si te arrepientes, si hubieras querido cambiar la historia y ahora estaríamos en una lucha que no sé si podría pelear.  

Sabes que horas antes estuve a punto de derrumbarme y que horas después cambiaría mi destino. El que tú no cambiaste.

Quizás fue lo mejor. Pero te imagino corriendo por las escaleras del metro, búscandome, dándome un abrazo eterno y diciéndome “quiero apostar todo al rojo chanel de tu boca”.


Vértigo

martes, 20 de mayo de 2014

Vente

Búscame entre el público...



lunes, 21 de abril de 2014